Velada de alunados con tango final

Obra completa

Dos actos

 

ACTO PRIMERO

 

Una luz onírica envuelve a Rulfo y Teodora, quienes se balancean en níveas mecedoras y saborean un jugo de frutas tropicales bajo las risas voluptuosas de Gisela, semidesnuda y tendida bajo una lámpara solar en donde recibe masajes de un ambiguo mayordomo fruto en apariencia de la robótica.

TEODORA: ¡Oh! Qué sola me encuentro.
RULFO: No empecemos, Teodora.
TEODORA: Rulfo, ¿en qué invierto mis horas, minutos y segundos?
RULFO: No empecemos.
TEODORA: (Desperezándose.) ¡Aaah!
RULFO: ¡Aaah!
TEODORA: No comprendo el euro que viene.
RULFO: Ni yo la eurodesesperanza.
TEODORA: ¡Caramba! Ni yo.
RULFO: Ignoro por qué el ordenador nos programa los días que debemos hacer el amor.
TEODORA: Ignoro por qué me até a un hombre sin cursillo previo para desatarme.

(Se oye el timbre musical de la puerta.)

RULFO: Será Casimiro.

(Gisela se pone de pie. Es una bellísima pepona vacía, algo sofisticada. Y viste y se mueve en función de su desbordado erotismo.)

GISELA: Doctor Faus. ¡Ojo!
TEODORA: Pero ¿vas a abrir?
GISELA: Lo hará Z-1

(Cruza el salón el robot doméstico, con un brillo de sarcasmo en sus ojos de mimo. En seguida surge bajo un ritmo Casimiro Faus: es un esqueleto alto, miope, introvertido, enlutado y con sombrero y bastón.)
Música.

CASIMIRO: Hay un tipo durmiendo
a pierna suelta junto
a la puerta del jardín.

RULFO: Seguro que es
el persianero.

TEODORA: ¿Y por que no
el fontanero?

CASIMIRO: Diría que es un
bala perdida.

RULFO: Es impensable que
conspiren junto a
nuestro rosales.

TEODORA: Inusual.
desde mayo del 68
no oí cosa igual.

CASIMIRO: Refunfuñaba
y roncaba.

GISELA: Habrá que indagar
si es un pícaro
gorrión sexual.

CASIMIRO: Debería observar
y psicoanalizar.

CORO: ¡Oh, él podría
psicoanalizarlo!

(Cesa la música y se desata un familiar tumulto.)

CASIMIRO: Veamos. (Se concentra y adopta una actitud profesional.) Los pies y las manos comienzan a ponerse rígidos. Interviene una fuerza oculta. Los párpados pesan cada vez más. Todo el cuerpo es de plomo. ¡No te resistas! Un sopor te vence. No te resistas.

(Rulfo da síntomas de entrar en un estado hipnótico.)

GISELA: Con un brujo moderno como Casimiro, ya pueden haber mirones
junto a mi reja.
TEODORA: ¡Gisela!
CASIMIRO: Señor.
TEODORA: Rulfo.
GISELA: ¡Papá!
CASIMIRO: Le barrí el inconsciente.
TEODORA: ¡Cielos! Voy a quedarme viuda.
RULFO: (Entreabriendo un ojo.) Eso quisieras, viuda alegre.
CASIMIRO: (Tomándole el pulso.) ¿Se encuentra bien?
RULFO: Estoy como un recién nacido. Traiga al desconocido.
GISELA: Sé precavido, amor mío. Y que te acompañe Z-1.

(Sale Casimiro.)

TEODORA: ¡Ah! ¡Ah! (Gimotea, melodramática.) Fuiste grosero como un
como un vulgar carretero.
RULFO: Soñaste enseguida con la viudez. Ten calma.

(Entra Casimiro Faus con un desconocido. Una luz pícara y un tanto ida brilla en su faz. La base de su aplomo se la confiere su fecunda vida andariega. A continuación, el psicoanalista lo anuncia golpeando la alfombra con su bastón.)

CASIMIRO: ¡El trotamundos!
DESCONOCIDO: Me llamo Pablo o Paul.
CORO: ¿Y qué más?

(Parpadea el desconocido, que titubea, propiciando el inicio de la coreografía.)
Música.

PABLO: Verlaine.
RULFO: Crea, señor, que
su calavera sin
ser la de Hamlet,
me es familiar.

TEODORA: Me es familiar este
don Nadie.

GISELA: Verlaine es un
poeta francés que
en el siglo XIX
se dejó la piel.

CORO: ¡Farsante!

(Sigue la música, pero los personajes dejan momentáneamente de cantar.)

