El que robó a mi mujer

Versión musical de Pigmeos, vagabundos yomnipotentes

Obra completa

Dos actos

Personajes

Pliston
Romo
Classo
Ada

Acto primero

El vagabundo dormita sobre el banco de un parque, usando como almohada un fajo de periódicos. Más tarde es observado por Pliston: un tipo de inmaculada elegancia, con bastón, sombrero y libro en la mano, que entreabre mientras reposa la nalga en un extremo del banco. Luego interrumpe la lectura para clavar los ojos en el público, sin un pestañeo.

PLISTON: Me llamo Pliston. (Mirada al pordiosero.) Señor Pliston. (Mirada al pordiosero.) Es intolerable. (Ingresa en la lectura para estremecerse a cada ronquido de Romo.) Señor, señor, sea usted quien fuere, venga de donde viniere, sea humilde o prepotente, introvertido, extrovertido, trisexual, sea quien fuere, ¡incorpórese! (Pausa. Al público.) Excúsenle, puede ser hoy su día de fiesta, o puede ser un loco, o un sonámbulo... (Romo ronca con violencia.) Inaguantable, imperdonable, increíble e insospechado. (Gira alucinado en torno al banco.) Señor, señor, está usted ofreciendo un espectáculo. ¿Por qué no despierta?

(De súbito, Pliston se pone a cantar y bailar.)

Música

No debo fiarme ni confiarme, y
sondear al gandul sin pasarse.
Hay que indagar en su identidad,
y saber el nivel de su calidad,
y empadronarlo y etiquetarlo,
y además sellarlo y registrarlo
y si es necesario archivarlo.

Este tipo es muy raro,
tiene ojos de urogallo

Aunque tú, Pliston, no debieras
meterte en camisa de once varas.
Luego todo son líos, y más líos,
y superlíos, y revoltijo de hilos,
y a ti no te chiflan los líos.

Este tipo es muy raro,
tiene ojos de urogallo.

(Cesa la música. Ensimismado.)

PLISTON: Sólo que sueñas en fundar la Asamblea de Técnicos Itinerantes para yerros, torceduras y otros naufragios humanos... (Huyendo de su personal éxtasis.) Prosigamos... pelo largo, desgreñado, orejas inmundas... (Lo huele. Al público.) ¡Uf! ¿Huele a inmundicia? ¿Es una ruina que apesta? ¿Un...? ¿Un...? (Recoge un sombrero del banco.) ¡Vaya sombrero! Y qué botas, madre mía. ¿Donde irá este descarriado con tan monumentales botas? ¿Será una compensación a una deficiencia? ¿Una compensación a una frustración?

(Romo se alza del banco con dulzura, oteando el fulgor de la mañana con la paz anidada en el rostro.)

ROMO: Qué deliciosa, suave y fresca mañana de primavera... Cómo pían los locos verderoles... (Observando a Pliston.) ¿Oíste el canto del chamariz?
PLISTON: ¿Qué chamariz?
ROMO: ¡Chitón! Le da réplica un pardillo. Anuncia la nueva sociedad.
PLISTON: ¿La nueva sociedad?
ROMO: Bien, pardillo, hay que reivindicar, píaselo a los demás.
PLISTON: ¿Reivindicar? ¿Qué hay que reivindicar?
ROMO: El nuevo orden del hormiguero.
PLISTON: ¿Qué... qué dice?
ROMO: ¿Ve este sombrero?
PLISTON: Raído, hecho un higo.
ROMO: Lo lució Malatesta, lo adquirí en el rastro.
PLISTON: ¡Malatesta era un malasombra!
ROMO: ¿Oye? ¡Oh, condenado pardillo! Estás en tu momento cumbre.
PLISTON: ¿Par-di-llo?
ROMO: Calla, hermano y oye la respuesta del jilguero. ¿Sabes? Este año arrasó con sus trinos. Es el número uno en ventas.
PLISTON: ¿Seguro que se encuentra bien? ¿Que no se ha fugado de...?

(Romo inicia unos ejercicios gimnásticos.)

ROMO: ¡Uno, dos! ¡Uno, dos!

(Pliston corre tras él, tropieza, va al suelo, también el libro, y se le cae el sombrero.)

PLISTON: ¿Qué hace ahora? ¿Qué perpetra? (Al público.) ¿Será un incendiario? ¿Un poeta de la contradicción?
ROMO: El agua, la fuente.
PLISTON: ¿Qué agua? ¿Qué fuente?
ROMO: Perdona, hermano, pero tengo legañas en los ojos y...
PLISTON: ¿Acaso va a darse un baño turco en un parque público?

(Romo se aleja hasta la fuente y, emitiendo alaridos, se da un chapuzón.)

PLISTON: Siento infinita compasión por el ciudadano del parque y es ciudadano del parque porque tenemos parques, si no acabaría como mi gato: sin casa, plato y amo.

(Regresa Romo con un melocotón, y al lado de Pliston.)

ROMO: Amigo, ¿quieres uno?
PLISTON: Lo mismo es su desayuno.
ROMO: (Entresacando los forros del bolsillo del pantalón.) Qué remedio.
PLISTON: ¿Es usted un loco macrobiótico?
ROMO: Es mi lema: vivir y no devorar a nadie para sobrevivir. ¿Entiendes?
PLISTON: ¡Claro que Pliston entiende! Ya empieza el tanteo, que no acabe en cachondeo. (Pausa.) ¿Será un vagabundo con una flor libertaria en el sombrero?
ROMO: Debe oírme, caballero.
PLISTON: ¿Oírle, caballero? Usted sería un vela temblorosa si supiera quién es Pliston cuando se viste y calza y va de paseo con el intelecto abierto y el ojo entreabierto.
ROMO: ¿Y si tuviera por deporte leer en el libro del rostro humano?
PLISTON: Lea libros reales y sumérjase en la realidad. Tome.
ROMO: Pues toma.

(Intercambian un libro con gesto circense.)

PLISTON: ¡Ah! ¿Pero usted lee? (Pausa.) Veamos "Lo que aprendí en la vida". Ángel Pestaña, 1933. (Pausa.) ¿Por eso pestañea tanto, eh?

(Recupera su libro a la par que devuelve el de Romo, como si fuera un juego de payasos.)

ROMO: ¡Oiga! Yo en cambio casi no vi ni la portada.
PLISTON: Un millón de ejemplares.
ROMO: ¿Se titula así? ¿En serio?
PLISTON: Claro que en serio.
ROMO: Déjeme echarle un vistazo.
PLISTON: Aquí quien analiza es Pliston, quien examina es Pliston, y quien está autorizado por la Asamblea de Integradores Invictos es monsieur Pliston. (Pausa.) Esta es mi tarjeta, guárdela y no la pierda.

(Bajo una pirueta dan fin a la coreografía.)

ROMO: Pero ¿a cuántas enigmáticas sectas estás afiliado?
PLISTON: ¿Sabe quién es? ¿Qué refleja? ¿Qué simboliza? ¿Qué supone para la ciudad?
ROMO: Dímelo.
PLISTON: Mmm.
ROMO: Pero sin romper tu paz.
PLISTON: Mmm.
ROMO: ¿De veras no quieres un melocotón?
PLISTON: ¡Rayos, no!
ROMO: Adelante, pues, hermano Pliston.

(Canta Pliston.)
Música.

PLISTON: ¿Sabe qué es, quién es?
Lo voy a descifrar de una vez.
Usted, con toda su tramoya,
y su imperial desarraigo
es un auténtico pelagatos.
Es una culpa, y un desliz,
y una caída, y un infeliz.
Por favor, presunto acusado,
no juegue a libertario
Es consejo de magistrado.

(Pausa. La música se va con otro viento.)

ROMO: ¿Y bien?
PLISTON: Desde la niñez me diseñaron para ventilar casos como éstos.
ROMO: ¿Qué casos?
PLISTON: Su caso. Porque su bárbaro calzado es un caso.
ROMO: Eran de saldo, lo compré...
PLISTON: No me diga que son las botas del biznieto de Bakunin.
ROMO: ¿De qué habla?
PLISTON: ¿Acaso su primitiva melena no es un caso? También su alcoba en pleno parque. (Pausa.) Usted es un magistral problema para un arreglista de desarreglos individuales.
ROMO: Mira, hermanito, tengo faena. No olvides que soy un fabricante ambulante de cañas de pescar. (Agitando la diestra.) Feliz día.

(Pliston observa cómo Romo se vuelve y trajina con las cañas.)

PLISTON: No me dé la espalda. Nadie dio jamás la espalda a Pliston.

(Romo hojea periódicos mientras canta.)
Música

ROMO: Tengo que leer este papel,
y luego a la huida del sol
ir a la pesca del salmón.
Qué horas de dulce armonía
donde la música del silencio
te invita hacerle compañía.
Amigo, ¿con él tienes citas?
La agresión al medio urbano
nos lo está haciendo trizas.

(Un silencio. Pliston extrae pluma y papel.)

