Una Ofelia sin Hamlet
Obra completa
Lord Hamlet is a prince
out of thy star.
Shakespeare
Para un actriz
y una actriz-cantante
A modo de prólogo
Cuando brota una sonata de Bach interpretada por una soprano, aparece la madre de Ofelia bajo la luz tenue del escenario, ocupando una mecedora en su papel de personaje-maniquí. A la par una luz de seguimiento descubre a Ofelia luciendo un vestido de noche y tocada con una pamela pasada de fecha, mientras avanza hacia el escenario desde el fondo del patio de butacas. Deambula, ensimismada, sin prisas, recreándose y disfrutando con los bombones que extrae de una bolsita de papel de fantasía. En la escalinata junto al proscenio se detiene y se gira hacia la sala.
OFELIA.- ¡Hum! Qué bombones... son mi debilidad... (Pausa.) Pero no sé que hago aquí, saboreando golosinas... (Pausa.) Es urgente poner los pies en el asfalto y buscar a Hamlet por los grandes almacenes de la vida... (Evocando un fragmento de Shakespeare.) "Su alteza Hamlet es un príncipe y está fuera de tu estrella..." (Pausa.) Cuando conocí a Pepe, pensé: es él, no hay duda, porque en el umbral del siglo XXI Hamlet podría ser... ¿por qué no? Un dentista de éxito...
(Al iluminarse la estancia resalta el espacio escénico con dos planos, uno onírico y otro de realidad con sugerencias de puertas iluminadas. También destacan los percheros, sobre todo el del lateral izquierdo, con una colección de sombreros de los personajes masculinos que alborotan el universo mental de Ofelia. En la otra esquina sigue sentada bajo una luz de irrealidad y en la mecedora oblicua al público el personaje que simboliza a la madre sorda, quien luce un sombrero de flores pasado de fecha mientras permanece estática, con las agujas de hacer calceta en la mano, en actitud ausente. En el centro hay una mesa redonda con faldones, flanqueda por dos sillas. Sobre la superficie de la mesa, champaña, velas de colores y rosas rojas en un jarrón de porcelana con figuras femeninas aladas. En ese momento Ofelia pisa el escenario, se desprende de la gabardina, la cuelga en su perchero y, de perfil, exclama.)
I
OFELIA.- ¡Ah! ¿Pero estás aquí? (Como desorientada.) ¿No te parece que dos Ofelias son demasiado? (Pausa, se gira.) Mamá, no deberías haber venido, así, de sopetón, además, esta noche celebramos nuestro aniversario de bodas... (Canta un fragmento de ópera.) Para colmo, ocurrió algo muy embarazoso... (Pausa.) Tan fuerte que sólo se lo puedo contar a un madre sorda, ¿Te has desconectado un pelín el audífono, verdad? Bien... Mi marido me engaña con una de mis mejores amigas... (Pausa.) Con mis mejores amigas, no, ¡sólo con una! (Tragicómica, muestra una foto.) ¿Que por qué tienes que ser siempre tú la última en saberlo? En fin, no volverá a ocurrir. Nos instalaremos un fax...(Pausa.) Día tal, a tal hora, en tal motel, bajo un edredón malva a juego con decoración, mi marido din, dan... (Pausa.) Además, te recuerdo nuestro pacto, tú, aquí, a hacer calceta y punto en boca... (Gesto contrariado de la madre.) Oh, la madre que no podía hablar..., qué hija, abandono, incomprensión generacional, distanciamiento, uf, tú ganas, di algo...¡No! (Se abalanza sobre ella.) Que con tal de meter baza, te brotan palabras...
(La madre se alza entre ambigua y risueña y se cruza con Ofelia, quien ocupa la mecedora e imita a la madre en su papel de actriz-maniquí.)
LA MADRE.- Hasta por las cejas...
(Luces de cabaré. La madre, en el papel de Ofelia, canta.)
Música.
¿Cuál es mi éxtasis?
¿Dónde mi placer?
¿En lecho conyugal
o bajo un foco dorado
asumiendo mi papel?
¿Quién dijo que amar es
mirar en la misma dirección?
Debió ser un mono sabio
extraviado en su opinión.
Mi existencia es pura hiel,
el objeto amado me es infiel
y a mi juicio esa borrasca de
sábanas me saca de quicio.
Soy Leo, pero no sé
si lo deseo. Y el zodiaco
trotando en su jaco
dice que estoy por sus
besos y por sus huesos.
No hago ni caso.
Es un descastado,
un ajuntado y he de
admitir que el
querindondo tuneando
por ahí, sabe hacer tilín.
Cortejador nato, gusta
encanallarse al paso,
y pelar la pava a la
primera que salta.
¿Cuál es mi éxtasis?
¿Dónde mi placer?
¿En lecho conyugal
o bajo un foco dorado
asumiendo mi papel?
(Se oye un ruido espantoso. Ofelia sale desde la mecedora disparada hacia el
lateral izquierdo, mientras su madre se sienta ocupando su lugar.)