PABLO: Un moment, messieurs-dames. No se apresuren en sus juicios. (Pausa.) Yo, caballeros, soy su reencarnación.
CORO: ¡Reencarnación!
PABLO: Correcto.
RULFO: ¿Pruebas?
TEODORA -¿Acta de nacimiento?
GISELA: ¿Mujeres seducidas?
CASIMIRO: ¿Grupo sanguíneo?
RULFO: ¿Carnet de conducir?
GISELA: ¿Huellas dactilares?
CORO: ¡Pruebas!

(Vuelve la música, y se ponen a cantar.)

PABLO: Mi palabra de poeta
es la óptima prueba.

TEODORA: Qué vivos son los vivos
con los muertos.

PABLO: Cuando me inspiro
mi poesía es oro
y Verlaine emerge
por todos mis poros.

(Pausa, hablando.)

Observen esta fotografía.

RULFO: Qué vivos son los vivos con los muertos.

PABLO: Si yo estornudo, Paul,
mi otro yo, estornuda
y si acudo junto a él.

GISELA: Hacen cama
redonda
los tres.

CORO: ¡Gisela!

GISELA: Gisela se llama
mi bote de vela.

CORO: Con la pluma del sombrero
escribió un bardo cabal
que no hablen de liberación
sin educación sentimental.

(Calla la música, y el consorcio familiar rodea al desconocido.)

RULFO: ¿Qué diablos hacía usted durmiendo en nuestro jardín?
PABLO: Lo que haría el mismísimo Verlaine: incomprendido, arrinconado en un mundo que se resiste a participar de lo elevado y noble del alma humana.
TEODORA: Cómo se expresa.

(Sigue el bailongo.)
Música.

PABLO: Mi vida es
la clásica vida
de un extraviado
de la vida.

RULFO: (Hablando.) ¿Y cómo sabremos que los huesos de Paul Verlaine se alojan entre los suyos?

PABLO: Si dan una
oportunidad.
lo sabrán.

GISELA: (Hablando.) El tipo es un fantasmón, el doctor Faus debería...

CASIMIRO: Psicoanalizar un fantasma
con fobias de tránsfuga
supone fotocopiar el alma.

RULFO: (Hablando.) Será mejor que ahueque el ala.

TEODORA: No es un espíritu selecto
ni está en trance de serlo.

PABLO: ¡Ah! Es mi sino.
Ir de aquí para allí,
repudiado, rechazado,
sin una mano amiga que
se extienda ante mí.

(Hablando.)
Y precisamente yo, un trabajador del arte, una hormiga de la cultura, un símbolo del espíritu noble del ser.

(Paréntesis musical.)

TEODORA: Pero ¿qué podemos hacer por usted? ¿Y para qué sirve?
PABLO: Señora, mi utilidad es inmensa. Depende de las necesidades de los demás, de los mitos de la sociedad, de sus ídolos y modas.
CORO: ¿Ídolos y modas?
TEODORA- ¿Dijo moda?
GISELA: ¿Habló usted de la moda?
PABLO: Es mi cilicio y mi cruz. Que hay una erótica del poder; pero no una erotismo de la creatividad.
TEODORA: ¡Ah! Mi masa gris se incendia, arde, es toda lumbre y chispas.

(Inopinadamente, se pone a cantar.)
Música.

Odas y ondinas,
a lomos de potro dorado
Cabalgan Eros y Jano.

CASIMIRO: Daría mi muela de oro,
mi trayectoria curricular
con tal de meter el ojo en
el alma de este truhán.

TEODORA: Nosotras, señor, somos fieles seguidoras de la moda. (Suspiro necrófilo.) Recordad a mi tía abuela que en su último suspiro preguntó la estética de ataúdes que se llevaba ese año.
GISELA: Pero ¿quién trajo la moda?
RULFO: Paris, London, New York.
TEODORA: Nosotros podemos ser los artífices de la moda del año.

(Ahora se dispara la coreografía. Música.)

RULFO: Mi costilla de tan rara,
acabará volada.

CASIMIRO: ¿Con un psicoterapeuta en casa?

RULFO: Volada.

TEODORA: ¡Justicia!

CORO: ¿Justicia?

TEODORA: Justicia.

PABLO: Verlaine, dama mía,
en un carnaval de risas
te ofrece su jardín.

(Esboza sonrisa de hombre de mundo y le da la flor. Ella la olfatea y pierde el autocontrol.)

TEODORA: Época mía, insisto y digo que
la moda del año no consistirá
en exhibir tetas ni ombligos.

GISELA: Concluye ya, mamá, que
desquiciarás a papá.

