El sombrero de Rimbaud

Minimonólogo

Pablo: Ustedes dirán qué hago por la vía pública luciendo un sombrero con un lazo violeta en el ala. Es un sombrero muy personal, ¿no es cierto? (Pausa.), lo acabo de heredar. No, no es el sombrero de Rimbaud, sino de alguien que lo soñó. En fin, mi amigo el poeta Lucas Yescas ha muerto. De modo que doblo la cabeza y ruego, estimado público, le dediquemos un silencio. (Pausa.) ¡Obstinado Lucas! Su mito era Rimbaud, incluso se peinaba como él y hasta murió a la misma edad: 37 años. (Pausa.) Lucas me decía: ¿no te das cuenta, Pablo, todo coincide? Rimbaud y Verlaine eran dos sombras en una, y tú, mi gran amigo, te llamas igual que Verlaine, si está muy claro. Yo llevo a Rimbaud en mis entretelas y tú cada vez te pareces más a Verlaine. (Pausa.) Lucas, ojalá tuvieras el vuelo poético de Rimbaud y yo la lira de Verlaine. (Pausa.) Ah, Lucas cada día deliraba mejor. (Pausa.) En otra ocasión me sorprendió en su buhardilla con... (Pausa.) ¿Oyes, Paul, esa música de mi vecino el violinista que invita a bailar? ¿Me permites? Eso es, qué bien bailas, caro amigo, y mira, observa qué cena preparé bajo la luz de una vela... En fin, es lo que se cuenta de Verlaine y Rimbaud, y la fidelidad impone seguir todos sus pasos... (Pausa.) Lucas, olvídalo y deja de meterte en pieles ajenas. (Pausa.) Una semana después fue él quien me visitó con sus últimas poemas. ¡Ahí lo tienen! (Pausa.) Disfrútalos, Paul, es la mano de Rimbaud quien mueve mi pluma. (Pausa.) Vuelve en ti, Lucas, soy Pablo, no Paul, y tu pluma no la mueve ningún poeta del Novecientos, ¿entendido? Pero Lucas parecía de otra galaxia. Y la cosa iba a más. (Pausa.) Oye, Paul. ¿Qué? He pensado que deberíamos alistarnos en la Legión? ¿Cómo dices? Él hizo algo similar. ¿Él, quién? Rimbaud. ¿O acaso no se alistó en el Ejército colonial holandés y se largó a Batavia? Y luego desertaremos, igual que Rimbaud. (Pausa.) Lucas, Lucas, vigila tu olla o pronto será un nido de pájaros extraviados.. (Pausa.) ¿Por qué me hablas así, Paul? La locura es pura creatividad, piensa en el caballero don Quijote. (Pausa.) Lo admito, estaba preocupado por él, por Lucas. Creo que él se dio cuenta y no volvió a las andadas hasta que un noche de copas, al salir de un café... ¿Oyen el piano? Creo, Paul, que nuestro destino está en un circo. ¿En un circo? Sí, bajo la magia de una carpa. Quizá en el Cirque du Soleil nos den trabajo y daremos la vuelta al planeta, como él. ¿Como él? Sí, como Rimbaud. Sabes que trabajó como intérprete en el Circo Loisset y corrió mundo. (Pausa.) Óyeme, Lucas, estoy intentando concluir un libro de poemas sentimentales y a mí no se me perdió nada en un circo. ¡No tengo alma de payaso! Fue soltar la frase y crisparse. Ustedes son testigos de cómo extrae un revólver de la sobaquera. (Pausa.) ¿Qué haces, Lucas, apuntando a mi tetilla izquierda? ¡No, no dispares! ¡Dios! Menos mal que erró el disparo. (Pausa.) Entrégame el arma.! Eh, Paul, qué me rompes el brazo. ¡La cabeza debía romperte, lunático! (Pausa.) Pensar que con este trasto casi me vuela la cabeza. (Pausa.) Por fortuna Lucas Yescas se borró por un tiempo de mi vista. Durante un mes no supe nada de sus andanzas. ¿Estaría bien? ¿Andaría boca abajo por las aceras? Es un poeta amigo, agresivo, de reacciones peligrosas, pero lo tengo clavado en el corazón. (Pausa.) Un domingo salpicado de lluvia coincidí con él en una sala de arte y subastas. Al verme, se iluminan sus ojos. (Pausa.) Ven, Paul, pongámonos bajo la luz de aquel cuadro y hablemos. No estarás enfadado por el disparo, ¿eh? ¿Tú qué crees? Debía hacerlo, tenía que saldar ese agravio. ¿Qué agravio? Verlaine disparó en una ocasión contra su amigo Rimbaud, es un hecho objetivo, en el Novecientos disparaste contra mí, tenía que devolverte el tiro. Ahora estamos en paz. (Pausa.) Creo, Lucas, que deberías ir a un psicoanalista de urgencia. Lo haré, pero antes debo ir al dentista, y ahora escucha. Le estoy fallando a Rimbaud. Soy fiel a su poética y mi prosa se acerca a su estilo, pero olvidé la otra cara de Rimbaud, el Rimbaud de los negocios. Sí, Paul, debemos irnos de negocios a África, quizá hagamos fortuna con el café, con el marfil, Rimbaud soñaba en la riqueza. La riqueza debe estar en manos de los poetas, son los que mejores pueden administrar el vil metal. Además, Rimbaud lo intentó y fue un frustrado hombre