La Navaja

Personajes

Samuel

Marioneta I

Marioneta II

 

Acto único

Con sala a media luz, se oye la Cantata del café, de Bach. Un poco antes de finalizar, se oscurece el patio de butacas. La luz de un proyector advierte a Samuel, que surge por un pasillo lateral, con un maletín en la mano. Va como extraviado, brillándose un temblor lunático en los ojos. Sube el escenario y, al divisar al público, queda boquiabierto, tuerce el espinazo, saca el cuello, observa, incrédulo, las butacas, sigue deambulando, se detiene, retrocede y exclama:

 

Samuel: ¿Qué tal? ¿Algún acontecimiento a la vista? (Da un paso y se frena.) ¿Tal vez un desfile dice de alta costura? ¿O una fiesta en fervor de las actitudes solidarias? (Se rasca la cabeza.) ¿No acerté? (Pausa.) Oye, Samuel, ¿y si te esperan a ti? (Se abofetea.) ¡Estúpido! Tú no eres ninguna celebridad (Pausa.) ¡Hasta la vista! (Pausa.) ¡Eh! ¿Por qué me siguen con la mirada? A mí no me ocurre nada del otro mundo. Yo iba canturreando por ahí... (Lo hace.) El barbero de Sevilla cuando... ¡Ejem! Por mí pueden ahuecar el ala. No voy a ofrecer ningún espectáculo (Pausa.) Claro que en un parpadeo yo podría liberar, liberar ¡Oh! Leo tan buenos sentimientos en sus caras. (Pausa.) Yo (En clave de mimo.) El maletín ¡La navaja! (La extrae y exhibe.) ¡Esperen! (Saca las tijeras y corta el aire con ellas.) ¡Las tijeras! Je, je. Con estos mágicos objetos mis extravagancias tiene un norte, je, je. (Pausa.) ¡Claro! Ustedes ignoran quién es este (Gesto de clown.) payaso sin circo ¿Les digo algo? (Mueca de complicidad.) Verán. Todavía no pisé el hogar y mi gente ignora lo sucedido. Pero ¿cómo puedo entrar en casa y decir? (Se desplaza hacia el lateral derecho, donde una luz cenital alumbra al maniquí-Rosa.) Rosa, costilla, no, no me recibas hoy con un festival de besos porque ocurrió algo... ¿Un naufragio? No, un naufragio, no (Pausa. Se clava en el centro del escenario.) Soy, ¡je! Ustedes lo habrán intuido, soy... (Faz ambigua.) barbero.

(Oscuridad. Brota un concierto de tijeras y poco después se ilumina el lateral izquierdo, justo el área de la peluquería. Samuel afeita al maniquí-cliente, que tiene un subrayado cubista en la cara y un cuerpo diseñado en clave expresionista.)