PLISTN:¡Ajá! ¿Me permite que tome notas? (Cabecea Romo.) ¡Oh, me permite! (Recelosísimo.) ¿Y por qué tiene que leer tanto periódico?
ROMO: ¿Es una pregunta seria?
PLISTON: Pliston no es una cacatúa.
ROMO: ¿Y cómo diablos quiere que me salgan sentadas eficaces?
PLISTON: Repítalo.
ROMO: Sentadas eficaces.
PLISTON: (Tomando notas con rapidez.) ¿Dónde se sienta usted?
ROMO: Más o menos donde se comete un atropello.
PLISTON: ¿Atropellos de circulación?
ROMO: Atropellos humanos.
PLISTON: Pero, pero... usted es un bardo del parque.
ROMO: Soy un pacífico ser nacido para... Sí, tal vez sea una simple y jodida nalga aposentada.
PLISTON: ¡Me dejó sin oxígeno en los pulmones! (Respira.) Y la prensa que amontona y lee.
ROMO: Mi brújula, a veces.
PLISTON: Pero ¿quién demonios es usted?
ROMO: No lo sé.
PLISTON: ¿Y esas sombras que roncan en el parque?
ROMO: Radares, como yo.
PLISTON: Luego ¿es usted un técnico como Pliston?
ROMO: Me sobreestima, señor Pliston.

(Pliston adopta aires de un tenor de cartel, y canta.)

PLISTON: Este técnico ambulante me dejó sin carburante. Expone su utopía con un rigor que parece Dios. Nuestro final de siglo da hijos que parecen pijos y de la crisis son hijos. Debo decirlo a la Liga pero ignoro a cuál. A la Champion League ni hablar. La civilización flaquea nuestra ética se marea, y Sumos Guías se cabrean. En medio del berenjenal asoman narices bakunistas al margen de lo terrenal. Y amenazan poner la nalga en medio de la vida para acabarla de arreglar.

(Silencio. Entonces Romo, al abrir un periódico, es interceptado por Pliston, que se pone los lentes.)

ROMO: De acuerdo, lee tú, pero en voz alta.
PLISTON: (Leyendo.) ¿Aspira usted a progresar? ¿Es usted un ser nacido para el éxito?
ROMO: Otro texto.
PLISTON: Disculpe. Todo resulta tan imprevisto.
ROMO: Lee.
PISTON: Me urge materia humana, ya sabe, materia prima para modelar.
ROMO: ¡En voz alta!
PLISTON: (Leyendo.) La guerra es un negocio. Padres, inviertan a sus hijos.

(Enmudece Pliston al oír una voz familiar.)

CLASSO: (Su voz.) Pliston, Pliston...
PLISTON: Esa voz.

(Del fondo del parque surge Classo, de aspecto glotón y ostentoso en la vestimenta. Brilla un clavel rojo en el ojal de su americana.)

CLASSO: Pliston.
PLISTON: ¡Oh, qué pálido estás, Classo! (A Romo.) Disculpe, es mi amigo Classo. (A Classo.) Siéntate aquí, en el banco, por favor, y trata de relajarte.
CLASSO: (Sudando y resoplando.) Qué desastre, qué ruina.
PLISTON: Ahora cuéntamelo todo, pero a modo de meditación trascendental. (Reparando en cómo Classo fisga a Romo.) ¡Ah! Voy a presentarte a un malabarista de la sentada, a un hombre del parque, a un...
CLASSO: ¿Es una broma? No estoy para bromas.
PLISTON: No es una broma, Classo, se trata de una pieza exótica del museo de la vida, que se averió, si quieres, pero...
CLASSO: Yo le doy limosnas a un mendigo, pero no mi mano.
PLISTON: ¿Qué te pasa, Classo? Pareces un cadáver vendiendo pólizas contra la vida.
CLASSO: (Señalando a Romo con desdén.) Pero esto...
PLISTON: Es un artista manual de caña brava.

Música

CLASSO: Se fue el mayordomo,
y ella lo veneraba,
pero ahuecó el ala.
Y el muy pillo
no dijo ni pío.
Nuestro hogar era
un cuadro infernal.
Y Ada concedió una
tregua para traerlo
y volver a verlo.
De lo contrario,
llega el desastre, y
todo se va al traste.
Ya no lo puedo dudar:
Me cazó la fatalidad,
me hirió la adversidad.

PLISTON: (Cantando a su vez.)
¿Qué clase de adversidad?

CLASSO: Demanda de separación,
notas sombrías a los medios
de comunicación.

PLISTON: No recuerdo al criado,
apenas tu mansión pisé.
Descríbemelo, pues.

CLASSO: Tenía porvenir.
Era una obra maestra
a la hora de servir.

PLISTON: ¿Y qué medios utilizaste
para cazarlo al instante?

CLASSO: Fui de aquí para allá,
recorrí aeropuertos
agencias de viajes, y
se esfumó en el aire.
No hay huella de él ni
por tierra, mar o aire.
Se evadió como un humo.
Tal vez fue a esquiar
a la nieves de Suiza
o las costas de Ibiza
con aristócrata viuda.

(Fin de la coreografía.)

PLISTON: Romo, ¿me permite un breve paréntesis?
ROMO: Tienes suertecilla, hermano, gorjean los pinzones.
CLASSO: ¿Qué pinzones?
PLISTON: Sí, ¡Qué pinzones! (Pausa.) ¡Oh, Classo! Me sorprendes en un momento crítico, tu caso me interesa, ¡Más!, me arrebata, pero mi mente metafísica ancló en... (Observa a Romo con rabioso éxtasis.)

Música.

CLASSO: Soy un águila humana,
un lince extraviado.
No me dejes de la mano,
oh, técnico amigo
de problemas humanos.

PLISTON: Por favor, que me
arrebatas la razón.

CLASSO: Tú, Pliston,
aislas al ser,
detectas
sus males
y los barres.
Sí, los barres
ipso facto, y
sin entreactos.

PLISTON: Me has emocionado, Classo, lo has hecho. Sí, lloro, lloro. ¡Oh, que diarrea espiritual tan loca! Por fin lloro por el hombre.

(Pliston extrae un frasco con la esperanza de cosechar una lágrima.)

CLASSO: Investiga en mí, Pliston, analiza, experimenta, saca y entresaca vivencias y saberes de mis miserias. ¡Hazlo, Pliston!
PLISTON: Qué llanto más torrencial, qué cascada de lagrimones.
CLASSO: Seré tu conejito de indias, tu animalito de laboratorio. ¡Sálvame, Pliston, sálvame!

(Romo da los últimos retoques a una nueva caña de pescar.)

ROMO: ¿Qué les parece? La doy por buen precio.
PLISTON: Ni una mezquina lágrima. (Volcando el recipiente.) Ni una.
CLASSO: Ayúdame.
PLISTON: Es todo tan imprevisto. (Endiosado.) Veamos si hay una plaza vacante en mi intelecto para tu asunto.
ROMO: ¡Caracoles! Un canario suelto. Cómo pía el afortunado.
PLISTON: Cojamos el toro por los cuernos. ¿Aseguras que era increíble tu mayordomo?
CLASSO: ¡Ajá!
PLISTON: Descríbemelo.
CLASSO: Leal y original.
PLISTON: (Reflexionando.) Dime, Classo, ¿era esbelto?
CLASSO: Como una palmera.
PLISTON: ¿Acaso un dandi con librea?
CLASSO: Ada era una eterna gata en celo.
PLISTON: ¿Llegaron a...?
CLASSO: ¡Pliston!
PLISTON: Disculpa.
CLASSO: Pide el divorcio, la separación de bienes...
PLISTON: Serénate.
CLASSO: ¡Oh, Dios mío! Qué fatalidad.
PLISTON: Y ahora, ¿qué falta para...?
CLASSO: ¡Una hora! Sesenta viles minutos...y mi momento fatídico habrá llegado.
PLISTON: ¿Seguro que sesenta minutos?
CLASSO: Se metió en la cama, con el despertador en la mano, y junto al teléfono, aguardando oír el fatal timbre del reloj para hundirme.
PLISTON: Hay que tener fe, Classo... (Comienza a girar por el banco a ritmo demencial, secundado por Classo.) Fe en el cerebro perfecto del homo sapiens, fe en la técnica y en la ciencia, en las altas matemáticas y en la telefonía móvil, en los trasplantes de córnea y en las estaciones espaciales.
CLASSO: Qué gruñes, qué gruñes.
PLISTON: Sí, Classo. Hay que tener confianza en el acá y en el allá, en la telepatía y en los internautas, en el Tai-Chi y en la moral de hierro, pero nunca en los alquimistas que sueñan en diseñar mundos sin gobierno.
CLASSO: (Sin cesar de perseguirlo.) Qué berreas, qué berreas.
PLISTON: Hay que tener fe en las autopistas y menos en los automovilistas, fe en las latas de conserva, pero no en el caos reivindicativo.
CLASSO: La hora. ¡La hora!
PLISTON: Hay que ser esto, más que aquello, hay que negar y luego afirmar que lo negado afirmado está.
CLASSO: Detente. Frena ¡Es la hora!
PLISTON: No hay que jugar al tenis con las putas, tampoco guiñarle un ojo a la mujer del prójimo. ¡Ah! ¡Ah! Pero sí hay que regalar un ojo a un ciego, una pierna a un cojo, un brazo a un manco, un testículo a un castrado, una Sex Simbol a un reprimido. Hay que poner un candado a las palomas mensajeras.
CLASSO: ¡La hora!
PLISTON: Hay que motivar a orinar a control remoto. (Desfallece.)
CLASSO: ¡Pliston! ¡Pliston!
PLISTON: (Rehaciéndose.) Hay que... (Se tambalea.)
CLASSO: ¡Pliston! ¡Pliston!
PLISTON: Hay que hacer el amor a oscuras y con sombrero de copa. Hay...