OFELIA.- Ese es el insumiso del pelo rizado... (Corre y señala la puerta.) ¡Oh, Dios mío, qué desastre! Deberías verlo, Ofelia, trata de colgarse de la lámpara del techo utilizando la corbata como nudo corredizo y el muy estúpido nos la ha destrozado... (Hablando con rapidez.) Una lámpara regalada por la marquesa Marilinda cuando Pepe le extrajo con tal ardor la muela del juicio que la dejó sin juicio, tal como se demostró en el posterior juicio, ¡oh!, qué digo! (Se desploma en la silla mientras suena el teléfono. En pie, lo descuelga. ) ¿Sí, amor? Claro, amor, déjame que lo adivine... ¿Acaso ponencia de última hora en la sesión permanente de Odóntologos Noctámbulos? (Pausa.) ¿No? ¿Que tienes guardia en la clínica privada de tus socios...? Ya... (Para sí.) Y olvida qué noche es hoy... (Pausa.) Por supuesto, llegarás al alba, al alba, moza, que me voy a vendimiar llegaré rociado de orgasmos igual que don Juan... (Compone la figura de don Juan. A su madre.) ¿Sabías quién era, no?... (Pausa.) Recuerda... Yo ensayaba Ofelia... la otra, claro. (Permanece ensimismada, luego coge un libro con las obras de Shakespeare y murmura bajo un foco.) ¡Oh, Hamlet, perdóname! (Suena la voz de Hamlet.) Yo te amaba antes, Ofelia... y si te empeñas en casarte, cásate con un tonto; porque los hombres avisados saben muy bien... (Ella suspira, como volviendo en sí y deja el volumen, sentándose detrás del maniquí-personaje y hablando doliente, con lentitud y plenitud actoral.) De acuerdo, mamá, Hamlet es ficción, todo lo irreal que quieras... pero era mi mundo... Ofelia no quería dejar de ser Ofelia, pero perdí mi tren y me hicísteis abordar otro donde un ilustre odontólogo era el gran maquinista... Y me dividí en dos, sí, fue una boda a dos bandas, una novia ante el altar y la otra buscando a Hamlet por las bambalinas de su mente... (Pausa.) Me quedé fuera de juego... Casi perdí el seso, ¡el sexo, no, mamá, la cabeza! (Cómica.) ¿La chaveta? De acuerdo, la chaveta. (Se pone anteojos, pose doctoral sentada en un taburete.) Oiga a su psiquiatra: no está alunada, no, no, no, sólo que sus neuronas creen que la vida es una discoteca y se mueven a ritmo de salsa... (Se contonea, luego suspira.) Cuando me internaron conocí a otros seres con neuronas igual de marchosas... (Se oye una música de Malher.) En la clínica del silencio algunos se enamoraron de mí... (Coquetuela.) Un cleptómano guapísimo... Un individuo que decía que su cabeza era un televisor... (Dibuja el televisor con las manos.) Amor mío, pasaremos la vida unidos y atados a la TV. por cable... (Pausa.) En la clínica de los nervios desatados se oía canturrear a un vendedor ambulante de estados de ánimo... (Va al perchero del lateral derecho, se coloca una chaqueta de varón y se ciñe un sombrero hongo.) Vendo optimismo enlatado y sin fecha de caducidad. Con cinco botes, uno de oferta, (Canturrea.) El optimista óptimo... (Regresa al taburete.) El más tierno, era el buscapersonas.. (Lo imita.) Ofelia, tú perdiste al tipo de tu vida, lo leo en tus ojos, y yo, Lalo Pesquisas, soy un profesional de extraviados. A ver, ¿cuándo fue la última vez que lo viste? (Pausa.) Bajo un foco. (Pausa.) Querrás decir bajo una farola. ¿Su profesión? (Pausa.) Aristócrata de la duda. (Pausa.) ¿De la jet-set, eh? Ahora dime su DNI y si es posible su ADN. ((Pausa.) Quería saber el DNI de Hamlet...
(Luces de baile.)
Música
MADRE.-
Lalo Pesquisas,
con gorra y farol,
hazte con él pues
los peces del alba
ya saben quién es.
Buscapersonas,
con tu gafas
y manual de
investigador
sé un lince de
la profesión:
abre un ojo,
extiende un ala
y localízalo.
Si le dio cobijo
una luciérnaga,
tráelo,
Si navega con peces
hiperbólicos,
péscalo.
Con un aguaviento,
frénalo.
Con alondras de mar,
atrápalo.
Si con libélulas de sal
que un pez espada
siegue sus alas para
que no vuele más.
Pesquisas, no
especules más,
el señor Caracol
en barco de espuma
lo vio ante el timón.
Piel de timonel
curtida por rutas
que no son de papel.
Si lo ves navegar
sin vela ni sol
con luz de nostalgia
junto al palo mayor,
que la estrella polar
relumbre en el mar
y que a feliz puerto
lo lleve un pez boreal.
Pesquisas,
luce pajarita,
lupa en la tripa,
habano en el labio
y ondula el mostacho
quedando al acecho
como gato urbano.
Lalo Pesquisas,
con gorra y farol,
hazte con él pues
los peces del alba
ya saben quién es.
(Los dos personajes femeninos siguen con su juego de cambios actorales de papeles.
Ofelia suspira y se sienta en el taburete.)
OFELIA.- En el internado conocí al Giramundos, con un globo terráqueo
en un dedo... (Lo imita, voz delirante y de autoasombro.) Lo han intentado,
Ofelia, de veras, un siglo sí, y otro también, ¿quiénes?
Las fantasías más futuristas, créeme, querían darle
una vuelta de tuerca al globo, soñaban cambiarlo, no maquillarlo. Intentaban
desalojar el instante que no va a ninguna parte y dar una fiesta de disfraces
a un tiempo venidero, sin contaminar. También reivindicaban que los versos
más sentidos y recién alumbrados se televisaran en directo vía
satélite... (Hunde la barbilla en el pecho, gesto tristón de payaso
utópico.) ¡Altos sueños quebrados!, y mira, observa... (Se
sube al peldaño del taburete, con el brazo estirado, sosteniendo el sombrero
hongo en un dedo.) El mundo en mi diestra, lo hago girar como una pelota...
(Mueve el sombrero con el índice.), y le doy una vuelta de campana, y
otra, y otra; Ofelia... (Señalando al público con el sombrero.)
un mundo nuevo a tus pies... (Se lo ciñe y se despoja de él ante
la madre de Ofelia.) ¡Chapeau! (Camina hacia el perchero de su su derecha,
con la mirada fija en el sombrero, al que da vueltas con lentitud, mientras
canturrea de forma casi inaudible.) El Giramundos...