de negocios. Yo barreré esa frustración. ¿Hacemos el equipaje, amigo Verlaine? Marinero, un sueño de arrecifes te espera, yo me quedo en tierra. ¿Luego no quieres embarcarte? No, Lucas. Lo siento por ti, Paul, podrías hacerte rico, en fin, ya tendrás noticias mías. ¿Un abrazo? Por supuesto, Lucas, y cuídate en África. (Pausa.) Sentí su marcha, hasta eché de menos sus desatinos y pasaron los años y no tuve noticias del clon de Rimbaud. ¿Cómo le irían sus negocios de marfil y del café? (Pausa.) Hasta que de pronto me llamaron de una notaría con una noticia que heló mi sangre. Lucas se hizo rico en África, pero murió de malaria y como herencia me deja su sombrero y una carta. También en el testamento ruega que informe personalmente a sus parientes de la fortuna que les deja. (Pausa.) Quiero que seas testigo de excepción de la felicidad que provocas en el ánimo de mis herederos, no me defraudes, amigo mío. (Pausa.) Qué putada gasta el azar. Éramos dos solitarios del casco histórico que se ganaban la vida vendiendo poemas de amor a los enamorados que se besaban en parques y cafés. Y para colmo el obstinado hace fortuna en África, ¡increíble!, y logró lo que no pudo su admirado Rimbaud, y respecto a mí, en vez de regalarme un puñado de diamantes, me deja su sombrero y el encargo de anunciar a sus herederos la fortuna que les cayó en suerte, familiares a quienes apenas veía y trataba. ¡Destino burlón, debería romperte las narices! (Pausa.) De modo que eché un vistazo al listado de herederos con sus direcciones y empecé por... ¿Cómo dice? ¿Qué el señor que se introduce en el Audi es quién busco? Gracias, muchas gracias, y eh, oiga, usted, señor Pozo, ¿puede atenderme un momento? Vea, está en la lista, observe. ¿Que no le importune? Verá, es que su primo Lucas, ¿pestañea? Sí, hombre, el pariente que se creía Rimbaud... ¿Urgencia? Tiene prisa. Espere. ¿Me permite que suba en su deportivo? Oh, gracias, qué amable. ¡Cuidado!, no acelere tanto que nos vamos a... (Pausa.) Como le decía... Lucas era consciente de que Rimbaud fracasó en África y... (Pausa.) Oiga, ¿usted, con ese sombrero tan estrambótico, en realidad qué pretende? ¿Yo? Cumplo las última voluntades de... Y yo tengo una reunión con mis socios. Son muy estrictos. ¡Oh, lo imagino! También fui joven, lo comprendo, hay que ganarse el pan, pero la empresa está al borde de la suspensión de pagos y haría falta una inyección de euros frescos... (Pausa.) Él seguía los pasos de Rimbaud y... Ea, tome el periódico y dígame cómo se despertó la musa, si hombre, la Bolsa. ¿Deprimida? ¿Tentadora? Pues aquí los analistas dicen... ¡Déjelo! Además, lo que usted ofrece ya lo tengo. ¿Decía? ¡Eh, cuidado que atropella a...! ¿Va a darme clases de conducir? Disculpe, ¿y dijo que ya tiene lo que yo le ofrezco? Por supuesto. ¿Usted es un vendedor de aspiradoras, no? ¿Aspiradoras? ¿Yo? En algo tendrá que ganarse la vida. ¿Qué marca dijo que era? Ah, sí, una Rimbaud. Pues lo siento amigo, le acabo de comprar un robot doméstico a mi mujer y... ¿sabe lo que hizo?, se lió con él, ja ja, no, es una broma. Lo que hizo fue encerrarlo en el trastero, sí, sí, al robot. De manera que si ahora le llevo una Rimbaud, la metería en la leñera. ¿A Rimbaud? Ella es muy visceral. (Pausa.) Oh, yo hablo con un tipo-burbuja de esos que ni ven, ni oyen, ni sienten el latido del universo y sólo dialogan con su ombligo. Amigo, ¿de qué ombligos habla? Hablo de África, de su primo Lucas, fiel a Rimbaud, que buscó fortuna y... (Pausa.) ¿Qué chismes me cuenta?, tengo una crisis financiera del diablo, y usted se sube a mi coche, lo atiendo con buenas maneras e insiste en venderme una Rimbaud y... (Pausa.) Señor, vengo de la notaría, su primo Lucas, por mirarse en el espejo de Rimbaud, logró amasar... ¿Qué hora es? ¡Oh, mis socios estarán que echan chispas!, y usted, condenado sujeto, sigue machacándome los tímpanos con una Rimbaud... ¡Cuidado, no frene a lo bestia! ¡Y encima soy objeto de insultos! Bájese de inmediato de mi coche o telefoneo al 091. De acuerdo, cálmese, no hace falta que llame... Ahí lo quiero ver, ¡en el puto asfalto! (Pausa.) Ustedes son testigos, el tipo se larga sin enterarse que el poeta lírico de su primo le dejó un montón de pasta para su crisis económica y él en cambio... ¡Aspiradoras! ¿En qué mundo de burbujas nos tocó vivir?

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