Samuel: Mi faena consiste en dar estética a los hombres, ¡jo! (Se ruboriza.) Gracias a que mis conciudadanos necesitan cortarse el pelo por mi silla giratoria desfilan insólitos ejemplares de nuestra fauna, ¡je! ¡Oh, si yo les contara cosas de mis clientes! Pero, no, no sería ético (Pausa.) No debieron zancadillearme de esa forma... (Reprime ocultas emociones y se transfigura.) En... en la acera de mi peluquería, pese a la contaminación, hay árboles y revolotean pájaros por sus frondas. Un milagro, un milagro digo yo (Pausa.) Somos, somos... (Se mira la mano como por azar, entreabre los dedos, los exhibe.) Cinco peluqueros, contando, claro, con el jefe. (Pausa.) El primer día, me dijo, soy el amo, el propietario, el patrón, como quieras ( Se gira y descubre al maniquí-jefe, que se ilumina.) ¿Qué tal? (Pausa.) Me trató como un padrazo. Sólo que sus ojos parecían rayos X cuando miraban (Prosigue con el rasurado del maniquí.) La habilidad de mi navaja pronto me acarreó una buena clientela, ¡je! Es como una música oírles decir (Imita a un cliente entrando en la peluquería y colgando su sombrero en el perchero.) No, no tengo prisa y Samuel es el amigo que me arregla. (Pausa.) Yo me hago el remolón; pero la sangre se agolpa en mi cara mientras pienso: Samuel, al fin diste con tu quehacer fundamental, porque ibas... ibas por la vida dando tumbos fijo ¡Culo de mal asiento!, me llama Rosa (Mira al maniquí-Rosa, que se ilumina y se oscurece.) Yo, yo tenía fe en mis manos... (Las observa con respeto.) Sabía que algo de interés podía obtenerse con ellas. (Titubea, borra de un manotazo sus evocaciones.) El jefe, me dejó elegir el sillón, ¡éste! (Se desplaza al sillón, luego al ventanal.) Pegado a las cristaleras. A través de esa pared transparente (Brilla como un muro de luz.) Se ve al hombre de la calle con su vértigo, a los niños saliendo de la escuela como pájaros libres, a las amas de casa arrastrando el carrito de la compra (Suspira.) Sí (Agita las tijeras.) Encontré mi lugar (Suspira.) De chaval, si se descuidaban cogía las tijeras y dejaba hecho un cromo a mi hermanito, ¡jo! La de palos que me dieron en casa por culpa de ese muñeco. (Suspira.) ¡Al diablo con el ayer! (Pausa.) En la acera de la peluquería hay un árbol (Brota música de Las cuatro estaciones, de Vivaldi.) Una obra de arte vegetal. Es una acacia banca, cuyas flores devoran los niños ante el horror de sus madres, que temen por sus tripitas (Pausa.) Qué dos trabajos me deparó el destino, ¡je! Cortar el pelo y ver la acacia (Altera su expresión.) Y luego estaba esa manía mía del travestismo que según Rosa sería mi ruina. (Suspira.) Pero ¿quién no tiene una debilidad en este aburrido mundo? Un día... (Samuel va al perchero, recoge su chaquetón, se lo ciñe al revés y ya con el sombrero puesto imita a un extraño personaje:) Me llamo Barbero Trust y mi hobby consiste en coleccionar peluquerías. ¿Cuánto vale ésta? (Pausa. Se desprende con rapidez del improvisado vestuario.) Nadie respiraba, y yo, muerto de risa, porque Barbero Trust, maldita sea, era yo, ja, ja. Ja. (Sigue riendo, luego se oyen las voces distorsionadas, casi ininteligibles, de una pareja de locutores que anuncian productos de consumo y crean una atmósfera de pesadilla publicitaria. Mientras, Samuel trabaja, encorvado, al maniquí-cliente y lanza miradas incendiarias hacia el lateral derecho. Finalmente sale del área de luz de la peluquería y va en esa dirección.) Mis queridos detergentes, sopas, galletas, marcas de lavadoras, vídeos, ordenadores, televisores, automóviles ¡Silencio! (Persiste la demencial oratoria.) ¿De quién es ese aparato de radio? ¿De Niceto? (Gesto de tolerancia.) Querido colega, ¿por qué? (Suena un rock y Samuel habla a gritos.) No, señores, no es una radioterapia, sino un radio-lavado de neuronas ¿Cómo? Disminuyan el volumen, ¡disminuyan el volumen! (El rock amenaza ahora romperle los tímpanos y, Samuel, enervado, aguarda a que finalice la música.) ¡Ya! (Pausa.) Había que tener estómago para oir minuto a minuto el sermón de la consumición (Gesticula con la navaja en la mano.) ¡Y yo no soy de ésos! Aunque sea una humilde navaja aspiro a gobernar mis propios centros de decisión ¡Palabra de barbero! (Pausa.) no debieron zancadillearme de esa forma...

(Una voz dominante retumba a espaldas de Samuel, mientras se enciende la luz cenital del maniquí-jefe.)

Voz jefe: Pero ¿quién es aquí el jefe, Samuel? Sólo un tipo con grillos en la cabeza puede insinuar que hay un conflicto en mi negocio (Pausa.) Esto es un paraíso, Samuel, ¿entendido? Y estira la oreja: en mi local no hay conciertos de pájaros, sino de tijeras, y nuestro campo de operaciones es una barba o un cráneo poblado de pelos. Lo demás son castillos artificiales de tu mente (Pausa.) Samuel, ¿quieres que te llamen el barbero utópico? ¡No, por Dios! (Samuel se aproxima tartamudeando al maniquí y sólo cuando se desdobla en el personaje del jefe, sus respuestas son algo más rápidas, procedidas de una mímica y gesticulación contenidas.) Jefe, le estoy muy reconocido por dejarme trabajar junto a la cristalera por donde veo el trasiego de la calle. Sólo que aquí se desató un problema (Pausa. Otro matiz.) En mi negocio barbería de la tranquilidad (Pausa.) Sí, claro, pero ¿por qué no la barbería de los peluqueros liberados? (Pausa. Otro matiz.) Prefiero la peluquería de los peluqueros fieles (Pausa.) De todas maneras, de todas maneras usted sabe de sobra que el pobre Niceto (Pausa. Asombrado.) Niceto no es pobre, su mujer acaba de heredar varios camiones de chatarra (Pausa.) Maneja un trasto demoníaco (Pausa. Otro matiz.) Es una radio (Pausa.) Correcto, correcto se le denomina así (Pausa. Otro matiz.) Y el señor Marconi aportó algo al progreso (Pausa.) ¡Traicionaron a Marconi, jefe! (Pausa. Otro matiz.) Hablas, hablas como si el tal Marconi no estuviera bajo tierra criando malvas... Samuel, Samuel (Pausa.) Sólo pido que traslade al bárbaro de Niceto lejos de la cristalera y de tal manera mi pensamiento irá por su camino ya que nada lo extraviará. (Pausa. Otro matiz.) Samuel (Pausa.) Señor, son ruidos enajenantes (Pausa. Otro matiz.) El único enajenado en esta peluquería, caso de haber alguien, eres tú.