(Ofelia hace girar el sombrero y desaparece tras el perchero, mientras la madre,
al oír la música, sale de su letargo bajo un cambio de luces y
canta.)
Música.
Giramundos,
labrador de sueños
y de rumbos.
Que gire, que ruede
la rueda del mañana,
silba la pájara pinta
volatinera en su rama.
Con zapatos de charol
danzan ilusionistas
al ritmo de sus liras
y en el cuerno de la
luna subastan utopías.
Ebrios de lunas altas,
ojos de pez irisado,
juegan a hipotéticos,
extienden una mano.
Y con humo de sus pipas
dibujan alquimistas
con oro viejo luciendo
semblantes de ceniza.
Girar el tiempo,
voltear el sino,
en la feria de la vida,
burlas del destino,
uno piruetea mohíno.
Chispa de taumaturgo
cámbiame el minuto
que me tiene anclado
sin brújula ni faro.
Giramundos,
labrador de sueños
y de rumbos.
(Pausa. Ofelia retoma la acción.)
OFELIA.- Los llamé, mamá, mis admirados volados están
aquí... También hay tipos desconocidos por las habitaciones...
Y tienen una pinta de sementales en ayunas. (Pausa.) Sí, mamá,
no pongas cara de tortuga santurrona, (Gesto contenido de mujer fatal.) Llené
mi casa de hombres... (Se oye un canto gregoriano tenue.) ¡Oh, ahora este
otro se pone a rezar! Es un cura separado..., sí, por una vez oíste
bien, Ofelia tiene su orgullo y cuando supe por Mati que el responsable de que
yo no fuera Ofelia se amancebaba esta noche con mi mejor amiga, creí
perder la razón, me eché a la calle a respirar la brisa del río...
(canturrea.) Del puente a la alameda/ menudo pie la lleva/ por la vereda que
se estremece/ al ritmo de sus caderas...(Pausa.) Contra el pretil vi a un joven
apuesto que se disponía a suicidarse, le hablé... ¿de qué?
Pues de Hamlet. ¿De quién querías que le hablara? Daba
el personaje, sólo le faltaba un cráneo en la mano... pero en
su lugar llevaba una gorra de soldado... De modo que le hablé, él
también me habló y casi acabamos suicidándonos los dos...
(Suena una marcha militar. Ofelia habla a gritos.) ¡Qué! No, ese
no era el cura, debe ser un insumiso del Golfo... Pero ¿qué golfo?
No es un golfo, mamá, tiene aspecto de pacifista, metafísico,
de mente crítica... Me dije: si Pepe se lía con la filóloga,
yo me enredo con el insumiso, ¡no en tu piso!, aquello es una merienda
de gatos. (Elevando la voz.) Digo que sólo me lié con el insumiso...
O lo voy a intentar.
(Música de tango.)
Le ofrecí una botella
de coñá y el muy bárbaro
en vez de vaciarla, con
un guiño, la hizo añicos.
Intuí la escena: tras una
puerta,venas abiertas...
Aborté el intento, le di
un sedante, y en una huida
hacia adelante, me eché a la
calle tras la sombra de Hamlet.
(Pausa. Ofelia sale del haz del foco.)
Allí había un pibe de ojazos negros y aire porteño... y dijo llamarse Carlos, qué hombre, un pastel... ¿Qué Gardel? (La madre se ajusta el audífono.) Sí, lo admito, soy frágil, abandoné Hamlet y la incertidumbre escénica por un odontólogo, que ahora se lía con mi mejor...
(Luces y atmósfera de tugurio acanallado.)
MADRE.- (De pie.) Por eso entré en un café, el Café de la Milonga...
Música.
En un viejo café,
música arrabalera,
disfraza su pena
una bambalinera.
En un café del ayer,
evocando sus andanzas,
una actriz sin papel
se pierde en un aire,
baile de añoranzas.
Una lágrima cae,
un suspiro la encadena,
y el pulpo de la escena
la envuelve en una red
por orden de Atenea.
En un viejo café,
música arrabalera
mientras a Ofelia,
un eco de histriones,
dolor de acordeones,
su deber le recuerda.
(Pausa. Cambio de papeles.)
OFELIA.- Te lo he dicho: era un cura casado y se acaba de separar... Fue a la
diócesis y dijo: ¡Me voy con las golondrinas!; luego a su parroquia:
Hasta más ver; al sacristán, hasta después; y a su mujer,
me quedé sin tabaco... (Pausa.) A lo mejor erró de vocación...
Tenía facha de primer actor... En el café, nada más echarme
el ojo, exclamó: ¡Ave María Purísima! Sin pecado
concebida, repliqué, porque me salió mi vena mística...
Soy tan sentimental... (Pausa.) De modo que me llevé al ex cura a casa.
Le haré una prueba... (Pausa.) Ya lo imaginaba diciéndome: (Otro
punto escénico bajo un foco, con una guirnalda de flores sobre su frente.)
"¿Eres hermosa?" "¿Qué quiere decir vuestra
señoría?" "¿Que si eres honesta y hermosa, tu
honestidad no debiera admitir tratos con tu hermosura... Vete a un convento..."
(Pausa.) Mamá, lo tengo en esa otra habitación, pero en vez de
poner una milonga, se canta un gregoriano... (Repicotea el teléfono.)
¿Sí? (A su madre.) Es Florencia, número uno en ventas de
chismes. (Pausa.) Sí, cariño, lo sé, a Ofelia le ponen
los cuernos en un motel estilo modernista, bajo un edredón malva a juego
con la decoración del cuarto... ¡Cuelga o te cuelgo! (Se oye una
música de violín.) Sí, encanto, estoy enseguida a tu lado...
(Sale corriendo y se clava.) Este es un gígoló atípico,
se presentó con un violín... Un gigoló posromántico...