(Se desploma en el banco, mientras Classo lo abanica con el sombrero.)

CLASSO: Pliston.
PLISTON: ¡Hum!
CLASSO: Chiquitín de tu madre.
PLISTON: ¡Hum!
CLASSO: (Voz ronca.) ¡Levántate, carajo, que es la hora!
PLISTON: (Brincando.) Ya... Ya... Entiendo. Comprendo. Me ubico. Soy consciente. (Señalando a Romo.) ¿Y ése quién es? ¡Ah, sí! Materia prima para un reformador. (Pausa.) Claro, claro, tu hora. (Pausa.) Ya respiro. (Pausa.) Y oigo un chamariz.
CLASSO: ¡Pliston!
PLISTON: Excusa, disculpa. (Pausa larga.) Tú, Classo, buscabas a tu mayordomo, ¿no?
CLASSO: (Tez resentida.) ¿De veras?
PLISTON: Aunque estás persuadido de no hallarlo, ¿cierto?
CLASSO: ¡Cierto!
PLISTON: Salvo que busques un sustituto tan leal y original como el que se fugó a los Alpes.
CLASSO: ¿Qué insinúas? ¿Qué pretendes, di?
PLISTON: Medítalo a fondo. ¿Me otorgas plenos poderes?
CLASSO: Sálvame.
PLISTON: Romo.
ROMO: Llegó mi hora de subrayar con lápiz verde los desaguisados del día.

(Coge un periódico y lo entreabre.)

PLISTON: ¡Romo exclamé!
ROMO: Estoy atareadísimo.
PLISTON: Responda a Pliston: ¿acaso no hay heterogéneos estilos de sentadas allá donde se instala la ausencia de libertades?
ROMO: Por una vez coincidimos, hermanito.
PLISTON: ¿Me concederá una sentada especial en un hogar tortuoso?
CLASSO: Un momento. ¡Un momento! (Examinando a Romo con repugnancia.) Pliston, ¿no irás a...?
PLISTON: Y tú me concediste plenos poderes.

(Classo va a replicar, pero al brotar un ritmo, duda y canta.)
Música.

CLASSO: Este escombro,
esta cosa vil,
¿acaso puede
sustituir a Filip?

PLISTON: Classo, no seas rudo
y supera las náuseas
que te provoca este
transeúnte barbudo.

CLASSO: Pliston, capaz eres de
pedir que le dé un beso.
Maestro, pides en exceso.

PLISTON: Dime, Classo,
¿acaso no tiene
un carácter resuelto
este señor esbelto?

CLASSO: Quizá,
tal vez,
no sé.

PLISTON: Se me ocurre algo:
que de Saint Germain
venga tu modisto y
nos lo deje listo.

CLASSO: Quizá,
tal vez,
no sé.

PLISTON: Si calzara zapatos
de piel de cocodrilo,
y se sonara la nariz
con tus pañuelos de hilo.

CLASSO: Lo pido una vez más:
Pliston, calla ya,
que voy a desbarrar.

(Deja de oírse la música, y se miran de hito en hito.)

PLISTON: Insisto en que Romo es una arquitectura.
CLASSO: Estás chiflado.
PLISTON: Un mozo bien parido que...
CLASSO: ¡Qué!
PLISTON: Somos eunucos a su lado, Classo. No quieres asimilarlo. Y tu Ada. Tu caprichosa Ada...
CLASSO: Pero este sujeto es una burbuja de jabón.
ROMO: Yo soy más real que ustedes dos juntos. Vean.

(Muestra una guía de teléfono.)

PLISTON: ¿Qué hay que ver?
ROMO: Veamos... ustedes aquí no aparecen.
CLASSO: Claro. Figuramos en el Anuario del Gran Mundo.
ROMO: Pero en la guía de teléfonos ustedes dos no son nadie.
PLISTON: ¿Qué insinúa?
ROMO: Vengan, acérquense, sí, lo dos, (Hojea el listin.) ¿Empezamos por la "c" de Classo?
CLASSO: Es una vejación. Dudar de mi presencia.
ROMO: Veamos, c,c,c, clínica dental, veterinaria...
CLASSO: ¡Oiga!
PLISTON: Déjale, déjale mostrar sus intenciones.
ROMO: Observen.
PLISTON: A ver.
ROMO: Aquí pone Class Pym Woman... y de ahí pasa a Claudio.
CLASSO: Debe tratarse de una omisión involuntaria de la Compañía Telefónica. (Pausa.) Pliston. ¿Cómo es que no aparezco?
PLISTON: En la próxima edición del listín figurarás el primero.
ROMO: ¡Vaya orden el suyo, hermano!
CLASSO: Figuraré el primero.
ROMO: Para eso tendría que llamarse por lo menos Aarón.
PLISTON: Irá en cabeza. Tenemos contactos.
ROMO: Y de usted, Pliston, ni sombra.
CLASSO: ¿Ni tu sombra, Pliston?
PLISTON: Mi Sombra es muy alargada, Classo.
ROMO: Aquí, veamos, Plexiglás S.A., Plisados Pantalones, Plomos S.L... y ni huella de Pliston.
CLASSO: Me estoy deprimiendo.
PLISTON,- Fue un virus, Classo, que atacó la base de datos, ya sabes, los virus van por la red como Pedro por su casa.
CLASSO: Sí, pero no figuras.
PLISTON: Uno figura, luego se desfigura y resurge su figura.
CLASSO: Encima no sabes ni lo que dices.
PLISTON: ¡Oiga usted! ¿Y usted figura? ¡A ver esa guía!

(Pliston y Classo con la guía en las manos se distancian de Romo y la hojean entre trémulos y furtivos.)

CLASSO: Roma, Romero, Romeu...
PLISTO: Déjame a mí, Romay, Romayor, Romín, ¡coño Romo!
CLASSO: Figura, el tipo figura, me va a dar algo.
PLISTON: Bueno, figura de momento, debió haber un espacio en blanco y pusieron Romo, ya sabes, Classo, un roto para un descosido.
ROMO: Cuando hablemos de realidad, maticemos a qué nivel de realidad aludimos.
PLISTON: Además esta guía es de 1949. (A Romo.) Llévela a la trapería.
ROMO. Una fecha mítica.
CLASSO: Es increíble, el legañoso consta y nosotros...
PLISTON:. Vamos, Classo, olvídalo. Tienes un problemón con tu Ada.
CLASSO: ¿Ada? ¿Qué Ada? (Pausa.) Oh, es verdad, rueda de prensa, divorcio...
PLISTON: ¿Confías en mí?
CLASSO: Tengo que fiarme de ti, Pliston. Debo hacerlo.
PLISTON: Ni una palabreja más. (Otro matiz.) ¡Romo!
ROMO: (Subrayando noticias periodísticas.) ¿Así que una sentada especialísima en una mansión infelicísima?
PLISTON: Usted es un activista. Piénselo.
ROMO: ¿Actuar o jugar al escondite?
PLISTON: He ahí la cuestión.
CLASSO: ¡Oh! ¡Oh!
PLISTON: Demuestre que no es un papagayo de parque dominical.
ROMO: No sé... (Recoge las cañas, amontona periódicos.) Es una sentada tentadora.
PLISTON: Personalmente, no creo que le sirva de mucho.

(Romo a modo de botella y copas extrae un botijo.)

ROMO: Por una experiencia más.
PLISTON: (Bebiendo.) Glu. Glu.
CLASSO: Yo me abstengo.
PLISTON: Y por futuras e inútiles sentadas.
ROMO: (Bebiendo.) Glu. Glu.
CLASSO: ¡Oh! No debería permitirlo.

(Siguen bebiendo y se oscurece el parque, al tiempo que suena el tic tac fortísimo de un reloj. Unas luces cenitales alumbran un lecho aislado por insólita telaraña donde se cobija Ada. Ella es un magnífico ejemplar femenino recostado entre multicolores cojines. El reloj despertador no tarda en repiquetear.)

ADA: Ahora te arruino, ambicioso Classo.

(Empuña el teléfono cuando surge Classo, descontrolado.)

CLASSO: ¡Se te ve un seno!
ADA: Ahora verás.
CLASSO: ¡Quieta! (Pausa.) He dicho... ¡quieta!
ADA: (Deslizándose por el lecho como un leopardo.) ¿Filip?
CLASSO: Ese audaz seno es una bofetada a la moral.
ADA: ¿Filip?
CLASSO: Está ahí fuera. (Suspirando.) Deja el seno y tápate el teléfono, ¡no! Deja el teléfono y tápate el seno.
ADA: (Encendiendo un cigarrillo.) Je.Je. ¿Qué hacer? ¿Te hundo como a un viejo galeón? ¿O te destruyo como a un Arlequín de mil chaquetas?

(Ada observa el teléfono, lo acaricia, lo besa, lo palpa de nuevo.)