(Samuel ignora cómo reaccionar, y va saliendo del área de la peluquería, que se oscurece. De súbito, su cara se ilumina.)

Samuel: Tengo una idea, porque Samuel sí piensa (Esboza un gesto de complicidad, se dirige al fondo del escenario y avanza hacia el proscenio con sombrero de copa y lazo de pajarita.) ¿Y si tasamos la radio de Niceto y la ofrecemos al mejor postor? (Pausa.) Vamos, señores, he aquí un tesoro de la comunicación humana (En pantomima, exhibe una invisible radio.) ¿Ven el tamaño? ¿El diseño? ¿La marca? ¿Quién dijo un billete de los grandes? Están ofendiendo al gran Marconi ¿Dos billetes verdes? Pero ¡cómo! ¿Acaso olvidan que a través de este parto de la técnica en nuestra peluquería puede monologar Hamlet, cabalgar don Quijote y oírse una cantata de Bach? Entonces, ¿quién ha dicho tres billetes de mil? (Mira al maniquí-Rosa, iluminado por luz cenital.) Rosa, tranquila, esta vez soy consecuente (Luz cenital sobre el maniquí-jefe.) Y a usted, jefe, no le complico el negocio (Al público.) Y Niceto saldrá ganando. (Pausa.) ¿Alguien dijo tres mil quinientas? (Busca entre el público a posibles compradores.) Anímense. ¿Quién puja más? Esta joya sonora endulza la vida, combate la soledad, ayuda a seducir a su pareja ¿Dijo usted cuatro de los grandes? Rásquense el bolsillo, ofrezco un artilugio para mil usos (Se desmorona Samuel.) Incluso, incluso puede robarle la paz a un obrero de la estética... (Pausa.) ¿Alguien dijo...? (Pausa.) ¡Bah! (Mira a Rosa.) Sí, amor, ni para subastar sirvo (Al jefe.) Yo, yo no quise convertir la peluquería en una tienda de antigüedades, pero había que intentar, intentar... (Derrotado.) De acuerdo, esta radio es propiedad de Niceto (En pantomima, traslada la radio al fondo del escenario. Pausa.) Dejemos aquí la agarrada con el jefe. (Pausa.) ¡Caray, Samuel! ¿Por qué no pensaste en los cachorros que tenías que alimentar? (Pausa.) ¿Por qué me miran fijamente? A mí no me ocurre nada, je, je. Lo que no entiendo es cómo luego de tanto vagabundear di con... Antes yo iba por el ancho mundo buscándome... (Alarga la mano, como aprehendiendo una utopía y se congela su imagen. Oscuridad. Pausa larga. Al encenderse las luces, Samuel está sentado en un imaginario parque. La música mágica de un xilófono hace gesticular a una marioneta-marionetista, que va cobrado vida humana mientras avanza hacia el proscenio. Finaliza la música. Ella vuelve la cabeza, advierte a Samuel y se dirige hacía él.)

Marioneta: ¡Oiga, señor! La función en el parque ya terminó. ¿No ve que se fue el público?

Samuel: ¿Y no pueden empezar otra vez?

Marioneta: Mi señora la marionetista ya echó el último telón.

Samuel: ¿Está ahí? ¿Puedo hablar con ella?

Marioneta: Ahora descansa. Su labor teatral la dejó extenuada. No en vano nos aplica las últimas técnicas del actor. (Eufórica.) ¡Vamos, sonría! La mujer de las marionetas vendrá otro día a la ciudad.

Samuel: Esperaré. Los días pasan como los pájaros locos...

Marioneta: (Regresando, pues ya había iniciado el mutis.) ¡Oiga! ¿Se va a quedar en el parque hasta que el Ayuntamiento me contrate otra vez?

Samuel: ¡Vaya! ¿Usted otra vez?

Marioneta: Pero si me voy en auto-stop a Liberápolis, al Festival Internacional de Marionetas.

Samuel: Los días pasan como pájaros locos...

Marioneta: ¡Ejem! Resulta usted tan... bambalinero.

Samuel: (Alzándose.) Me llamo Samuel, y el tiempo se me va.

Marioneta: ¿Así que se le va el tiempo, eh?