(Pausa.) Ya lo sabes, me sentía doblemente decepcionada, con ansias de
desquite, cogí este periódico...
(La madre se incorpora, quitándole a Ofelia el diario.)
MADRE.- Y leí la sección de ofertas amorosas.
(Lee una página mientras cambian las luces y se oye una música,
que la invita a cantar.)
Música.
Ser o no ser,
a dama en crisis,
gigoló de buen ver,
ofrece un lirio
y un té. El dardo,
la duda de Hamlet,
su herencia,hirió
a Ofelia; he ahí
la evidencia, ¿le
hago una prueba
actoral o vuelo
con él a Venecia?
A dama en horas bajas,
un anónimo murmullo
de piano-bar la rescató
de su nube de humo.
Daré un golpe de mano e
iremos a tertuliar donde
peces de ojos afarolados
hacen guiños a la mar.
Otra noche,
en el café-bar
se oyó al piano
cantar: a dama
en crisis, don
Juan por horas
ofrece un arco
iris y una rosa.
(Pausa.)
OFELIA.- ¿Una rosa? (Bajo una luz cenital.) ¡Oh, rosa de mayo,
preciada niña, amorosa hermana, dulce Ofelia, !Oh cielos! ¿Es
posible que el juicio de una tierna doncella sea tan frágil como la vida
de...? Es posible. (Pausa. Otro matiz.) He aquí romero para la memoria;
acuérdate, amor mío, te lo ruego; y aquí trinitarias, que
son para los pensamientos... (Pausa.) No pongas esa cara, mamá... (Suena
un disparo.) ¡Ay, Dios mío! (Corre hacia la habitación y
se asoma.) No quieres tirar tiros en la mili y acabas de hacer blanco a un jarrón
chino de porcelana, desmanotado, lo has hecho trizas... (Brota un estruendo
en otra habitación) Si es el cleptomaniaco que en la clínica del
silencio lo birlaba todo: robó mi cepillo de dientes, las medias, el
lápiz de labios, mis enaguas... (Amortiguando la voz.) ¡Casi me
deja sin bragas! (Sale disparada hacia una habitación pero se detiene
ante su madre, que imperturbable sigue haciendo punto.) Y le dije: estimado
colega de electrochoques... pasa, por favor, en el despacho del ilustre sacamuelas
hay de todo, hasta la mandíbula de Santa Apolonia, pasa y realiza una
consumada limpieza accidental... ¡Dental, no, mamá, accidental...!
(Se oye un ritmo de jazz.)
MADRE.- Sí, sí te sigo Toni Claqué...
(Luces de jazz. La Madre se ciñe el sombrero canotier y empuña el bastón.)
Música.
Rómpeles el peroné,
pues el minuto que
fluye sólo es realidad
en un reloj de cabaré.
Rómpele el peroné a
quien osó redactar
en su tesis doctoral:
la existencia es más
que un baile, pues el
hombre es un ser nacido
para la caries... ¿Cómo
se puede exponer tal
sofisma? Toni Claqué,
rómpele la crisma.
(Sigue la música, y silabea cara al maniquí-Ofelia.)
Y cuando surja el doctor,
sin sombrero canotier,
el rey del Music-Hall
zapateará su sonrisa infiel
y de su órgano bucal
no quedará un molar en pie.
(Pausa.)
OFELIA.- ¡Oh! Y tú, teje que teje, haciéndole un jersey... (Pausa.) Vete, mamá, sal de aquí, que esta no es una Ofelia shakesperiana, sino una gallina putuela que organizó en su aniversario de bodas su propio corral de gallos... (Lanza un quiquiriquí largo y erótico, pone el oído, de las habitaciones responde algún que otro quiquiriquí. (Triunfal) ¿Los oyes, mamá? Los gallos me van a desplumar... (Pausa. Pantomima de la gallina casquivana.) Clo, clo, clo... Madre, vete, que se avecina un desmadre, clo, clo... (Se oye un canto monacal. Ofelia se clava en el centro del escenario.) ¡Ah!, acabaré haciendo un vía crucis con el cura separado... (Se arrodilla ante su puerta.) Sí, padre, le oigo: errare humanum est; perseverare, diabolicum... (Pausa.) ¿Pero tú le oyes, mamá? No, mejor no le oigas. (Se desplaza a otro ángulo.) Sí, sí, ya sé que es un poco fuerte, pero llevo la tira de años atada a un hombre bello, espectacular, pero que sólo sabe decir: (Actúa como si la madre fuera un paciente.) No grite que la tengo en mis manos, abra la boca, encías que sangran, empaste, enjuagues, anestesia, acción, extracción, el siguiente... (Se quiebra su voz.) Fíjate qué destino para una Ofelia sin Hamlet...
(Va hacia el perchero y toma entre sus manos la corona de flores y perdiendo la verticalidad, recita a Shakespeare.)
¿Cómo te conocería/ dueño de mi corazón?/ -Por el sombrero de conchas/, las sandalias y el bordón.
Mañana es la fiesta/ de San Valentín;/ al toque del alba/ vendré por aquí.
Iré a tu ventana,/ que soy doncellita/ pronta a convertirme/ en tu Valentina.
(Pausa.
OFELIA.- ¡Oh, se me fue la cabeza en...
(La madre se ciñe un sombrero de detective y Ofelia con las agujas de
hacer punto roza una inmovilidad perfecta.)
MADRE.- Y te olvidas de un tal Harry el Sucio...
(Ahora la madre, antes de ponerse a cantar, cambia el sombrero por otro de paja y exhibe un bastón de claqué y lo exhibe al público.)
MADRE.- Es un regalo de monsieur Claqué.)
(Luces de Music-Hall.)
Música.
El saxo es un gato
solfista, va por
los tejados de
solista, y llama
en vano a la batería
absorta en un sueño
de coreografía.