CLASSO: Pueden... protestar de la centralita.

(De felino brinco, Ada atrapa el cuello de Classo con el hilo del teléfono, mientras cabalga sobre el cónyuge.)

ADA: ¡Oh, Classo! Classito mío, cielo, estás verde y morado y luego te veo lívido y tiemblas, oigo rechinar tus dientes y retorcerse tus huesos, Classo mío.
CLASSO: Por favor, por favor. Es peligroso. Puedes...
ADA: ¿Quién pide cuentas a la poderosa Ada? Con su flotas de yates de recreo en el Mediterráneo? ¿Quién? ¿Eh? No lo oigo.
CLASSO: (Semiasfixiado.) El seno. Soy tu esposo. Tu seno.
ADA: No oigo a Filip.
CLASSO: Titubea en pasar. Pero deja el teléfono, por Dios, déjalo ya. (Histérico.) ¡Y tápate el seno!
ADA: (Galopando encima del cónyuge.) No oigo a Filip.
CLASSO: (Voz gangosa.) Deja que Classo te lo explique, amor mío, dame una oportunidad.
ADA: Ya estás medio fiambre, Classo.
CLASSO: Y te pondré al corriente.
ADA: Es tu final, Classo.
CLASSO: ¡Ag! No sigas apre-tan-do.
ADA: Ada te lo advitió.
CLASSO: ¡Ag! Tengo que inaugurar tres urbanizaciones en...

(Ada sigue estrangulándolo con el cable del teléfono.)

ADA: Estar con un pie en la sepultura te favorece, amor.
CLASSO: Y respecto a lo otro, yo cumplí.
ADA: ¿Ah, sí?
CLASSO: Y el fruto de nuestra luna de miel puede puede encabritarse.

(De una grotesca arca que culmina en forma de trompa de elefante se oyen gruñidos y relinchos.)

ADA: El peque tiene hambre, eso es todo.
CLASSO: No lo dejes huérfano de padre, Ada. ¡Ag! No lo dejes.

(Demencial alboroto alboroto en el arca.)

ADA: ¿Cómo lograste mi embarazo? ¡Habla, alimaña!
CLASSO: (Pateando bajo Ada.) No lo volveré hacer más. ¡Lo juro, ángel mío!
ADA: Pero, ¿cómo lograste hacerle el amor a Ada?
CLASSO: Fue una velada romántica. Una noche de hadas.
ADA: (Tirando del cable.) ¡Falso!
CLASSO: ¡Ag!
ADA: ¿Cómo lograste fecundarme, Classo?
CLASSO: Era una noche de violines. (Pausa.) Y tú y yo Y yo y tú..
ADA: ¿Cómo pudiste seducirme, Classo?
CLASSO: Me sentía el esposo más frustrado. ¡Ay! Tenía derecho. ¡Ay!

(Más gruñidos y relinchos.)

ADA: Mira lo que fecundamos.
CLASSO: ¡Uy! Tiene hambre el retoño, amor.
ADA: Ya comerá. Habla. ¿Cómo fue la violación?
CLASSO: Me auxilió el champán, es tu debilidad.
ADA: ¡Gusano!
CLASSO: ¡Ay! ¡Ay! (Patalea.) Dejaste vacías dos botellas durante una rabieta de las tuyas. ¡Ag! Eso fue todo.
ADA: ¿Habrá más violaciones con champán?
CLASSO: ¡Nunca! ¡Nunca!
ADA: (Ladeando su melena.) Bien. Gruñiste que habías cumplido. ¿Dónde está Filip?

(Afloja el cable y Classo escapa.)

CLASSO: Adelante.
ADA: ¡Filip, dije!

(Y arroja por la trompa del arca hojas de lechuga, una bola de queso, huesos de jamón, coliflores. El arcón se bambolea mientras mastica los alimentos.)

CLASSO: Sólo tenía hambre nuestro Classito.
ADA: ¡Filip, dije!
CLASSO: ¡Adelante, dije!
ADA: Dile a ese desobediente que asome la calavera. Díselo, Classo.
CLASSO: Sí, bellísima Ada, enseguida. ¡Ah, moral, muy moral! El seno en su escondite. Y ahora permite que Classo te ponga en antecedentes.

(Surge Romo, transfigurado. Luce atuendo severo e impersonal y esboza una teatral reverencia.)

ROMO: Señores.
ADA: (Histérica.) No es mi Filip. ¡No es mi Filip!
CLASSO: Filip ya no existe, Ada. Se esfumó. Ahora trágate esta tableta.

(Le ofrece un vaso de agua. Ada, como sonámbula, la ingiere. Luego se nubla su faz y estalla.)

ADA: Dile a ese perro que se largue. ¡díselo!
ROMO: Dígale a esa perra que no ladre. ¡Dígaselo!

(El matrimonio se mira de hito en hito.)

ADA: Dile a ese asno que no rebuzne, ¡díselo!
ROMO: Dígale a esa mula que no tire coces, ¡dígaselo!

(Classo va de Romo a Ada, como idiotizado.)

ADA: Mugre.
ROMO: Negrera.
ADA: Ruina.
ROMO: Mezquina.
ADA: Antiesto.
ROMO: Antiaquello.
ADA: Apagavelas.
ROMO: Siempredormida.
ADA: Majadero.
ROMO: Bruja.
ADA: Advenedizo.
ROMO: Carioca.
ADA: Bellaco.
ROMO: Insípida.
ADA: Diletante.
ROMO: Loquilandia.
ADA: Campanólogo.
ROMO: Nariguda.
ADA: Gigolo.
ROMO: ¡Puta!
ADA: (Boquiabierta.) ¡Clasooo!
CLASSO: Lo...lo...demandaré a los tribunales y le...le...
ADA: (En plena crisis de histeria.) Que lo arrojen a la basura..., que le pongan una camisa de fuerza (Gatea, alocada, por el lecho.) Que lo castren, que lo...

Música.

ROMO: Buenos días, señor,
a sus pies, milord.
Alborea la hora
en que la aurora
despierte a la señora.
Oiga a los pájaros,
piarían con más calor
si al rayar el alba
gozasen de su esplendor.
Qué bella anfitriona,
qué estampa coquetona,
los astros de sus ojos
con su fulgor opalino
me dejan mohíno.

Cuerpo sinuoso,
senos deliciosos,
Es un sueño,
una joya,
el arco iris,
una rosa.

CLASSO: ¿Quién ordenó que
descorra cortinas
tan de mañana?
¿Quién?
¿Y quién que abra
ventanas y balconadas?
¿Quién?
¿Y quién que diga
piropos a su ama?
¿Quién?
Lo demandaré,
¡Sí, lo haré!

(Cesan de cantar.)

ADA: (Absorta.) ¿Y?
ROMO: Qué manos, si las mueve revolotearán como níveas mariposas.
CLASSO: Lo voy a denunciar, lo voy a enrejar, lo voy a desorejar.
ADA: Calla, cernícalo, y déjale que siga, siga usted, señor, hágame el honor.
ROMO: ¿Qué hacen en la mesilla tamañas pesadillas en forma de medicinas?
¡Fuera somníferos! ¡Fuera sedantes!¡Fuera estimulantes!
CLASSO: ¿Cómo osa atropellar la intimidad de mi esposa?
ROMO: ¡Fuera esto!, ¡fuera aquello! La bazofia al vertedero.
CLASSO: ¿Cómo se atreve? ¿En nombre de qué? Lo demandaré al magistrado juez.
ADA: Muerde la lengua, y siga, señor, que nunca Filip se comportó así.
CLASSO: ¿Te agrada éste? ¿Más que Filip? Oh, Pliston, eres un peatón listo.
ROMO: Una escultura digna de Fidias en manos de la desidia.
ADA: Disculpe, señor, Tengo por hábito levantarme cuando se pierde el sol.
ROMO: Se acabó de hacer lo que le daba la gana, cigarra holgazana.
CLASSO: Un momento, un momento.

(La homicida mirada de Ada lo frena.)

ROMO: ¿Me oye?
ADA: (Coquetuela.) ¡Ah!
CLASSO: ¡Claro que no lo oye!
ADA: Pues no sé. Quizá. A lo mejor, sí; a lo mejor, no ¡Auuu!

(Retoza, juguetona, por el lecho.)

CLASSO: Y si se extralimita...
ADA: Cierra el pico, mequetrefe.
ROMO: Se levantará al despuntar el alba, tomará su jugo de frutas, gimnasia y...
CLASSO: Consultaremos a nuestros asesores jurídicos.
ROMO: Señora, usted no tiene sus encantos dormidos...¿tal vez sin desarrollar?
CLASSO: ¡Oiga! ¿Cómo se atreve a decir que mi esposa tiene las facultades y otras cosas... (Dibujas senos en el aire.) sin desarrollar. Lo denunciaré, así, lo mandaré a...
ROMO: No me refería a...
ADA: El teléfono está a mano, Classo, ¡no lo olvides! Puedo hundirte.
ROMO: Usted, señora, no gozaba de la vida, vegetaba. Su existencia tenía algo de animal.
CLASSO: ¿Ada animal?
ADA: ¡Chitón, pelele!
ROMO: Ahora su pobre existencia será muy rica.
CLASS: ¿Ada, pobre? (Pasea con aires de grandeza.) Sepa, desconocido sujeto, que Ada no tiene de pobre ni las uñas de los pies, que se las pinta con oro derretido.
ROMO: A ver. (Coge un pie de Ada.)
CLASSO: (Empujándolo.) Ada es... ¿Cómo se lo diría? Cada estornudo suyo está asegurado en un millón de dólares, dó-lá-res... ¿Usted vio un dólar de verdad? Lo dudo, así que, por favor, diferencie.