Samuel: Un poco.

Marioneta: ¿Y por qué no lo retiene?

Samuel: ¿Al tiempo?

Marioneta: ¡Claro!

Samuel: No es fácil.

Marioneta: Usted le dice...

Samuel: ¿A quién?

Marioneta: Al tiempo. (Pausa.) Usted le dice... (Como buscando algo.) Señor Tiempo ¿acepta una tertulia?

Samuel: ¿Una tertulia con el tiempo?

Marioneta: ¿Y por qué no?

Samuel: (Baja los ojos.) No lo conozco bien.

Marioneta: ¿No conoce bien nuestro tiempo? Pero, Samuel así no se puede ir Por la vida (Suspira.) Está bien. Haré yo misma las presentaciones (Se desplaza, tratando de localizar al personaje. Pausa.) Aquí el tiempo, aquí un espectador...

(Samuel esboza un tímido gesto, pero lo reprime.)

Marioneta: Salude.

Samuel: (Alargando la mano.) Encantado, señor. Me llamo Samuel, y el Tiempo, ¡ejem!, usted, se me va.

Marioneta: (Ladeando el rostro.) ¿Le parece ético salir corriendo intempestivamente del lado de Samuel?

Samuel: (Por lo bajo.) ¿Qué está diciendo?

Marioneta: Ya lo ve. Regañar al tiempo.

Samuel: Como si eso se pudiera hacer.

Marioneta: Yo lo hago porque lo conozco muy bien.

Samuel: ¿Y cómo es el tiempo?

Marioneta: (Pensándoselo.) Dependemos tanto de sus caprichos.

Samuel: ¿Cómo es?

Marioneta: Imagíneselo. (Pausa.) Usted se quejaba de él.

Samuel: Me quejaba de mí.

Marioneta: ¡Uy qué lío! (Pausa. Alzando la voz.) Ya lo oyó, Excelencia, la tertulia ha sido anulada. (Un silencio. Retroceden ambos a la par.) Ya se va ¿Lo ve? ¿Lo oye? ¿Lo siente?

Samuel: Sí, el tiempo se me va.

Marioneta: Ese tiempo es de Maricastaña; pero ya se le ve la nariz a otro Tiempo nuevo, generoso.

Samuel: ¿La nariz?

Marioneta: El hará que el sol brille para todos.

Samuel: Y entretanto, ¿qué haré yo?

Marioneta: ¿Cuál es su ocupación?

Samuel: Hago trabajos, pero no tengo ocupación. ¡Ah, cuánto la envidio!

Marioneta: ¿A mi? (Gesticula como una marioneta.) ¿A una simple marioneta? Qué incongruencia. No veo el motivo.

Samuel: Usted sí que tiene una ocupación.

Marioneta: ¡Bah! ¡Bah! Dices unas cosas, tan ¡No sé! ¿Arlequinescas? (Pausa.) Bien, Samuel. He de hacer mutis. Ahora tengo que actuar en el teatro de la vida. ¡Hasta pronto! (Le da la espalda, Samuel se incorpora y cae en su asiento al ver que ella se gira.) Qué testarudo. (Pausa.) Samuel, en el juego de la marioneta nunca se sabe cuándo llega el aplauso.

Samuel: Eso es un destino.

Marioneta: Ni dónde estaremos mañana.

Samuel: Eso es un destino.

Marioneta: Ni si dormiremos bajo las estrellas o en un hotel de tres.

Samuel: Eso es un destino.

Marioneta: ¡Uy! ¡Uy! Ya me quieren complicar la vida. ¡Bien! Ahora recojo mis bártulos y dentro de una hora salgo por la autopista Norte (Pausa.) Espero que no te cruces en mi camino.

(Ella se esfuma mientras toda la gama de los azules crea un clima onírico en torno a Samuel, sentado ahora en su asiento, en actitud soñolienta. Se desata un torbellino musical y surge la Marioneta y ejecuta con Samuel una breve danza. Después ese sueño de mujer se escurre de las manos de Samuel, quien retorna a su asiento y evoca en su mente la vivencia con la Marioneta. Más tarde se oye una voz estentórea:)

Voz de Rosa: ¡Me has preñado otra vez, Samuel! Tienes que sentar al cabeza.

El hogar está insoportable de críos.

(Samuel se alza con una luz de náufrago chispeando en sus ojos.)