El gato solfista,
obstinado, sobre el
brillo de la pista
reclama al contrabajo,
músico de paso, con
humor de escarabajo:
quiero blues, baladas,
sentir el swing. Al
fin surge el saxo
tenor que es todo un
señor, y el cabaré
vuelve a ser lo que fue.
He aquí, pues, la ópera
prima de Claqué.
Oigan ahora el epílogo:
En eso el rumor,
en mi bemol, deja
oír su voz: laurel
al saxo tenor con
alma de compositor.
Es el bluesman
de la modernidad,
a Duque Ellington
tiene en un altar,
y en los clubs
de Nueva Orleans
aplauden al astro
tocado con la magia
de Louis Arsmtrong.
(Pausa.)
OFELIA.- (Cobrando vida.) ¿Qué? Claro de que estoy segura que Pepe me engaña con... ¡Sí, Carla! ¿Qué otra? ¿Mariela? ¿Esa? Pero si esa es una flacucha de mierda... Una sabelotodo... (Se calza gafas de leer, se sienta, coge un libro, expresión intelectual.) Una secuencia de Marcolucci encierra una forma nuclear enlazada a signos psicográficos más allá de su parábola fílmica... (Pausa.) ¡No me vengas tú ahora con tus especulaciones, mamá! No, si no me altero, pero es que sería el colmo... que Pepe y esa descerebrada pues... ¿Quién? Pero ¿qué insinúas ahora? Adriana jamás me haría una cosa así, ¡y menos en un día como hoy! Además su propia formación se lo impediría, hizo un master en educación sentimental en la ciudad natal de Flaubert... (Pausa.) Mati me informó... Y lo que dice Mati va al Pentágono, porque Mati es la razón pura de la posmodernidad, sí, mamá, las coge al vuelo, no, las moscas, no, la cruda realidad cotidiana, ¿entiendes? ¿Qué dientes? El audífono, mamá..., y si Mati dice que mi marido me la jugó con... (Brota un ritmo. Ella ondula las caderas.) Es Harry el Sucio, no exactamente...
MADRE.- Pero en la clínica del silencio siempre nos ponía los vídeos de su héroe...
(La madre luce ahora la gabardina de Ofelia y se ciñe un sombrero, con gesto de policía duro y canta.)
(Otras luces.)
Música.
No te hagas
la estrecha y
pon la oreja:
él es mi ídolo
y yo su mueca.
Ya sabes mi
épica: una
crónica, como
ves, nada trivial,
sigo al mito con
fidelidad de
perro suburbial,
pues él barrerá
en los jardines
del hampa las
flores del mal.
Recuerda:
su sombra,
su sonrisa,
su música,
su rock,
su huella,
soy la mueca de
Harry el Sucio,
muñeca...
(Pausa, deshace el gesto y va hacia la mecedora, mientras Ofelia desde su silla, exclama:)
OFELIA.- En fin, casualmente el tipo es la amante de la pelirroja del quinto. ¿Eh? (Rotunda.) Quien se pasa de vino tinto es el divorciado del ático... No, su hobby no es jugar a la pata coja, ¡es cojo! ¿Qué ocurre con la del sexto? (Otro matiz.) La del baile de San Vito no tiene un lío, tiene un novio dos veces viudo, ¿qué?, no, el viudo no está ido. ¡Oh!, yo estoy que me subo a la lámpara, pero tú no bajas de ella.. (Pausa.) Me interrumpiste... sí, acéptalo... (Pausa.) Te decía que oí en la escalera los pasos del amante de la pelirroja del quinto... (Se cala el sombrero y compone el personaje.) Otra vez tú, flacucha, cuidado conmigo, recuerda que soy el alter ego de Harry el Sucio y cuando tengo una mujer enfrente la dejo para un anuncio de detergente... (Otro matiz.) Harry el Sucio, ¿no te acuerdas de mí? En la clínica jugábamos a adivina quién te dio, que la mano te cortó. Pasa, pasa ahí dentro y te serviré una copita de anís... (Simula que le cede el paso en tanto brota un réquiem) ¡La pringamos! Ahora el cura casado también se querrá separar de mí... Está enganchado al erotismo de la separación, he ahí la fuente de sus satisfacciones. (Se oye el timbre del teléfono.) No, Mati, ¡eh!, te oigo mal... Ya. (A su madre.) Mati es toda acción, telefonea desde su coche ...(Pausa.) Pepe aún no ha llegado... (Pausa.) Oye, ¿estás segura de que el ligue es con Carla?.. ¿Qué? ¿Por deducción? ¿Despejando incógnitas? ¡Eh! ¿Qué? (Mira a su madre, señalando con el índice su sien.) ¿Por el teorema de... quién? ¡Oh! (Su faz rebosa una ingenua admiración. A su madre.) Es que las neuronas de Mati son exactas, ¿sabes? (Al teléfono.) Oye, déjate de logaritmos y otras gaitas, exijo saber que te hizo llegar a esa conclusión. ¡Cómo! ¿Merced a tu ordenador? Claro, debí imaginarlo, si, sí, tú y Carla sois mis mejores amigas..., pero también eres una solitaria con un ordenador en la cama, perdón, en la habitación. ¡Chao!. (Cuelga.) Esta Mati... (Pausa.) Nada, mamá, nada, que Mati advierte la infidelidad de los maridos de sus amigas a través de un terminal de ordenador... (Pausa.) Y también sabrá por dónde anda... ¿Quién va a ser, mamá? Quién va a ser...
LA MADRE.- Déjame que te lo diga..
(Otras luces.)
Música
Sherlock
Sherlock,
no es el diablo
en un pajar,
es el retrato
inacabado
de un proyecto
de soledad.
Buscapersonas,
Sherlock Holmes de
a pie, localiza un
tipo a la deriva que
se pregunta quién es.