TEODORA: Este año se llevará,
el poeta en el hogar

CORO: Teodora, ¿en que olla de
grillos te has zambullido?

GISELA: Matiza, madre,
o es un desmadre.

TEODORA: De buena tinta sé
y la receta tengo, a
la moda de este año
impondré su línea,
pienso.

(Tregua musical y reverencia de polichinelas, excepto Rulfo, que luce un semblante agrio.)

RULFO: Teodora, me tienes en ascuas.
TEODORA: (Trepando a una mesa.) Época de desmitificaciones que avasalla y arrebata las sallas de nuestras abuelitas. Oídme, es un decreto ley: hoy la moda consistirá en exhibir un poeta particular.
CORO: Teodora, serás una paliza si te radicalizas.
TEODORA: ¡Guao! Nuestro presente histórico exige, pretende y comprende que el poeta debe ser el ídolo en la muy noble sociedad de bienestar, carajo. ¿He dicho carajo? Qué ex abrupto más pop.
RULFO: Cuánta insensatez en una dama.
TEODORA: Y nuestro clan será el privilegiado en inaugurar la moda. Además, la marquesa Marilinda.
CORO: ¿La marquesa marilinda?
TEODORA: La marquesa Marilinda se arrancará sus desgreñados pelos de bruja en cuanto lo sepa.
PABLO: He aquí una idea, y a la idea, motor de creatividad, hay que mimarla como piedra preciosa.
GISELA: Pero, mamá.

(De sopetón, Teodora se sube a la mesa, recoge la falda, taconea y da unos pasos de baile bajo luces de tablado de flamenco.)
Música.

TEODORA: De España vengo,
de España soy,

CORO: Anarquía, desmadre,
anarquía, desmadre.

(Zarandean a Teodora, y la torpeza hace rodar a más de un alunado por el suelo. En pleno desbarajuste, una mano anónima coloca un porrón en la diestra de Teodora, que esboza un mohín cómico y alcohólico y empina el porrón entre colectivo griterío y músicas.)

CORO: Ahora Teodora
el codo empina.

TEODORA: Y mi cara morena
lo va diciendo.

PABLO: Canta y baila contigo
el espíritu del pueblo.

RULFO: Al grano, costilla,
que sólo me falta lucir
un gorro frigio.

TEODORA: La tarjeta de visita de
un poeta es su arte,
lo demás son bagatelas.
(Pausa ebria.)
¡Hip! ¿O no es así?

GISELA: Así es,
si es así.

(Aplausos. Teodora bebe a borbotones y sigue cantando.)

TEODORA: ¿O es que un viento
faldero va a agraviar
el pensamiento?

GISELA: Mamá.
RULFO: Teodora.
CASIMIRO: Madame.

TEODORA: Mi ombligo padece
jaqueca de tanto
monigote de feria.

CORO: Teodora, no te quemes
y dinos qué merengue
te meriendas a solas.

TEODORA: ¡Hip! Oíd la primicia:
el poeta es hoy noticia.

(Se relaja la concurrencia. Agresivas luces, que alumbraron la perorata y la embriaguez de Teodora, se tornan más íntimas. Los figurones, como movidos por invisibles hilos, se arrastran hacia su asientos. Entonces Teodora recupera átomos de su lucidez y una falsa armonía trota por escena.)

RULFO: En la era de la televisión a la carta, un poeta es un crucigrama.
TEODORA: Yo insisto en que el bardo es noticia hoy.
PABLO: Es un orgasmo poético oír a tan lúcido intelecto.
GISELA: Pero con esa facha.
TEODORA: ¿Para qué tenemos a Z-1. Dadle la orden de que lo transforme en un poeta de tertulia y pasarela.
RULFO: ¡Quietos! (Se alza.) Quietos. (Silencio aritmético, canturrea.)

Exijo presupuesto
de lo que costaría
un poeta doméstico.

TEODORA: (Pegando su nariz a la del cónyuge.) Me crispas cuando aludes al vil duende del dineruelo.

GISELA: Tú a papá no le
das un mojicón y
menos un bofetón.

TEODORA: ¿Me das o no me das un poeta doméstico?
GISELA: Lo llevaré junto a Z-1.
TEODORA: Ordena a ese hijo de la tecnología punta que nos fabrique, según categorías culturales avanzadas, un poeta del nuevo milenio.
RULFO: Insisto en saber el costo.
GISELA: ¿Me sigue, poeta?
PABLO: Pablo Verlaine para usted, muñeca.
GISELA: ¿Me hace el honor o el deshonor, Paul Verlaine?
PABLO: Al mundo de hoy le faltan poetas de sangre. Será un placer, mademoiselle.