(Ada toma el teléfono, inhibiendo a Classo.)

ROMO: Señora, ¿entiende usted mi lenguaje?
ADA: Pero, señor, si me está enajenando.
CLASSO: ¡La está enajenando!
ADA: (Jubilosa y volantinera.) Quiero gozar tales goces, quiero gozar tales goces.
ROMO: Será un renacimiento.
ADA: Un enano. Filip era un enano, Classo. Un pigmeo. Y yo creía, creía.
ROMO: ¡Callen!
CLASSO: ¿En mi casa? ¿Silenciados por un vil mayordomo?
ROMO: (Observando por un ventanal el exterior.) ¿Oyeron el canto de un verderol?
CLASSO: ¿Qué verderol?
ROMO: Sensibilización musical para empezar. (Extendiendo su diestra.) ¿De acuerdo?
CLASSO: (Estrechándosela.) Nuestro juristas estudiarán su oferta.
ADA: ¡Oh! Qué loca aventura.
ROMO: Luego escultura. Usted misma podrá modelar.
ADA: Yo misma podré modelar.
CLASSO: ¡Oiga! ¿No se le habrá secado el cráneo?
ADA: Comprendo. Enriqueceré mi vida con la riqueza de otras vidas.
CLASS: ¡Pero, Ada! Ya hablas como el mayordomo.
ROMO: Y baile clásico. Ana Pavlova será el modelo a seguir. Evoque La bella durmiente y muévase.

(Ada da unos pasos de ballet ante la mirada de Romo y el estupor de Classo.)

CLASSO: Amor, lo tuyo es el reposo, la cama, ¡cuidado! te puedes romper un hueso.

(Brota un ritmo, que incita a cantar.)
Música.

ROMO: No lo niego:
despertar quiero
a esta flor de
invernadero.

ADA: Seré fértil,
también quiero
la semilla
del gentil
jardinero.

CLASSO: ¡Ada, qué dices!
No veo justificado
semejante embeleso
hacia ese sujeto.

ADA: Classo, te voy
a desheredar
como sigas en
ese plan.

CLASSO: Sería dar un
paso atrás.

ADA: (Extrayendo un revólver.)
Classo, cierra el
pico o te liquido.

CLASSO: (Ocultándose tras el arca.)
Insisto en que no es
ni un mayordomo real
ni un liberador legal.

ADA: ¿ Dónde localizaste
a este brillante?
Dime tu honorario y
trae el talonario.

CLASSO: ¡Ada mía! Vagué
de aquí para allá.
De allá para aquí
hasta que lo vi.

(Entrega talonario y pluma y ofrece su trasero de mesita.)

ADA: ¿Qué cifra dibujar
Y luego firmar?

CLASSO: Pinta ceros, muchos ceros,
antes que alcalde quijotesco
para absurdas zonas verdes
adquiera solares céntricos.

ADA: Tu frivolidad única
impide estampar
mi rúbrica.

ROMO: Ada, es usted un hada
de verdad, pero se
impone la brevedad.

ADA: Pues noble guía,
iniciemos ya tan
grata travesía.

(Otra luz. Cesa la música.)

CLASSO: ¡Es el mayordomo, con un salario fijo, tres pagas extraordinarias, un mes de vacaciones y un día a la semana. (Echando espumarajos.) No desorbitemos las cosas, Ada. No las desorbitemos.
ADA: (Sensual.) Classo, ¿viste alguna vez una pintura de hombre tan acabada?
CLASSO: ¿Pintura? ¡Ja!
ADA: Classo, ¿viste alguna vez más fuego en una viril mirada?
CLASSO: ¿Viril? ¡Jo!
ADA: ¿Y hombre tan guapo?
CLASSO: No exageres.
ADA: ¿Y seductor?
CLASSO: No ponderes.
ADA: ¿Y cautivador?
CLASSO: No adules.
ADA: ¿Y fascinante?
CLASSO: ¡Maldición!
ADA: Es un bombonazo.
CLASSO: ¿Qué dices?

(El matrimonio se observa con rabia.)

ROMO: Hermanita, me han peinado, me han rasurado la barba, y me quitaron las viejas botas, y mi pantalón y mi aire peculiar. Todo mi ser han tratado de adulterarlo, éste no soy yo.
ADA: ¿Y quién hizo tal monstruosidad? ¿Quién?

(Ada mira a Classo con talante de verdugo.)

CLASSO: Yo no fui, Ada. Juro que no fui. Tan sólo cooperé.
ADA: ¿Cooperaste, eh?
CLASSO: Filip se había evaporado, y entonces Pliston...
ADA: ¿Luego tú y ese Pliston?
CLASSO: No había otra solución. (Tembloroso.) ¿Qué vas a hacer, Ada? ¿Qué le vas a hacer a Classo?
ADA: Ven aquí, Classo.
CLASSO: Por Dios, Ada. ¡Por Dios!.
ADA: Estoy aguardando.
CLASSO: (Yendo hacia el arcón.)
Classito, muñeco, van a reprimir a papi, sí, a papi.

(Feroces gruñidos y relinchos estremecen el arca.)

ADA: Sobre mi regazo.
CLASSO: Sí, Ada, sí.
ADA: Y tu mala bestia, deja de rebuznar.

(Más follón en el arcón, mientras Classo queda a merced de Ada.)

ADA: ¿Dónde dejé mi latiguillo? ¿Dónde?
ROMO: Madame, aquí lo tiene.
CLASSO: Ya hacía meses que no... Y Classito no tolerará que vapuleen a su...
ADA: Te lo mereciste, Classo, te lo mereciste. ¡Toma! ¡Toma!
CLASSO: ¡Ay! ¡Ay! No más. ¡Ay! Que con estas nalgas vapuleadas no podré presidir... ¡Uy! ¡Uy!
ADA: Pobre señor. (Suspira.) Lo transformaron esas alimañas, ¿verdad?
CLASSO: ¡Uy! No lo haré más. ¡Uy! Nunca más.
ADA: (Sin cesar de azotarlo.) ¿Pedirás excusas al caballero?
CLASSO: ¿A qué caballero?
ADA: ¡Toma, rufián!
CLASSO: ¡Uy! Sí, Ada, las pediré.
ADA: Adelante.
CLASSO: Perdón.
ADA: ¿Puede tener misericordia de él?
ROMO: No es un problema de misericordia.

(Ada arroja el latiguillo.)

ADA: ¿Cuándo emprenderemos tan inédita expedición?
ROMO: Debe ser un viaje raudo. La gente del parque me espera para jugarnos a los dados las sentadas.

(Ada le mira con arrobo, mientras brota una cantata de Theodorakis.)

CLASSO: ¿Y ahora?
ADA: Caballero del parque.

(Ada reposa su mano en el brazo de Romo.)

ROMO: Es un alto estímulo.
CLASSO: Pero... Pero...

(Classo observa la marcha de la pareja bajo la música coral. Entonces le habla al arcón.)

CLASSO: Ya ves, Classito, hijo, ya ves... (Relinchos.) Sí, sí, tu ración. (Introduce en la trompa zanahorias, una tibia de buey y manojos de alfalfa. Se oye deglutir muy fuerte.) ¡Maldito Pliston! ¡Maldita sea tu sangre! ¿Qué le hiciste a Classo? ¿De qué manga de tahúr sacaste a este embaucador sujeto?

(El ruido de triturar comida se confunde con extraños relinchos, mientras las cabriolas de Classito se tornan espeluznantes.)

Fin del primer acto


Acto segundo


Bajo un cielo tachonado de luces astrales, surgen Romo y Ada en el parque. A él se le escapa la mirada tras las sugerencias de maniquíes esparcidos de forma indolente por el césped y en bancos de madera.

ADA: Un parque público con estrellas.
ROMO: De puntillas, sin hacer ruido, sin inquietar a los árboles.
ADA: ¡Oh, Romo! ¿Sus árboles se inquietan?
ROMO: ¡Silencio! (Pausa.) Qué sinfonía, qué vivencias para un Stravinsky.

(Ada se inclina, recoge una hoja de árbol, la mira y canta.)
Música.

ADA: Pisé una hoja caída
y crujió. Qué desliz,
pisar una hoja con
alma de jazmín.

(Se oye cantar a un pájaro nocturno.)

ROMO: Te has superado, ruiseñor,
debieras optar al Nóbel,
¡Oh, pájaro noble!

ADA: Romo...
ROMO: Silencio, ya viene.

ROMO: Un colega, el silencio,
no hay pintor que lo
plasme en un lienzo.

ADA: Si es casi un dios
tendrá por lo menos
perfumes y ropas
de Chistian Dior.

ROMO: Por favor, aclara:
¿cómo se elaboró
el producto Ada?