Samuel: Rosa está embarazada. Qué noche más absurda. Yo la imaginaba con luz de velas y un violín de fondo. (Imita la voz de Rosa.) No, no, nada de velas, nada de meter un violín en nuestra cama. Yo sólo quiero que me dejes encinta, Samuel (Brota una música de xilófono.) ¡Eh! ¿Un festival de muñecos que hablan? Qué experiencia más surrealista. (Suena, fortísimo, el concierto de tijeras.) ¡Oh! La peluquería (Se dirige hacia el área de la peluquería, ya con luz.) La acacia (Sobresaltado.) El jefe. (Pausa.) La luna de cristal. Niceto y su diabólico aparato (Pausa.) La Navaja (Se ilumina el área donde está el maniquí-cliente sentado en el sillón.. Samuel lo rasura.) No crean. Alguna vez había diálogo... En especial cuando Niceto se quedaba en cama con anginas. ¡Je! Una tarde de esas yo di mi idea del universo y hablé de esos planetas tan lúcidos que se esfuerzan por humanizar el nuestro ¡Je! ¿Saben cuál fue la reacción de la peluquería? (Baja la voz, confidencial.) Se rieron, de veras. Y me dije: Samuel, ¿No te aburres de ser siempre el mismo? Pues juega a ser otro.

(Bajo una sucesión de galácticos ruidos, Samuel contrae sus facciones imitando a un alienígena. En efecto, comienza a andar y gesticular como si fuera un tipo llegado de otro sol.)

Samuel: Rápido, un buen rasurado, que me dejé el ovni mal aparcado y se lo puede llevar la grúa. (Se quita la máscara.) Quedaron patidifusos. ¿Tenían delante un loco? ¿Un planetícola? ¡Je! Sólo que Rosa...

(Se enciende un foco y brota su furiosa voz, en tanto Samuel permanece de pie, inmóvil y cabizbajo.)

Voz de Rosa: Eres incorregible, Samuel. (Acusa él la imprecación y va hacia Rosa y permanece en el centro del escenario mientras se difumina la peluquería.) ¿Así que un Frankeinstein bajado de las estrellas? Te pueden poner una camisa de fuerza. Qué sería de nosotros (Llanto de críos.) ¿Los quieres matar de hambre? (Deniega él.) ¿No sabes que el jefe ya tuvo un infarto?

( Se apaga el maniquí-Rosa)

Samuel: Y pensar que Rosa antaño era delicada como una orquídea (Se atiza una bofetada.) ¡Caramba! Pero si es el aniversario de mi boda ¡Cuántos años! (Suspira.) Siempre lo celebramos (esboza un gesto de beber.) en una sala de fiestas. ¿Les gusta el jazz? ¿Sí? Entonces, ¿a qué esperamos? Música, por favor. (Se oye Maki'n Whoopea.) ¡Oh, si es mi ritmo preferido! (Compone un gesto de un rey de discotecas y un tanto chaplinesco avanza el maniquí-Rosa, que se ilumina. Entonces le hace una reverencia, invitándola a bailar. Gesto de resignación y Samuel baila solo, luego halla, como por azar, un bastón de claqué y haciendo muecas al maniquí-Rosa cada vez que pisa su área escénica concluye el subrayado coreográfico.) ¡Ejem! No era mi intención. Sólo que Benny Goodman arrastra y... (Desconcertado, se desplaza de un maniquí a otro, como disculpándose. De sopetón, golpean sus tímpanos golpes secos y opresivos, y Samuel va doblando el cuerpo, taponando sus oídos con las yemas de los dedos bajo un fulgor irreal. Lentamente, en pleno silencio, comienza a rehacerse. A continuación brota el sonido de unas tijeras.) ¡La peluquería! (Pausa.) ¿Qué hora es? (Aumenta su extravío.) ¿Lunes o Domingo? (Pausa.) Sí, lo aceptó, me equivoqué de oficio. Quizá debí ser... (Realiza una introspección mientras sugiere buscar algo por escena.) Debí ser... ( De súbito, su vista parece descubrir algo insólito y sale de escena y surge al momento mostrando un grotesco calendario de gran tamaño y con dibujos surrealistas. Samuel se lo cuelga al cuello y pasea por el proscenio y canturrea por lo bajo.) Hay tiempo nuevo para vender... (Pausa.) Se ofrecen horas inéditas. (Pausas.) Cambio semanas bobaliconas, meses inútiles, el calendaristaaa... (Lúcido y falsamente jovial.) ¡Vaya! En cuanto me desmadro, otros personajillos me salen de la calavera y anulan a Samuel. (Vuelve a refugiarse en su devaneo y en pantomima construye una invisible pizarra, ensaliva un dedo y empieza a escribir en el vacío.) Se ofrece... un original calendario... para el hombre nuevo... (Se ilumina sorpresivamente el área de la peluquería.) ¡Vaya! (Samuel deja plantado el calendario en escena y se desplaza hacia su sillón.) Si es el cliente (Ladea el cuello del maniquí.) cabizbajo y ocupa nada menos que el sillón de Samuel. (Pausa.) ¡Oiga! No le permito esa cara larga ¿Acaso ignora qué día es hoy? (Mira en torno suyo con recelo.) Eche un vistazo (Extrae un periódico de detrás del sillón y lo abre por la página editorial.) Ahí... en primera plana.. (Esboza un gesto de resignación y lee el mismo.) Hoy se celebra en el corazón humano... (cierra el diario.) el día mundial de la esperanza... (Pausa.) ¿Menuda noticia, no?

