A la puerta del mercado


La representación de una tragedia o comedia

es un verdadero curso de observación
Jouffroy


Personajes:

CARMEN
DESCONOCIDO


CARMEN: ¿Qué hace usted? No, no, no se moleste. ¡Oh, gracias! Qué amable. La verdad es que cada vez se ven menos caballeros inclinándose a la puerta de un supermercado ante una dama para... ¿Pesa mucho, verdad? Hoy es mi día de la semana para llenar la nevera... ¿De veras no le pesan mucho las bolsas? ¡Ay, Señor, cómo pesa el carrito de la compra! ¿Ves, Carmen? Y luego hablan de crisis de valores, de insolidaridad y mira por dónde un desconocido, sin mediar palabra, sin alboroto, sin exhibicionismo de cortesía, ayuda a llevar la compra a casa, sí, sí, por aquí, doblando el chaflán... (Tropieza, están a punto de caer al suelo sus grandes lentes graduadas.) Gracias, qué amable es usted. Si se llegan a romper... ¡Qué sería de esta cegata! (Se acopla las gafas.) Aquí, éste, éste es mi patio, gracias, encantada, muy reconocida, adiós... ¿No se va? Hemos llegado. ¡Ajá! ¿Quiere dejarme la compra a la puerta del ascensor? ¡Dios mío! Qué ingratos somos con nuestro tiempo. Incomunicación, insensibilidad a lo ajeno... Si vas doblada por el peso de la compra, es tu problema, y mira por dónde... Ah, sí, gracias, llegamos al ascensor, pues bien, ahora habrá que despedirse, ¿qué significa decir adiós? Hay diversas formas de decir adiós, ¿verdad? Adiós a las armas, Hemingway, ¿curioso, no? ¡Vaya con Dios, mi vida! King Cole, ¿recuerda? ¡Adiós mi dinero! ¡Adiós, se nos apagó la luz!... Mi esposo, ¡en fin!, mi ex decía que yo era la mujer perfecta si no fuera por mi incontinencia verbal. ¿En qué quedamos? ¿Soy o no soy perfecta? Contradicciones de él, ¿sabe? Mi ex es un manojo de paradojas... pero, ¡caramba! Si estamos subiendo ya en el ascensor... ¿Por qué se molesta, buen hombre? Yo hablo y hablo y ¿quiere creerme? Ni siquiera me di cuenta del vuelo del ascensor, no, si él, mi ex, al final tendrá razón, bueno, una pizca, ¿eh? Por cierto, ¿oyó las noticias de Todonoticias? Mañana, este fin de semana, lloverá a cántaros, ya ve, y yo preparando el biquini para ir a la playa y broncearme con este sol abrileño y mediterráneo, caprichos de don Tiempo, ¿verdad? Esta es mi puerta, deje, por favor, las bolsas junto al felpudo y encantadísima de haber tropezado con un señor como usted, que cede su tiempo a mujeres desconocidas saliendo como unas burras del supermercado. Adiós. (Tiende su mano, él se la estrecha, sin soltar.) ¡Oiga! ¿No me diga que tiene nostalgia de que nos despidamos? ¿Sabe? Bajaré la voz, es por la vecina, quizá nos espía por la mirilla, su debilidad es observar sin ser observada. Yo, yo también siento decirle adiós, me cae usted muy bien... (Lo observa de soslayo desde su timidez) Tan delgado, silencioso con aires de pájaro sin árbol fijo volando por su cuenta... Bien, adiós... Gracias por soltarme la mano, tiene usted las manos temblorosas... ¿Necesita sosegarse de algo o de alguien? Quizá un fugaz cigarrillo calme sus nervios. ¿Sí? (Sonríe ella.) Pues... no, sé, pase, ¿no? Venga, venga por aquí, a la cocina, ahora que vivo sola la cocina es mi nido cuando esta palomita pica el maíz... ¿Negro o rubio? Tome, me gusta el tabaco fuerte. ¿Nos sentamos en los taburetes? Y ahora que pienso, no abrió la boca, ¡ah!, ni siquiera sé qué voz tiene, ¿aguda, más grave? Ja, ja, ja. Qué indiscreta soy. Pero... me gustaría saber su nombre, su profesión, si está atado o disponible, ja, ja, ja. Qué bromista, debe de ser el humo del tabaco, la nicotina sube como un rayo a mis neuronas. ¿Y ahora por qué tan serio? ¿Le ocurre algo? ¿Por qué me mira fijamente? Palideció de repente... Será, será mejor que nos despidamos ya, eh... Le acompaño a la puerta... ¿No se mueve? He dicho que le acompaño... Es que espero a un amigo, ¡ejem!, es mi abogado, no, no, no, no tengo un lío con mi abogado, no vaya a pensar, es quien tramita el divorcio. Mi marido es... no, no, nada posesivo, debo admitirlo, es muy serio, formal, riguroso con sus moscas, ¿no se lo dije? Las moscas son su materia prima de trabajo, habrá oído hablar de esas moscas del vinagre, no, casi hermanitas nuestras, con su ADN tan similar y todos esos chismes que nos cuentan los biólogos. (Pausa.) ¿Hablo demasiado, eh? Y muy rápido, claro... Sólo que un día hube de admitir que a él le interesaban más las moscas que yo, y fue duro el trago, no crea. Nunca creí que mi competidora sería un insecto, de veras. (Pausa.) Sí, me quedé hueca, ¿decía algo?, no clueca, que no soy hembra de ningún gallo, pero odio el vacío, tengo alergia a todo lo que remite