ADA: El viento susurra
que no es usted un
simio más de los
que se rasuran.

ROMO: Algo se desliza,
con aspecto grave.
es el ave de las
mil llaves.

ADA: Lo dices con regocijo
y esa ave para mí
resulta un acertijo.

ROMO: Es más bella que
la Venus de Milo,
pero enredan su
su paso con tales
hilos que siempre
la tienen en vilo.

ADA: Dígaselo a Ada.
¿Usted Romo ama
a esa ave más
que a nada?

(Romo asiente con el mentón, y se pone de pie en el banco, y cesa la música.)

ROMO: Mira esos mundos rutilantes y habitados. Hay oxígeno para todos,.y la autoridad no es de nadie para que nadie pueda abusar de su prójimo.
ADA: ¿Y?
ROMO: Por los parques hay cuentacuentos que estimulan la fantasía creadora de los niños.
ADA: Pero tiene que haber algún tipo de contaminación. Es lo natural.
ROMO: ¿Tú crees? Déjame ver.

(Se pone de puntillas en el banco.)

ADA: ¿Captas algo? ¿Y ves a muchas desorientadas Adas?
ROMO: Pues...
ADA: Algo opaco se vislumbrará.
ROMO: Astros azules.

(Ada resbala con amargura sobre el césped.)

ADA: ¿Quién eres, Romo? ¿No habrás aterrizado con esos vagabundos en un ovni?
ROMO: Ya llega la aurora.
ADA: ¿Soy bonita, Romo?
ROMO: Eres una pesadilla erótica.
ADA: ¿Te gusto?
ROMO: (Ronco.) Sí.
ADA: Cuando pones los ojos en mí, siento no estar desnuda.
ROMO: ¿A qué aguardas, pues?

(Romo adopta la postura de loto en medio de compases de la Quinta Sinfonía, de Beethoven. Y Ada, bajo un éxtasis, se desnuda y gira sobre Romo, mientras él salmodia.)

ROMO: El varón impuso al otro sexo el dogma de cómo lucir y usar su cuerpo.
ADA: Manipulación.
ROMO: El cual le pertenecía como un objeto doméstico.
ADA: Liberación.
ROMO: Utilizó a su media naranja para autoafirmarse.
ADA: Manipulación.
ROMO: Pero cada vez son más las que cortan amarras y manejan su propio timón.
ADA: Liberación, liberación...

(Surge Classo en el parque; al observar el ritual, queda de piedra. Luego, grita.)

CLASSO: ¡Plistooon!

(Oscuridad. Una luz cenital sobre Pliston, que luce un traje gris perla. Mientras se retoca el sombrero y juguetea con el bastón, monologa nadando en un mar de autocomplacencia.)

PLISTON: No me vanaglorio, no, pero esta filatrópica faena de corregir desvíos, actitudes asociales y otras gaitas no puede resultar más elevada.

(Va a seguir hablando, pero una melodía lo interrumpe. Y sin dudarlo, realiza una cabriola tragicómica y canta.)

Música.

Oigan esta canción:
Pliston va a pie,
y su equipaje es
un ideal en la piel,
un bastón de ayer,
y sombrero canotié.

Sigo a inestables,
a tipos marginales,
que del acto de
transgredir forjan
su estilo de vivir.

En un parpadeo, al
culpable olfateo, y
comienzo a actuar y
con mi labia golpeo
a quien se sale de
madre y se proclama
líder del desmadre.

Sí. Lo sabe hasta
la pájara pinta.
llevaré a la deriva
a quien se indigna
en cooperar en la
Tarea Colectiva.

(Acaba la música, Pliston saluda con el sombrero y se dirige al público.)

PLISTON: Y vean, caballeros, con qué arte, con qué astucia dos dramas humanos los transformé en deliciosas dichas. Cómo dos tránsfugas clamaban por un guía y hoy son dos pletóricas realizaciones humanas. (Goteando sudor.) A mí me prepararon, a mí me organizaron célula por célula para tan alta función. Mi padre, ¡oh, mi papá!, era un humanista sensacional.

(Lo interrumpe Classo, lívido, agitadísimo.)

PLISTON: ¡Vaya! Si es mi protegido Classo.
CLASSO: ¡Am! ¡Am!
PLISTON: Su enorme gratitud le impide hablar. Por favor.
CLASSO: ¡Am! ¡Am!
PLISTON: Debieras verme ahora, mami...
CLASSO: Te felicito, Pliston. ¡Un trabajo redondo!
PLISTON: Por favor. Por favor.
CLASSO: Una operación maestra. Eres fenomenal Pliston. ¡Un reformador!
PLISTON: ¿Yo un reformador? (Humildísimo.) Por favor.
CLASSO: Más. Un guía fenomenal.
PLISTON: ¿Yo, un guía sensacional? ¡Oh!
CLASSO: (Vomitando bilis.) Esa afición de arreglar casos límites... ¿de dónde la heredaste? Esa vocación por superar situaciones extremas, ¿dónde la pescaste?
PLISTON: Casi desde la cuna. Creo que en el destete, ya...
CLASSO: ¿Conocías a Filip?
PLISTON: Apenas lo traté. ¿Por qué?
CLASSO: (Con lágrimas en los ojos.) Yo buscaba a Filip.
PLISTON: Y te llevaste a un superior sustituto...
CLASSO: ¿Cómo sabes, querido Pliston, que era un sustituto? ¿Una alma gemela? ¿Otro calco de nuestro increíble y original mayordomo?
PLISTON: (Intuyendo vagamente algo.) En realidad se desencadenó todo tan rápido, faltaban tan sólo minutos y...
CLASSO: ¿Sabes lo que ingresó en mi mansión? ¿Lo sabes?
PLISTON: (Faz omnisciente.) Romo, el ocioso.
CLASSO: Mi casa ha sido asaltada por un gurú.
PLISTON: ¿Qué gurú?
CLASSO: Un cantamañanas.
PLISTON: Qué cantamañanas.
CLASSO: Un parlaembalde.
PLISTON: ¿Qué parlaembalde?
CLASSO: Un posinconformista.
PLISTON: ¿Qué posinconformista?
CLASSO: Un vuelcalotodo.
PLISTON: ¿Qué vuelcalotodo?
CLASSO: Al menos eso cree Ada.

Música

PLISTON: Era especialista de
de la agitación, de
sentadas imprevistas
y como carnaza lo
invité a poner una
rápida nalga en
vuestra casa.
Tuve esa intuición
porque insistías y
exigías una solución.

CLASSO: No admito excusas,
de un asesor que en
vez de un hueso con
librea, me envía un
demagogo de feria.

PLISTON: Faltaba poco para
que la ira de Ada te
hundiera en un pozo.

CLASSO: Y Classo, con el
corazón hecho pedazos,
acudió a tu regazo.

PLISTON: Pliston maniobró con
habilidad y diseñó
en el tiempo una
estrategia fruto
de su tiempo.

CLASSO: No admito excusas
de un asesor que en
vez de un hueso con
librea, me envía un
demagogo de feria.

PLISTON: Pliston demostró
a ese descolocado
que una sentada
en casa de hadas
es de chiflados.

(Cierre de coreografía.)

PLISTON: ¿Comprendes, querido?
CLASSO: Querido, no comprendo.
PLISTON: ¿Es que ocurrió algo?
CLASSO: ¿Algo? La aristócrata Ada es ahora una puta de Music-Hall.
PLISTON: ¿Qué, qué, qué?
CLASSO: ¡Ay!
PLISTON: ¿Así que se hizo puta, eh?
CLASSO: Le hacía un strip-tease a ése, ése...
PLISTON: Hay que operar a los giramundos, hay que operar a los rompelotodo.
CLASSO: Se quedaba sin bragas bajo la Quinta Sinfonía, de Beethoven.
PLISTON: ¡Cómo! ¿Qué se desnudaba con Beethoven? Con Beethoven. En pelota con el sordo de Bonn. Es superior a mis principios.
CLASSO: ¡Ay!
PLISTON: Además de puta, sacrílega.
CLASSO: Ese Romo se adueñó de su voluntad, la ha seducido, hipnotizado, atrapado... Y yo soy el marido, el esposo, el cónyuge. ¡Ay! ¡Ay!
PLISTON: ¡Ah, no! Por ahí si que no. (Pausa académica.) Como miembro numerario de la Liga contra el amor al aire libre. Como secretario en perpetuidad de la Orden contra el desorden,
digo, aseguro y expongo que este noble patricio entrará en acción.
CLASSO: Filip la cuidaba, la mimaba, incluso estornudaba por ella. Y ese descontrolado le está marcado un camino, haciendo de mi Ada otra Ada. ¡Ay!
PLISTON: Pagará cara su osadía. Es el mayordomo.
CLASSO: Será capaz de birlarle su flota de Wind-Surfing por el Mediterráneo.
PLISTON: Debí abrirle una ficha a su inconsciente.
CLASSO: ¿Quién es Romo?
PLISTON: ¿Quién es Romo?
AMBOS: ¡Eh!

(Se dispara la coreografía.)
Música.

CLASSO: En los parques
a la comuna habrá
que fichar
y sus huellas dactilares
triplicar.