(Luz cenital sobre el maniquí-rosa)

Voz de Rosa: Samuel, Samuel

Samuel: El señor es algo miope y no alcanza a leer.. (Se esfuma Rosa.) Sonría, amigo, el día mundial de la esperanza... ¿nos pertenece?

(Un relámpago de luz sobre el maniquí-jefe)

Voz de jefe: Samuel, ¿qué retahíla de mentiras está leyendo a mi cliente?

Samuel: Yo, yo no quise importunar al caballero (Rebelándose.) Pero ¿por qué no puede leerse en los periódicos que la desesperanza ha sido abolida? (Un silencio.) Sí... (Muestra el diario con una mano extendida.) Lo dicen los periódicos, prensa solidaria con el ser humano. (Al maniquí abatido.) ¿Lee la noticia? ¿No? (Sopla en las cuencas de sus ojos y luego las frota con el dorso la mano.) Y ¿ahora? (Gesto de comprensión.) El estrabismo cotidiano, ¿eh? (Pausa.) Leeré yo mismo el magno acontecimiento (Se gira hacía el maniquí-Rosa.) Rosa, cielo, tengo sentado en mi sillón al cliente desanimado (Otro matiz. Lee.) Naciones Unidas, Nueva York, Asamblea de Urgencia de los Estados Miembros. Se aprueba por unanimidad (Cierra el periódico.) el derecho a soñar con los ojos abiertos. (Ignora qué hacer, suelta el periódico, recoge el calendario con ambas manos y lo exhibe orillando el proscenio.) Hay momentos insólitos para vender... Ofrezco horas millonarias en estímulos... Retiro de sus casas los escombros de días fallidos...El calendaristaaa.

(Luz sobre Rosa.)

Voz de Rosa: Samuel, vuelve en ti, hazlo por los críos.

(Ofuscado, él deja el calendario plantado, se agacha, toma el periódico, lo entreabre y lo muestra al maniquí.)

Samuel: ONU. Nueva York, Asamblea de Urgencia de los Estados Miembros... Se aprueba por aclamación el derecho a ser uno mismo sin necesidad de redactar instancias con pólizas incluidas... (Crece su desvarío y observa al maniquí-jefe con estupor. En seguida, con el brazo extendido y el periódico en la mano se clava ante el maniquí-centinela.) ¿Y por qué no oigo decir al jefe? (Otro matiz.) Esta ya no es mi barbería de la paz. (Se desentiende de él y lee otro falso acuerdo.) Se rechaza, sin ningún voto en contra... (Desvía la vista del periódico.) que el corazón y el bolsillo de los hombres anden cada uno por su lado...

(Foco a Rosa)

Voz de Rosa: ¡Samuel! Qué notición. Llevé a los niños a la nueva peluquería y el personal boquiabierto al ver el corte de pelo de los niños.

Voz anónima: Señora, ¿quién hizo una obra maestra con esas cabecitas?

Voz de Rosa: Te buscan como locos, Samuel, quieren felicitarte, contratarte ¡que sé yo! (Pausa.) Tu habilidad manual los dejó bizcos (Matiz agrio.) ¡Viejo trotamundos! Un salario y un horario fijo te harán sentar la cabeza...

Samuel: ¿Qué hora es? (Pausa.) ¿Lunes o domingo? No... no debieron zancadillearme de esa forma... (Pausa.) ¿Y por dónde? ¿Por dónde andará esa farandulera?

(Se oscurece la escena mientras suena el tecleo de una máquina de escribir. Unos focos iluminan al maniquí-asesor teatral sentado ante una mesa, en actitud absorta. Sobre la mesa hay una banderita municipal y, a espaldas del asesor, se ve un cartel anunciando una campaña teatral. Frente al maniquí aparece Samuel.)