Sherlock amigo,
sabueso querido,
desvela el enigma
de mi sino con
un golpe de vista
de tu ojo crítico.
Labraste un nombre:
Buscapersonajes,
introduce el aura
de Sherlock Holmes
en tu equipaje.
Sherlock, Sherlock,
consulta al rumor
y a cartas de azar
por si acaso vieron
pasar la sombra de
una leyenda moral.
Sherlock,
Sherlock,
no es el diablo
en un pajar,
es el retrato
inacabado de
un proyecto
de soledad.
(Pausa.)
OFELIA.- También en la clínica del silencio un día tropecé
con... ¡Papá! (Un hilo de voz.) Era una fotocopia del mismísimo
Shakespeare, pero más calvo... No estoy calvo, Ofelia, es el láser
de la fotocopiadora que me tomó manía... (Pausa.) Bien. ¿Qué
haces con esos pelos, esa pinta y por esta época? Semejante transgresión
es de juzgado de guardia... (Mientras sigue hablando sitúa las dos sillas
oblicuas al maniquí-Ofelia.) Ahora mismo se pronunciará el Tribunal
Superior de Alta Ficción... Ocupen sus escaños los testigos de
cargo y de la defensa. Póngase en pie la acusada, tiene la palabra el
Ministerio Fiscal, es decir, yo, el Cisne del Avon. (Pasea con altivez de jurista
en torno al maniquí.) Se le acusa de escaparse de una vida mítica
a otra doméstica. (Otro matiz.) Y a usted de... (Otro matiz.) ¡Cállese
el busca-personajes! Digo que a usted se le acusa de la puta vida que dio a
Ofelia: le mata al padre, al hermano, la vuelve turulata, la obliga a suicidarse,
¿qué tramaba? ¿Un culebrón? (Otro matiz.) Usted
no sabe con quién está hablando... (Pausa.) Con un trágico
que se pasó de la raya con Ofelia... pero nosotros, en cambio, la amamos,
por eso acudimos en cuanto nos llamó: el violinista gigoló, Toni
Claqué, el cleptomaníaco... (Otro matiz.) ¡Cállese!
¿Y qué delirio es ése de engañar a Hamlet por un
sacamuelas? (Otro matiz.) Ella daba un golpe de mano a un destino adverso. (Otro
matiz.) ¿Y usted quién demonios es? (Otro matiz.) El giramundos.
(Pausa.) Willy, ¿no me reconoces? Somos pareja: nos atizan descargas
eléctricas a la par. ¿Qué dice este gira-sol? No, de gira-sol,
nada, Willy, es este globo que va de lado y... por eso yo, ¿comprendes?,
intento que orbite como debe ser... ya sabes: cada rana sin invadir la charca
ajena... (Otro matiz.) ¡Palabras! Ofelia se distanció de Hamlet.
Señorías, exijo para la acusada una pena de... (Otro matiz.) ¡Protesto!
Ella sigue buscándolo, busca a su hombre... (Otro matiz.) ¿Y lo
hallará, gira-globos? (Otro matiz.) Seguro, Willy, díselo tú,
Buscapersonas. (Otro matiz.) Estoy en ello, señor, mire, observe, llevo
impresa en la palma de la mano la huella del pulgar de Hamlet... (Gesto de estupor
de Shakespeare que rompe la atmósfera del juicio colocando las sillas
en su lugar de origen.) ¿A sí que imprimen las huellas dactilares
a mis hijos de la fantasía? Este nuevo milenio es un nido de paradojas...
(Observando a la madre-maniquí) Ésta no es mi Ofelia...
(Ahora se dirige al perchero de los sombreros alborotados justo cuando brota un violín y el personaje ya en la piel de Ofelia se gira, busca con los ojos la música, y esperanzada, casi risueña, exclama.)
OFELIA.- El violinista gígolo me reclama... (Sirve dos vasos de whisky y va hacia su puerta.) ¡Cómo! ¿No bebe whisky? Creí que los amantes todo terreno se cepillaban los dientes con vodca y... ¿No? (Señalando el anuncio del periódico.) ¿Pero qué clase de don Juan es entonces? ¿Por venganza? Diga, diga... ¿Tú lo oyes, mama? (La madre deniega.) No, si tú oyes lo que te sale... (pausa.) del oído... ¿eh? (Pausa. Se va hacia su madre haciendo pucheros.) ¿Sabes lo que me dice el guaperas? Que se le escapó la mujer, sí, la mezzoprano, con el violoncelista de su orquesta y como venganza se ofertó en la prensa como gigoló... (Gimotea.) pero él sólo quiere a su violín y a su mujercita que le acolchaba la vida... (Pausa.) Yo... yo la puedo sustituir, de niña tenía oído, díselo, mamá, díselo tú, que tuviste un sueño escénico en la piel y te empeñaste en que me llamara Ofelia... (Canta un fragmento de una romanza, luego va hacia el violinista.) ¿Qué tal? Podíamos hacer un musical con la duda de Hamlet... mientras Pepe (lloriquea.) ayunta con una de mis mejores amigas... (Grita.) No ayuna, ayunta, (pausa.) el audífono, mamá... (Suena un disparo. Ofelia corre hacia una alcoba.) mamá, el tipo se pegó un pistoletazo... en el zapato! (Desde el umbral.) Oiga, usted es una amenaza, le prohibo que vaya a ninguna guerra, la desestabilizaría, entrégueme el arma... (Recibe un mamotreto de folios encuadernados.) ¿Qué es esto? (Lee.) El manipulador maravilloso... novela original de... ¿Se dedica a parrafear, eh? (Al maniquí.) ¡Chupatintas, no meatintas! ¿Eh...? mamá, no me está gerundiando... (Yendo hacia la habitación.) ¿Pero usted no era un insumiso dispuesto a suicidarse por...? ¡Ah! Le interpreté mal... Sí, sí, es su primera novela y no se resigna a que esté inédita... (Pausa.) Y se mata por las bellas letras... Qué romántico, ¿no, madre?