(Ofrece, galante, el brazo, y la pareja inicia una palaciega exhibición andariega y se esfuman.)

CASIMIRO: Antes. Antes. ¡Debí husmear su inconsciente!
TEODORA: (Rozando el éxtasis.) Es un poeta. No hay más que olfatearlo. Es el mismísimo Paul Verlaine: bohemio, miserable, humilde, de alma sencilla y dolorosa. ¡Será muy decorativo!

(Surge unos personajes con máscaras a caballo de la danza y la pantomima. Es la Luz Gris, que embadurna la escena; es el Sopor, que se intuye más que se ve y que va entornando los ojos a las figurillas; es el Sueño dando cabezadas, y entre La Luz Gris, el Sopor y el Sueño trastocan la identidad de los protagonistas de la farsa musical que ya no se sabe cabalmente si son humanos o de guiñol. Cuando se borra la plástica de la danza-pantomima, hay un juego de luces y se ilumina la escena, en tanto bostezan Rulfo y Teodora balanceándose en sus mecedoras.)

TEODORA: ¡Aaah!
RULFO: ¡Aaah!
TEODORA: ¿Hablábamos?
RULFO: Qué prepotencia.
TEODORA: Algo cuestionábamos, ¿no?
RULFO: Qué vendedora de humo.
TEODORA: En algo nos ocuparíamos.
RULFO: Sueños de una hija de la posmodernidad.

(Aparece Gisela, como una hurí de la Alhambra, bailando "El amor
brujo", mientras la pareja adulta se mece y abanica.)

TEODORA: Quiero navegar en góndola por Venecia.
RULFO: ¿Y por qué no por el Guadalquivir?
TEODORA: Comprar chucherías en el Trastevere.
RULFO: ¿Y por qué no en Granada?
TEODORA: Esquiar en los Alpes.
RULFO: ¿Y por qué no en el Pirineo catalán?
TEODORA: Y participar de la bohemia del Barrio Latino.
RULFO: ¿Y por qué París?

(Pausa abúlica.)

TEODORA: Gisela baila como si estuviera desnuda.
RULFO: Ignoro quién puede haberla erotizado de ese modo.
TEODORA: La erotizaron las manos freudianas de Casimiro.
GISELA: ¡Doctor Faus!
TEODORA: ¿Y Paul Verlaine?
GISELA: Z-1 lo está poniendo al día.
TEODORA: Será la bomba social del año.
RULFO: Una bomba que costará un riñón.

(Suenan pasos inhumanos, y luego aparece Pablo.)

CORO: ¡Paul Verlaine!
PABLO: Me siento un poco incómodo.
GISELA: Qué peinado.
TEODORA: Qué espectáculo de hombre.
GISELA: Qué poesía hecha carne.
TEODORA: Está para comérselo.
RULFO: No participo de los criterios estéticos de Z-1.
TEODORA: Z-1 tragó una empanadilla de datos sobre la estética de hoy.
GISELA: Z-1 estimuló su masa gris.

(De pronto, se pone a cantar.)
Música.

Esa masa gris que hace de la razón
helada de Kant una pura mermelada.

RULFO: No sé, Kant es mucho Kant
para una era tan rocanrolera.

TEODORA: Verlaine se quedó callado.
¡Por las musas! Diga algo.

PABLO: La luz crepuscular enciende
un fuego de enaguas de una
dama de sueños altos.

RULFO: ¡Eh!

TEODORA: (Echa un ola de agitación.)
Por mí pondría a Paul aquí.

GISELA: Sería un mal paso,
no hace juego
con el Picasso.

TEODORA: Situemos a Verlaine
junto al reloj chino
y la lámpara de pie.

RULFO: Psicosis
decoración,
Teodora
diseñadora
y melona.

GISELA: Opino que el poeta
junto a la librería
la ennoblecería.

TEODORA: ¿Soy o no soy en esta
jaula la primma dona
que decora y razona?

GISELA: Junto a la pianola.
TEODORA: Junto a Picasso.
GISELA: Pianola.
TEODORA: ¡Chula!
GISELA: ¡Bueno. ¿Y qué?

RULFO: En mi mansión nadie
levanta la voz.

PABLO: Voz, ave mensajera que
llevas en las alas sueños
prohibidos de una dama.

TEODORA: Ante este médium de las
letras, un deslumbramiento
recorre mis castas tetas.

GISELA: Nunca sabrás si es Verlaine
si no experimentas con él.

(La música se va a otra parte. El grupúsculo mira a Teodora, loca de ganas, pero mística.)