Samuel: (Carraspeando y retocando su vestimenta para impresionar a su

Interlocutor.) Y me dije... a lo mejor en el Ayuntamiento... ¡Ejem! Quizá su asesor teatral... sepa algo algo de la marionetista que actuó en el Teatro de Verano... ¡Ejem! ¿Cómo? Sí, esta primavera... ¿Decía? ¡Ah, ella! Pues algo esbelta... ¡Eh! ¿Sus ojos? De color paja. ¿Nariz? La nariz respingona, como de trapo. ¿La boca? Graciosísima, ni dibujada. Diga, diga, ¿el pelo? Un... trigal alborotado. (Pausa.) ¿Ropa? ¿Atuendo? Déjeme recordar ¡Ah, sí! Parecía un sueño escapado de la commedia dell'arte. ¡Cómo! ¿Eh? (Indignadísimo.) No parece el retrato de una marioneta, ¡es una marioneta! (Serenándose.) ¿Sabe usted si ya regresó del festival internacional? Repítalo. ¿Qué me vaya volando al Teatro de Verano? ¡Oh! No me diga que ya... Gracias, ¡muchas gracias! En las próximas elecciones, yo, a lo mejor...

(Corre hacia el lateral izquierdo y se congela su imagen en plena huida. Oscuridad. Un xilófono deja oír sus notas, luego se oye piar a las aves del parque. Rasga un foco la penumbra y una marioneta observa a Samuel amodorrado en su sillita plegable.)

Marioneta II: ¡Uy!¡Uy! Ya se durmió otro espectador.

(Samuel se despierta sobresaltado.)

Samuel: Yo fui al Ayuntamiento y me dijeron...

Marioneta II: ¡Nada! ¡Nada! Su dueño frustró a un muñeco lleno de vida.

Samuel: Esa voz no corresponde a... ¡Oiga! Usted no es...

Marioneta II: ¡No soy! ¡No soy! Primero ronca. Ahora gruñe que yo no soy yo.

Samuel: Su pelo... no son rubias espigas de trigo. Ni tiene la nariz respingona.

Marioneta II: ¡Eh! Ahora se mete con mi nariz, qué espectador más absurdo. Está atropellando los derechos existenciales de las marionetas.

Samuel: Ella no me llamó absurdo, ni dijo que la atropellaba...

Marioneta II: Será una masoquista.

Samuel: Sé que tiene carácter.

Marioneta II: Y dígame: ¿Pagó usted ya su butaca? ¿Acaso piensa que una marioneta vive del aire?

Samuel: Ella tampoco habló de dinero.

Marioneta II: No me diga.

Samuel: Y me presentó al tiempo.

Marioneta II: Ja, Ja. Nunca oí nada parecido.

Samuel: Ella dijo... aquí el tiempo... aquí un espectador. (Pausa.) Yo fui a estrecharle la mano.

Marioneta II: ¿Fue a estrecharle la mano, eh?

Samuel: Pero no me atreví.

Marioneta II: Naturalmente. No son tiempos para estrecharle la mano al tiempo.

Samuel: Ella dio a entender... que la flor del futuro... empieza a brillar por todas partes.

Marioneta II: Paparruchadas.

Samuel: Y que cada individuo podrá dormir con la estrella de su destino debajo de la almohada.

Marioneta II: Paparruchadas.

Samuel: Y que la vida... de tan bella... será proclamada Miss Universo.

Marioneta II: Qué estupidez.

Samuel: Y ella dijo...

Marioneta II: (Celosa.) ¡Vaya! ¿Quién es ella?

Samuel: Usted debe conocerla. Es un poema de trapo graciosísimo. Y ahora se fue a Liberápolis, al festival...

Marioneta II: Otra marioneta enchufada. Otra marioneta enchufada.

Samuel: Si viaja en auto-stop.

Marioneta II: Qué espabilada. Se fue a ligar títeres.

Samuel: Se fue a perfeccionar sus técnicas.

Marioneta II: Eróticas, claro.

Samuel: Es una Colombina tan futurista.

Marioneta II: Qué falta de tacto, qué desfachatez. Hablarme a mí de otra.

(Enrabietada.) ¡Señor! La farsa terminó.

Samuel: Si la ve... por algún teatrillo... con sus ojos astrales y su voz solidaria.

Marioneta II: ¡Oh! ¡Oh! Ahora me habla como si yo fuera Celestina.

(Lo examina de arriba abajo entre sarcástica y resentida y le hace una reverencia muy teatral.)

Marioneta II: ¡Good bye, monsieur!

( Ella sale de escena muy digna, como un cisne ofendido y Samuel la sigue un momento, tratando de retener a la farundulera. Regresa, con la cabeza baja, mientras brota una música tristona. Es un piano y un violín que se quejan, creando una atmósfera de frustración. Samuel va de un lado a otro, más a la deriva que nunca. Las notas melancólicas se eternizan. Y él, rayando el absurdo, coge su sillita y la alza, y la ofrece a la marionetista que acaba de abandonarlo. Se apagan luces en tanto cobra luminosidad el área de la peluquería. Samuel franquea el local.)