a vacío, detesto hasta una botella vacía, sí, de veras, enseguida la echo al contenedor de cristales. ¿Quién dijo que un cántaro está hecho para tener agua? ¿Y que está vacío cuando contiene aire? ¿Quién lo dijo? Quizá usted oyó hablar del tipo de los cántaros vacíos... (Pausa.) Dígame, ¿usted también combate el virus del vacío? Yo lo hago con la pintura, recibo clases... (Suspira.) Venga, sí , usted, venga conmigo, muy bien, así, sígame, por el pasillo, aquí, a la derecha, ¿qué le parece mi pequeño estudio? ¿Sabe? Soy feliz ante un caballete. ¿Qué le parece la silueta del cuadro? ¡Ejem! No me dio tiempo a vestirlo, ¿cree que se me puede resfriar? Ja.Ja.Ja. ¿Usted no ríe? Esa figura en claroscuro, ¿no es para reír, eh? ¿Qué le parece el tipo? Yo sólo pinto hombres, ¿curioso, no? Y nunca se lo dije a mi psicoanalista, se me olvida, ¿quiere creerme? (Pausa.) Ah, yo creo en la intuición creadora, que llega y hace ¡bum! Y revoluciona tu neurona, tu minuto, tu sentimiento, tu idea, tu pasión, tu ánimo, ah, ese dulce intruso acaparador que pone patas arriba un pedazo fugaz de tu existencia... (Suspira.) Qué sería de mí sin mis óleos. Creo estar oyendo al profesor Vivons con su voz de bajo y sus advertencias... (Otro matiz.) No me hagan realismo de fotocopiadora, no olviden lo que señaló Renoir: una mañana se nos acabó el negro y nació el impresionismo. ¿Le gusta a usted Renoir? Pobre Renoir, con su artritis, con sus pinceles atados a la mano para que otra mano ajena guiara su fantasía visual... Ah, yo siento debilidad por la figura humana... ¿Imagina a las pintoras del último tercio del XIX pintando hombres desnudos? Las hubieran lapidado, ¡seguro! (Suspira.) Pero hoy somos palomas de alas extendidas. Salimos del gueto, de pintar sólo bodegones y otras gaitas. ¿Lo duda? Pues pase ahí dentro, a mi estudio, y póngase en pelota viva: ¿No se mueve? ¿Cree que utilizo mi estudio de aficionada a las artes para seducir a modelos sin ropa? (Se ajusta la gafas, pero lo mira a hurtadillas.) Usted... usted tiene planta de saber posar. Podría hacerle un retrato, quizá otro día, no me gusta pintar a desconocidos, aunque tengan su talla y sus anchas espaldas... (Observa su reloj.) ¡Vaya hora que se hizo! Y mi abogado está al llegar, tenemos que despedirnos. ¿Imagina si aparece en la puerta y tropieza con usted? Me preguntará y yo no puedo decirle, pues en realidad, no sé exactamente quién es usted. Sí, me trajo la compra del... ¡Oh! Y ahora, adiós. Sí, muy agradecida. ¿Sigue sin moverse? Pero ¿qué quiere? Oiga, ¿no querrá dinero? ¿Tal vez hizo un servicio y quiere cobrarlo? Si es así no es problema... Ahora mismo... (Abre el bolso.) Soy una estúpida. A lo mejor es usted un parado y está en apuros y se ofrece a llevar la compra a las damas que salen del... ¿Por qué deniega con la cabeza? No, no es un parado. ¿No me estaría esperando con otras intenciones? Debí ser más... ¿Esperaba a otra? ¿A mí? ¿Una mujer al azar? ¿Con qué fin? ¿Es un violador? No, no lo es. Soy buena fisonomista, déjeme que lo observe... Me está inquietando... ¿No será un psicópata? ¿Lo es? ¿Me... me eligió como víctima? Otra vez deniega, ¿y por qué no habla? Sigue con la boca cosida desde que lo vi... ¿No será usted mudo? Eso lo explicaría todo. ¿Quizá sordomudo? Entonces no oyó nada de todo lo que he dicho... Estuve hablando conmigo misma, monologando. ¿No entendió nada de lo que dije? Está excitando mis nervios... ¿Quién es usted? ¡Hable por el amor de Dios! Sí, hable y diga como se llama al menos... (El desconocido de forma inesperada reacciona y mueve los labios.)
DESCONOCIDO: E... E...
CARMEN: Siga, siga...
DESCONOCIDO: E... E... mi...
CARMEN: ¿E? ¿Mi? ¿Emi...?
DESCONOCIDO: Emi... Emi...
CARMEN: ¡Se llama usted Emilio! ¿Por qué vuelve a denegar? Lo veo un poco desaliñado... y es un pelín más moreno que...
DESCONOCIDO: Emi-gran-te.
CARMEN: ¿Emigrante? ¿Querrá decir inmigrante? ¿Extranjero? ¿Acaso un sin papeles?
DESCONOCIDO: Sin-pa-pe-les.
CARMEN: ¡Oh, Señor! (Pausa.) Si sólo se trata de papelorios... (Abre el bolso, extrae la billetera, saca un carné tras otro, tarjetas de crédito, otras credenciales, sin quitar los ojos de la cartera.) Yo no sé qué hacer con tanto papelorio y usted en cambio... (Lo observa de reojo.) Todo en usted es liviano, y va por la vida...
DESCONOCIDO: Sin-pa-pe-les.
CARMEN: ¿Y qué es lo que quiere? ¿Y habla otra lengua? Sí, lo afirma, habla otra lengua. (Suspira.) ¡Señor! Todo se va clarificando.
DESCONOCIDO: Sin-pa-pe-les.
CARMEN: ¿Y por qué vino tras de mí?
DESCONOCIDO: Pa-pe-les.
CARMEN: ¿Qué quiere usted de mí?
DESONOCIDO: Co-mi-da.

OSCURIDAD