PLISTON: Y controlar
si invitan a los
pájaros a volar.

CLASSO: Hacerlos humo
y declararlos enemigos
públicos número uno.

PLISTON: Y presentar una querella
e interrogarles por ver
parpadear una estrella.

CLASSO: Desde la cuna
la tribu marginal
están en la luna.

PLISTON: Tenerlos a la vista,
en la base de datos
de la masa ecologista.

CLASSO: Y que no conspiren
para hacernos volar
con energía solar.

PLISTON: Y para llevarnos la contra
capaces son de humanizar
la cesta de la compra.

PLISTON: Capaces son.

(Un silencio.)

CLASSO: ¡Ay!
PLISTON: ¿Eres desdichado?
CLASSO: Qué pregunta más idiota.
PLISTON: Luego, ¿no estuve arrollador?
CLASSO: ¡Y lo duda!
PLISTON: Animo, Classo.
CLASSO: Como voy a animarme si mi Ada, mi puritana fue hechizada por un caballero andante de las alcantarillas.
PLISTON: Desde luego que no me gustó nada ese desorejado. ¡Nada!
CLASSO: Ada era una rosa de invernadero, Filip su jardinero y yo invertía sus milloncejos ¡Ay!
PLISTON -Ya no hay duda que este ilustre ciudadano sufre. ¡Ya no hay duda!
CLASSO: ¿Qué harán ahora? ¿Qué se hace luego de un strip-tease, Pliston?
PLISTON: Pues no sé. No está escrito en ningún manual. (Pausa.) Ea, no más llanto.
CLASSO: Sólo me queda el consuelo de que sea trisexual. Sólo eso.
PLISTON: Déjalo de mi cuenta, Classo.
CLASSO: Pásame la factura que quieras, pero mejor a treinta, sesenta y noventa días...
PLISTON: (Amenazando con su bastón.) Romo, Romo, ¡voy a por ti!

(Se oscurece la escena y se oye una musiquilla entre irónica y triunfalista. Después las luces muestran cómo la habitación de Ada se ha transformado en biblioteca-sala de arte-despacho-dormitorio. Y ella, bajo una túnica, aparece sentada frente a Romo.)

ADA: ¿Dados?
ROMO: ¡Hum!
ADA: ¿Póquer?
ROMO: Me imagino otro juego.
ADA: ¿De veras? ¿Exige que apaguemos la luz? ¿Desnudarse?
ROMO: Sólo exige un talonario de cheques y una pluma.
ADA: ¡Ah! Sí sólo es eso.

(Vuela Ada a por el talonario y la pluma y se sienta luego sobre los multicolores cojines.)

ROMO: Es un juego de la conciencia utópica. Lo acabo de descubrir.
ADA: Siento rabiosa curiosidad. ¡Comienza!
ROMO: ¿A los estómagos vacíos de todos los mundos?
ADA: (Absorta.) ¡Ah! Pues.. No sé. ¿Cien millones? (Rellena un talón.)
ROMO: A ver.

(Ada ofrece el cheque; Classo y Pliston surgen de pronto, atrincherados en negros paraguas desplegados.)

CLASSO: ¡Cien millones!
PLISTON: Observemos y callemos, luego actuaremos.

(Del estrambótico arcón fluyen risas distorsionadas.)

ADA: Classito parece más humano. (Pausa.) Sigamos, Romo.
CLASSO: ¡Hijo de tal por cual! ¿Eso le haces al autor de tus días?
PLISTON: Avancemos, avancemos..

(Culebrean por el suelo ocultos tras los paraguas.)

ROMO: ¿Para que el diálogo sea declarado Vehículo del Año?
ADA: Una fundación de quinientos millones.
CLASSO: ¡Almas tontas del purgatorio! Quinientos millones.

(Risotadas de Classito.)

ROMO: ¿Para liberar a las truchas de las peceras domésticas?
ADA: Setenta y cinco millones.
CLASSO: ¡No!
PLISTON: Enmudezcamos y triunfaremos, enmudezcamos y triunfaremos.
ROMO: ¿Sigue el juego?
ADA: No está mal. Y Classito nunca se mostró más feliz.
ROMO: ¿Para que todos los bebés crezcan con alas en la cuna?
ADA: ¿Por qué no ciento veinticinco millones?
CLASSO: ¡Pues porque no!
PLISTON: Déjame concentrarme, Classo.

(Ada firma cheques bajo el terror de Classo y la hilaridad de Classito.)

ROMO: ¿Para que toda ave tenga su ración de aire limpio?
ADA: Dieisiete millones.
CLASSO: ¿Tanto para que silbe un estúpido gorrión? ¡Ah, no!
PLISTON: Cuánto material de estudio. Cuánto material de estudio.
ADA: ¿Qué más pregona este juego?
ROMO: Que los benefactores de la sociedad sólo la alivian.

(Griterío espeluznante en el arcón.)

CLASSO: ¡Calla, hijo de...! (Pausa.) Pero ¿tú lo oyes, Pliston? ¿O estás en babia?
PLISTON: Oigo y taquigrafío.
ADA: ¡Oh, qué bien lo estoy pasando!
PLISTON: Pues parece feliz. (Al público.) ¿Verdad que sí?
CLASSO: Me la tiene embrujada, me la tiene hechizada.
ADA: ¡Romo! Sigamos jugando.
ROMO: Debo leer el periódico del día... y darle una patada en el trasero a la arbitrariedad.
ADA: (Palmoteando como una niña.) Juguemos. Juguemos.
ROMO: Bien. (Pausa.) ¿Para que no hayan payasos urbanos con sombreros hipocondríacos?
ADA: Varios millones, pero en deliciosos francos suizos.
CLASSO: ¿Francos suizos? ¡Brutal! ¡Brutal!
PLISTON: Trágate esta píldora, que relaja psique y soma..
CLASSO: No sin antes...
PLISTON: ¡Trágatela!
ROMO: ¿Para todas las ONG del orbe?
CLASSO: Me dará un ataque.
PLISTON: La píldora.
ADA: Otro cheque en blanco.

(Obedece Classo, mientras se oye un ritmo musical, y Romo canta.)
Música.

ROMO: Si el vacío no inhibiera,
seguro que volaría con
las alas que quisiera.

ADA: Ya no dudo que me
fascinan los juegos
mágicos del futuro.

CLASSO: ¡Vaya! ¿Y por qué
no jugarán al tres
en raya?

PLISTON: Aleja el odio
y exhibiré yo
mi exhordio.

ADA: ¡Ah! Qué étera me
siento. Es como
vivir un cuento.

CLASSO: ¡Cuentacuentos!
PLISTON: Silencio.
CLASSO: Pliston, actúa de una vez..
PLISTON: Afilando la palabra estoy.
CLASSO: Pliston, es vital
que aludas
al vil metal.

PLISTON: Ese torrencial
auxilio financiero
clama al cielo.

CLASSO: Sí, clama al cielo
y lo pone de hielo
ese caos financiero.

(Fin de la pirueta coreográfica. Entonces Ada titubea y se aproxima a Romo.)

ADA: Ignóralos, Romo.
CLASSO: ¡Animo, Pliston! Demuéstrales a ese azotacalles que tú sólo te dormías en la cuna si te canturreaban las obras completas de Maquiavelo.

(Pliston cae sobre Romo, mientras Classo los cerca con un cuadrilátero de cuerdas, a modo de ring.)

PLISTON: ¡Eh!
CLASSO: No, Pliston, así, no...

(Suena feroz campanazo bajo el griterío de multitudes. Se despoja del sombrero Pliston y en mangas de camisa es asesorado por Classo, quien en su papel de entrenador le cuchichea al oído a la par que lanza zurdazos al aire. Luego Pliston, en cuclillas, respira hondamente y se pone en pie y se lanza sobre Romo, con la guardia baja, soltando derechazos.)

PLISTON: Usted, mendigo, no sé por qué diablos sufre,. pues como profetizó...
CLASSO: ¡Vamos, ya!
PLISTON: Sosiégate, Classo.
CLASSO: ¡Vamos ya!
PLISTON: Pues, como profetizó el mago de Viena, el principio de placer devora al de realidad, siendo el propósito del homo sapiens el gozar y no el agonizar.

(Campanazo. Pliston regresa junto a Classo, que lo masajea.)

CLASSO: ¡Estás en forma, Pliston!
PLISTON: Mayordomo, pordiosero o desarraigado, abandone el juego contestatario.
CLASSO: ¿Saben, damas y caballeros, por qué el tipo incordia?
PLISTON: Porque en vez de hipotecar la esperanza, la conserva en la caja fuerte de su conciencia.
CLASSO: ¡Anacrónico! ¡Fuera de la circulación!
ADA: Mienten, mienten...

Música

PLISTON: A quién amenaza con
aposentar la nalga,
le enseñaremos cómo
la bola terráquea
avanza más rápida.

ADA: Mienten, mienten...

PLISTON: Hoy, Classo,
me desperté magistral.
En el bolsillo guardo
la piedra filosofal.

ADA: Mienten, mienten.

CLASSO: Soy tu amigo, olvida
tu ombligo y dale caña
al cuentacuentos de Ada.