Samuel: Y desde entonces... no oigo las carcajadas de la acacia, que ríe al sentir cómo la primavera viste de hojitas verdes sus ramas. (Luz sobre el maniquí-jefe. Samuel se desdobla.) ¿La risa de la acacia? Qué payasada. Mire, Samuel, como Niceto no se queja, el que se larga al sillón del otro ángulo es usted. ¡Y no se diga una palabra más! (Pausa.) ¡Jefe! Ahora que me hicieron un hueco, ¿me van a desalojar de él? (Pausa. Otro matiz.) ¡A la otra esquina, Samuel! (Pausa.) ¿Y los derechos del barbero? (Pausa. Otro matiz.) ¿Dónde están escritos? ¡Eh, señores! Samuel está componiendo Las reivindicaciones de Fígaro, ópera bufa de un barbero lunático. Je, je. ¡Oh, Samuel! ¡Samuel! (Se apaga la luz cenital del maniquí-jefe. Dos focos hacen un círculo de luz cerca del proscenio, donde está ahora Samuel.) Qué vida más arrastrada... ¡Uf! De niño, ya lo dije, me arrancaban las tijeras de la mano cuando quería arreglar los pocos pelines de mi hermanito el héroe. (Suspira.) Y ahora por querer ver el espectáculo de la vida en primera fila me desplazan a un rincón. (Pausa.) ¿Y por qué no a Niceto? No protestaría el hombre, pues la calle le importa un rábano, ya que un día le hablé de la acacia y el muy bárbaro puso unos ojos como platos, y le hablé del árbol y dijo que por allí no se alzaban árboles... (Se adentra en el área de la peluquería.) Que todo era invención mía, fruto de mi fantasía, y hube de mostrarle la acacia con el brazo extendido y entonces afirmó que la habían plantado ese día el personal de parques y jardines. ¿Iincreíble, no? (Pausa.) No... debieron zancadillearme de esa forma.

( Luz sobre Rosa.)

Voz de Rosa: ¡Negligente Samuel! ¿Qué esperas para obedecer a tu superior? ¿Es que un silloncito u otro vale más que nuestra estabilidad?¡Ea! Mueve el culo. Y no andes coqueteando con las sillas como si fueran señoritas.

Samuel: Así que me fui al otro extremo de la peluquería. (Pausa.) Me dije, Samuel, lo esencial es que haces un trabajo de creación y cuando estás inspirado das mayor estética a tus conciudadanos, incluso les quitas años (Pausa.) ¿Alguien lo duda? (Un silencio.) Ya lo dije, sólo trabajan mis manos. (Pausa.) Juzguen, juzguen por ustedes mismos. (Rozando la pantomima, ejecuta una exhibición con la navaja.) Así. Y así Y ahora por la mejilla... ¡Perfecto! (Se distancia un poco del maniquí-cliente.) ¿Qué tal? ¿Qué puntuación darían, eh? (Pausa.) En el Ejército mondaba cabezas de reclutas como si fueran patatas., je, je (Pausa. Regresa la música de Vivaldi.) Claro que el paisaje de la acacia con su cascada de hojas verdes se borró de mis ojos. ¡Bah! Qué más da. (Pausa.) ¿O quizá no? (Un silencio.) Sucedió algo. Atardecía. Se oían los frenazos de los autocares dejando a los colegiales antes sus patios. (Pausa.) Mi sillón lo ocupaba un vigilante nocturno que más tarde entraría de servicio. (Bajo un temblor.) Y de súbito, ¡zas! Mi mano se descontrola y enjabono (Lo hace.) Sus orejas, pestañas, nariz, nuca ¡Vean! Toda la cara del buen hombre es una grotesca mancha de espuma.

(Atónito por la transgresión cometida, Samuel deniega con la cabeza y hace un gesto con la mano a los maniquíes, restando trascendencia a su acción, mientras retrocede. Luego estallan, fortísima, las voces indescifrables de la publicidad radiada, como intentando reprimir la rebelión de Samuel, quien, al fondo, se gira de espaldas y trata de proteger sus oídos de la violencia verbal de los locutores. Silencio de sopetón. Se oye ahora, débil, como llegando de muy lejos, la voz de Federica von Stade interpretando una canción griega de Ravel. Es un canto a la liberación humana. Entonces, en la penumbra, mientras se oscurece la peluquería, un foco de seguimiento abre un carril de luz ante Samuel, quien comienza a correr a cámara lenta en esa dirección.)

Voz de Rosa: ¡Samuel! ¿Puede saberse por qué haces footing a estas horas por la autopista Norte?

Samuel: Es como si un relámpago liberador me abriera camino.

(La cantata brota ahora con fuerza, Samuel sigue su delirante carrera, en tanto el haz de luz recorta su silueta, con parsimonia, hasta borrarla de los ojos del público.)

 

OSCURIDAD