(La madre asiente y suspira, luego se incorpora de la mecedora y se introduce una vez más en el papel de Ofelia, bajo un juego de luces propiciando la coreografía.)
Música.
Una pluma
de ave real
anidó en mi
intimidad,
trazo para
aquí, renglón
para allá,
un flujo de
palabras
garabatea
el alma de
la sociedad.
Un loro ilustrado
abrió el pico por
el deslunado: tu
huésped es un
oso garabatoso,
le gusta lapizar,
también narrar,
memorialista bobo
ni en cursiva
haces un responso.
Una fe de erratas
hace el amor a
gatas, un original
inédito valsea
con el viento, un
marinero sin vela
juega a imaginero,
y sueña una novela.
Lo dijo un
francés,
que no era
Voltaire:
las ideas
vuelan y
las palabras
van a pie.
(Pausa. Ignora Ofelia qué hacer con el manuscrito.)
OFELIA.- Consultaré a Pepe si conoce un editor de inéditos y...
¡espere! ¿Por qué llevaba una gorra de soldado en la mano?
La halló en el puente, por azar... sí, sí, la vida es una
obra de azar.... (Se coloca un pañuelo oscuro sobre el pelo. Otro matiz.)
Flores sobre la flor. ¡Adiós! Yo esperaba que fueras la esposa
de mi Hamlet; con esas flores pensaba, dulce doncella, cubrir tu lecho nupcial
y no esparcirlas sobre... (Suena el teléfono, Ofelia desconcierta, vuelve
en sí y atiende la llamada.) ¿Eres tú, Mati? ¿Qué
has llegado a dónde?... (A su madre.) Mati se acaba de instalar en una
habitación del motel... cerca de donde él y Carla y Carla y él...
(Juguetea de forma cómica con las manos.) ¡Qué! ¿Los
tienes enfocados con tu video-cámara? (Gesto escandaloso de la madre)
Los está filmando, pero no en cueros vivos, mamá... (Pausa.) Sí,
sí, Mati, te oigo, él está de pie apurando el último
cigarrillo... (Pausa.) ¿Querida, no será un malentendido?, ¿no
estarás grabando a unos recién casados? ¡No! (A la madre.)
Es una evidencia, mamá, esa sopla... esa gili... esa tumbaollas... lo
está... ¿entiendes? Mati los cogió con las manos en la
masa... En la Nasa, no, en el motel... ¡Ay, esta madre! (Pausa) Me hago
cargo, Mati, la imagen no es óptima, claro, el cristal de la ventana
resta calidad a la estética del encuadre... (Pausa) Mati se cree que
está rodando su primer filme de denuncia... (Gritando) Me importa un
cuerno cómo está Carla... (Veloz) ¿Cómo está?
¿Que luce la lencería de vanguardia más escandalosa? ¿Pero
tú la oyes, mamá?... (Informando y desnudándose, mientras
tararea una música de strip-tease.) ¡Fuera pendientes! ¡Fuera
brazaletes! ¡Fuera ligero rosa! No, es demasiado rápido... ¡No
oigo! ¿Qué ocurre con su culotte de seda con corchetes? ¿Qué
se lo está...? Imposible. ¡Es nuestro aniversario! ¿Puedes
creerlo, mamá? (Pausa.) ¡Mamá dice que nones! (Pausa. Al
personaje-maniquí.) Mati que su zoom es de ocho aumentos... (Sobresaltada.)
Entonces, ¿cómo estás ojeando a Pepe? ¿En calzoncillos
largos con puntitos de colores y botones nacarados...? ¡Oh! (Al maniquí-actriz.)
¿No se lo habrás tejido tú como regalo de aniversario,
eh? Lo que no haga una madre... (Gritando a través del teléfono.)
No quiero saber nada de quién está fuera de cuadro, tampoco de
planos en picado... (Cuelga.) ¿Qué hacer?...
MADRE.- Ofelia también está sentada en el culo del titubeo...
(Luz de coreografía.)
Música.
¿Qué hacer con el
odontólogo infiel?
¿Lo llevo de una
oreja ante el
magistrado juez?.
Oh, Ofelia, la
influencia de
Hamlet te sumió
en la indolencia.
En este santuario
de la odontología
no hay cabida para
una heroína isabelina
Qué frustración
shakesperiana
para una Ofelia con
sonrisa de porcelana.
En un ambiente muy
pop juego a la
canasta y al golf
y bajo el fulgor
de un brillante
me hacen la corte
un coro de yuppies
galantes. Ay, Ofelia,
te alumbra un sol
de oro, no lo
diluyas por el foro.
(Pausa.)