PLISTON: Oh, si ahora me viera la
pájara de la institutriz
que extraía mi penecito
a la linda hora del pipí.

ADA: Mienten. mienten.

PLISTON: Yo, técnico del desliz,
ofrezco un final pactado.
Classo, siéntate con
talonario en la mano.

CLASSO: Pliston, hermano,
¿Qué desleal mosca
te picó en el ano?

ADA: Mienten, mienten.

PLISTON: Él es un hijo de la
nostalgia, Classo,
me daría un tiro si no
entendiera sus latidos.

(Un silencio. Classo, a regañadientes, se sienta con talonario y pluma.)

CLASSO: Tú dirás...
PLISTON: ¡Ejem! (Pausa.) Romo, ¿para que nunca jamás sueñe en calzar sus monumentales botas, ¿qué tal cien coronas suecas?
CLASSO: ¿Por unas botas agujereadas?
PLISTON: Cien coronas.

(Entre chirriar de muelas, Classo extiende un cheque.)

ADA: Romo...
ROMO: Oscurece.
PLISTON: ¿Y para que deje el apodo de Romo el Pestaña?
CLASSO: Algunos euros.
ADA: Romo...
ROMO: Y todo son sombras.
PLISTON: ¿Para que jamás sufra el devaneo de ver crecer su melena, ¿qué tal ochenta y cinco marcos filandeses?
CLASSO: ¿Ochenta y cinco marcos por un nido de piojos?
PLISTON: Ochenta y cinco marcos.

(Classo firma otro cheque.)

ADA: Romo...
PLISTON: ¡Al grano! ¿Qué exige por el inmoral ejemplo que prodigan sus sentaditas? Anímese, y ponga precio.
ROMO: ¿Cómo sabe que mis críticas posturas de loto son una realidad? ¿Y si la frustración me impulsara a hacer sentadas sólo por las esquinas de mi inconsciente?
CLASSO: ¿Y sus colegas del parque con quienes se reparte las...?

(Pliston, absorto, examina a Romo.)

PLISTON: ¡Claro! Usted no se atrevería a..
ROMO: ¿Cómo puede tener la certeza?
CLASSO: ¡Embaucador!

(Romo avanza hacia Classo, que retrocede. De súbito cambia de actitud y se dirige a Ada.)

ROMO: Mi chaquetón, Ada.

(Como sonámbula, Ada ofrece la prenda a Romo, que se la ajusta al cuerpo, mientras Pliston y Classo cantan y bailan.)
Música.

PLISTON: Veo que no aplaude
cómo damos nuestro
terrenal paseo, señor.

CLASSO: El pájaro de la solidaridad
que usted busca
no la verá volar nunca.

PLISTON: No, monsieur, ni con
oraciones lo pondrán
ante sus ojos las
próximas generaciones.

CLASSO: Mientras hay que vivir,
se lo decimos nosotros,
siempre abiertos al
al viento del remiendo.

PLISTON: Es nuestro estilo.
¿Cómo decimos que
lo definimos?

CLASSO: Yo, arriesgando
las peladillas
de mi costilla.

PLISTON: Yo, yendo de acá por allá
con mi libro en la diestra,
mi bastón en la siniestra,
y el sombrero en la testa,
detectando tipos lunáticos
que se amagan en los áticos.

ROMO: Mi pantalón del parque.

(Ada, sin expresión, entrega el pantalón, que Romo se pone. Después se desmelena con ánimo de recobrar su antiguo aspecto.)

CLASSO: Ada, los cheques,
¡Dios! Rómpelos
como lo hago yo.

ADA: Romo, le sugiero
un nuevo empleo:
pode álamos del
jardín y cultive
rosas y jazmín.

CLASSO: Ada, los cheques,
¡Dios! Rómpelos
como lo hago yo.

(Cesa la música.)

ROMO: Yo nunca seré libre, mientras la hermosa Ada no lo sea... Porque ningún pájaro puede volar mucho tiempo libre mientras tenga que volar en solitario. (Pausa.) Hay que hacer algo, hermana, el espíritu agoniza porque está desnutrido. Todos los días reclama su porción de alimento que se le deniega. Por eso la ciudad agoniza cada día en lo más hondo, sin marchas fúnebres ni esquelas mortuorias en los periódicos.

CLASSO: Los cheques firmados, Ada. ¡Quémalos!

(Ada torna a ensimismarse; se oye piar a los pájaros del jardín.)

PLISTON: En todo caso...
ADA: Romo, ¡llévame contigo!
CLASSO: ¿Qué?
PLISTON: ¡Bah!
ADA: Romo, por favor.

(Pliston y Classo cierran el paso a Ada con los paraguas desplegados.)

CLASSO: ¡Pliston!
ADA: Ráptame, te lo suplico, ráptame.
CLASSO: Ada, no vuelvas a las andadas.
ADA: Romo, ¡llévame a tu lado!
ROMO: Llevarte, ¿a dónde?
ADA: A tus parques, con tus vagabundos ácratas. Quiero ver de nuevo las noches consteladas, también tus astros inéditos, y quiero oír el silencio, y esperar a tu lado lo que tú esperas.
CLASSO: ¡Pliston! ¡Pliston!

(Pliston no da síntomas de vida.)

ADA: No me dejes aquí, Romo, sácame, secuéstrame, quiero cultivar contigo el arte de inéditas sentadas. ¡Romo! ¿Dónde vas, Romo?
ROMO: Yo no me siento en ninguna parte, Ada.
ADA: ¿Que no te sientas?
CLASSO: ¡Pliston! ¡Pliston!
ROMO: Me siento en el interior de mi impotencia. en el vértigo de mi rabia. Sólo eso.
CLASSO: Pliston, el tipo es un impostor, no ejecuta sentadas tangible.
ADA: ¿Qué buscas, Romo?
ROMO: No lo sé, Ada, no lo sé. Busco. Eso es todo.

(Sale Romo, y Pliston da un resoplido.)

PLISTON: ¡Me dejó sin aliento!
CLASSO: Se largó, es lo importante. (Pausa.) Ada, los cheques, hazlos añicos.
ADA: Se fue... Me dejado. Él me ha abandonado. Al que siempre esperé. Al que siempre intuí.
PLISTON: (Pisoteando el sombrero.) Como miembro de honor de la Secta de reformas al minuto, pregunto: ¿Qué olla de grillos es ésta?
CLASSO: Los cheques firmados y rubricados.
ADA: (Con un hilo de voz.) Rómpelos tú. Ahórrame esa faena.
CLASSO: (Obedeciendo.) ¡Oh, qué placer!
PLISTON: No asimilo este desmadre. ¡No lo asimilo!
ADA: Romo, vuelve. ¡Romo!

(Brota una música apocalíptica bajo cabriolas del arcón.)

PLISTON: Ni los novísimos filósofos recién llegados podrían...

(El llanto de Ada desemboca en una crisis de cólera bajo el rugir de Classito.)
Música.

ADA: ¿Qué hago con ropa
marginal. Denunciaré
a quién osó cambiar
mi hábito existencial.

CLASSO: Pliston, échame una mano
o la marcha del farsante
nos deja con una mano
detrás y otra delante.

(Pliston y Classo se arrojan sobre Ada, a la que reducen, atándole las mano férreamente a la cama.)

PLISTON: ¡Ay, qué dentellada!,
me rebanó la piel,
con su mordisco de rana.

ADA: ¿Dónde está Filip?
¿Nadie cuidó de mí
como lo hizo Filip.

CLASSO: Enseña los dientes,
ya vuelve a ser
mi tigresa rugiente.

ADA: ¿Y mis píldoras?
¿Y mis naipes, y
las listas de mis
psicoanalistas?

CLASSO: Aquí está tu bazar,
los tesoros de siempre
y los juegos de azar.

PLISTON: Parece el Juicio Final, y
en medio de la desolación
no atino a dar solución.

CLASSO: Ada, ya vuelve al
trono de su cama
para hacer lo que
le viene en gana.

(De sopetón, se hace el silencio. Ada se desprende de las cuerdas que la sujetan y con expresión absorta se dirige hacia la puerta. Los paraguas le cierran de nuevo el paso.)

PLISTON: ¡Eh!
CLASSO: ¡Alto!

(Ada cuchichea al oído de Pliston.)

PLISTON: ¿En pleno parque?

(Asiente Ada y, ya sin oposición, desaparece.)

CLASSO: ¡Cielos! Se ha ido. Ada se fue al parque.
PLISTON: Sí, pero partió a...

(Murmura en la oreja de Classo.)

CLASSO: ¡No le hacía falta! Tiene un orinalito con un diamante incrustado que le regaló un árabe dueño de pozos petrolíferos...
PLISTON: ¡Ejem! Ya verás. Ada volverá en un abrir y cerrar de ojos.
CLASSO: ¡Dios! No debió ir al parque.

(Otra vez gruñe y relincha Classito entre salvajes brincos del arcón y la aparición de la música.)

CLASSO: No debió ir orinar al parque. ¡No debió!

PLISTON: (Recogiendo su pisoteado sombrero.) Será mejor... que salga de aquí.

(Pliston esboza una mueca de circunstancias, se ajusta el sombrero a la sien, suspira, gira sobre sus talones mientras crece el caos en escena.)

OSCURIDAD