OFELIA.- (A su madre, que vuelve a la mecedora.) ¿Qué murmuras? ¿Qué insinúas? ¿Telefonear al marido de Carla? Y Ofelia por los suelos..., ¿no? (Pausa, se clava en el centro del proscenio.) (Interiorizando, en un diálogo consigo misma.) ¿Por qué tiene que darme un temblor en la piel cuando me enfrento a una Ofelia hogareña y otra escenográfica? ¿En una mujer pueden latir dos corazones a la par? Para los negocios del corazón debo tener un alma casquivana y plural. ¿A quien amar con más devoción? ¿A un individuo previsible y por lógico plano y real o a un ser caviloso e hijo de la ficción que magnetiza por su grandeza de miras? ¿Qué hacer? ¿Volar con el pensamiento a las esferas más altas del espíritu o invertir mi tiempo tomando horchata en la terraza de un café? (Levanta los ojos hacia el público.) ¿Ustedes que harían en mi lugar? (Aguarda la respuesta, como en un murmullo.) Sí, ya sé que cada cual debe elegir su propio trayecto y abordar su propio tren. A fin de cuentas salí una Ofelia volatinera con dos amantes de por vida y un guirigay de iluminados para cuando camino por el frágil alambre del desencanto... (Se pellizca las manos, percibiéndose en ella una soterrada lucha interior.) Está bien... (Con lentitud, consciente de la actitud que va a asumir, descuelga el teléfono, marca una cifra y ahora habla, precipitada, muy rápida.) Sé que no son horas para telefonear, pero... ¡Carla! ¡No! (Se le ponen los ojos en blanco, de seguido intenta hablar, pero apenas logra articular palabra. A su madre, afónica.) Es la voz de Carla... (Apenas, recuperada.) ¿No estabas en y con...? (Gesto entre erótico y grotesco.) Cuánto me alegro de oírte como en un telediario, ¡en directo!... ¡Eh! No interpreto, tampoco he bebido... ¿Qué? ¿Estáis muy inquietos por el niño... ¿Estado febril del mocosín? Lo acabas de acostar... ¡Oh, Carla! No sabes cómo lamento haberos importunado con esta llamada... (Pausa.) ¿Si me ocurre algo? Pues... (Mira desolada a su madre, que niega con la cabeza.) ¿Qué me iba a ocurrir en mi aniversario de bodas? ¡Ejem! Si la fiebre del pequeño se debe a un diente mamón..., mi marido estará ahí en un santiamén, porque Pepe es el Rey de la Caries. ¿Faringitis? Ah, ya... Entonces... disculpa a Ofelia... Buenas noches... (Cuelga. A su madre.) Carla no está exhibiendo su liguero rosa ni su culotte con corchetes a mi marido... ¿Entonces qué paranoia erótica está filmando Mati?.... No entiendo nada... (Observando a la madre.) ¿Que Matí... qué? ¿Enturbiar una relación? Sí, sí, siempre le atrajo Pepe, pero... (Pausa. Voz débil.) Mati nunca haría una cosa así... (Repicotea el teléfono.) Es Mati, mamá... (Gesto de desagravio de la maniquí-madre.) Oye, birladentistas... ¿por qué no te haces un primer plano y filmas tu culón nalgudo? Además, ¿sabes qué dice Pepe de ti? Que eres una dentuda y padeces una irreversible odontitis mental... ¿Cómo? ¿Que de los dos el que menos te interesa es él? (Pausa.) ¿Qué habrá querido decir? (Aturdida.) El que menos le interesa es él... (Sin salir de su confusión, desconecta la llamada en tanto se oye el ruido de un coche aparcando.) ¡Es él! (A su madre.) Regresa, tal como dijo, de su guardia en la clínica de los socios... y yo con la casa repleta de gallos exasperados... (Ahora la acción cobra un ritmo delirante: ella deambula por la estancia, en su extravío coge los sombreros del perchero, se le caen de las manos mientras se prueba uno tras otro.) Toní Claqué, ¿y ahora qué?... (Brota el ritmo de jazz de Toni Claqué. Ofelia se deja llevar por la música y danza y canturrea, pero vuelve en sí y ordena silencio.) Y tú, Harry el Sucio... lo tuyo es indagar en plan duro, no? (Brota la canción de Harry el Sucio, y ella de nuevo es atrapada por la música, aunque pronto la ataja de un manotazo y se asoma a otra habitación.) ¡Dios Santo! El cleptómano no dejó ni un bolígrafo en su despacho... (Se oye un violín.) El violinista gigoló evocando una vez más a a su amada... (Pausa.) Ah, ése otro sigue con su venta de estados de ánimo... (Canturrea.) El optimista óptimo... (Pausa.) El Buscapersonajes tras el ADN de Hamlet... (Pausa.) Y el Giramundos con el globo terráqueo en el dedo... (Lo imita.) ¿A quién recurrir? ¡El novelista insumiso...! (Echa un vistazo desde el umbral.) Estás haciendo polvo el cuarto y tú tan enterito... ¡Aguarda! No te suicides del todo... quizá a tu mente de fabulador se le ocurra algo para que esta Ofelia pueda salir airosa de... (Pausa.) ¿Qué hacer? El místico sin pareja... ¡Cada vez más gregoriano! (Vuelve la cabeza e increpa al personaje-maqniquí.) mamá, reacciona, di algo (Se aproxima a la madre, pone el oído, asiente una y otra vez. Al final, deslumbrada, exclama.) Como asesora de imagen de una casada, una madre, ¡no hay otra! ...
(La madre queda en un claroscuro escénico, mientras Ofelia sigue con el juego de los sombreros, con el intercambio y traslado de percheros de lugar en un absurdo afán de instalar el orden doméstico en la estancia, bajo el concierto de quiquiriquíes y voces susurrantes de sus amantes que la reclaman. Silencio rotundo seguido de pasos fortísimos que se acercan y estrépito de puerta al cerrase. Las luces se vuelven como suspiros, íntimas, casi tenues. Ahora Ofelia, con un sombrero puesto y otro en la mano avanza hacia el resplandor del lateral que abre un pasillo de luz proyectando una silueta masculina.)
OFELIA.- Cariño, no lo vas a creer, pero eres tan odontológico y tu prestigio se ha disparado de tal forma... que los pacientes ya asaltan tu casa con nocturnidad y alevosía.
(Sonríe, seductora, y arroja con desparpajo el sombrero de la mano
para recibir al cónyuge con los brazos extendidos.)
OSCURIDAD
Bibliografía:
Obra publicada en Estreno. XIX, 1. Pennsylvania, 1993.
Publicada en inglés en Modern International Drama, Binghamton, New York,
1993.
Publicada en Asociación de Autores de Teatro. Madrid, 1995.
Publicada en Hispanorama, 71. Hamburgo, 1995.