TEODORA: ¿Experimento yo?
GISELA: Experimenta.
TEODORA: ¿Experimento con él, Rulfo?
RULFO: ¡Teodora!
GISELA: Bastará con tocarlo.
TEODORA: ¿Me permite que lo toque, monsieur?
PABLO: Sus manos de ángel transformarán mi cuerpo en un arpa encantada.
TEODORA: Hija, ¿dónde se toca en tu época?
RULFO: Dejémonos de zarandajas. ¿Eh?
TEODORA: ¡Ay, Dios! ¿Dónde ubicar al poeta?
RULFO: Que se sitúe donde le venga en gana.
TEODORA: Diga algo, no se quede sin voz.
PABLO: Que hay de comer.
GISELA: Desilusión, un poeta glotón.
PABLO: No hay mejor sonata que una perdiz asada.
TEODORA: ¿Quién iba a intuir tal crisis estética en un siglo virtual?
GISELA: Papi, pásame la píldora de la angustia. Me siento frustrada y no está aquí ese amor de psicoanalista.
RULFO: Moderación, joven trovador. Otra frustración más y lo llevo al juzgado de guardia.
PABLO: El poeta, damas y caballeros, no frustra, encanta. Oigan lo que sigue:

¿Es una flor?,
¿una acuarela?,
¿un sueño otoñal?
El sol se desvela
para ver a Teodora.

TEODORA: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

(Se desvanece. Una ola de gestos y muecas la abanica.)

RULFO: Teodora, no me dejes viudo. (A Pablo.) ¡Homicida!
GISELA: ¡Mamá!
PABLO: Alta señora.
RULFO: Santa Rita, Rita, sálvanos a Teodorita.

(Teodora despierta con virulencia.)

CORO: Milagro.
TEODORA: ¡Nadie me hizo jamás un poema!
RULFO: Te di todo lo que puede exigir una mujer.
TEODORA: Pero jamás me brindaste un poema.

(Notas musicales.)

RULFO: Te di joyas, pieles, un yate y cheques de viaje.
TEODORA: Jamás una copla, una letrilla, un verso, una oda a tu Teodora.
RULFO: Todo, te lo di todo.
TEODORA: Jamás un poema.
RULFO: Verlaine, es usted la hiel de la discordia.
GISELA: Habría que patearle, in perpétuum, sus partes vitales.
TEODORA: (Llorando.) Jamás un poema.

PABLO: Habla la dama y
se oyen flautas y
náyades, y ondinas
silban melodías.

(Teodora suspira, enloquece y se tambalea, mientras cesa la música.)

TEODORA: Rulfo, la cartera, dale un dólar.
PABLO: Una libra.
GISELA: Un marco.
TEODORA: Un euro.

(Entra Casimiro con la pipa en el labio.)

CASIMIRO: Un peso.
PABLO: Una peseta.
GISELA: ¡Una mierda!
CORO: Gisela, Giselita es una obscena periquita.
RULFO: ¿Dónde te doctoraste, guapa?
GISELA: Me ligué a la flor del pensamiento en Freiburg. ¡Ja! Trágate esa mandarina.

(Pausa metafísica.)

PABLO: ¿Alguien dijo universidad? ¿Y qué me dicen de la universidad de la vida? Al menos a Paul Verlaine la Facultad de los Suburbios le dio sus poemas. (Observando a los reunidos.) Au revoir, Paul Verlaine seguirá arrastrando una vida de miseria y nobleza.
TEODORA: Siga, prosiga, cantor de la vida.
PABLO: De seguir ahora. ¡Cuesta diez libras!
RULFO: ¿Quién le sopló al oído que la poesía subió de cotización en la bolsa, joven?
PABLO: La señora, esa estatua ardiente, ese cuerpo labrado para la caricia. ¡Oh, sí! Imagino a esta sirena urbana varada en la playa y besada por las olas bajo una sonrisa erótica de luna.
TEODORA: ¿Sólo?
PABLO: De pronto, un poeta desnudo surge del mar.
TEODORA: ¡Ah!
RULFO: (Veloz.) Aquí tiene cinco libras.
TEODORA: (Dando brincos.) ¡Oh, poeta! ¡Poesía!
PABLO: Disculpe, son diez libras.
TEODORA: Diez libras en pesetas, marido.
RULFO: Por ese dinero soy yo capaz de...
TEODORA: Otro madrigal, bello juglar.
PABLO: Serán cien coronas, damita.
RULFO: ¡Teodorita!
TEODORA: Paga, traidor, que te embolsaste la herencia de mis archimillonarios y reverendos papás.
RULFO: No me la embolsé. La muevo, la barajo, la combino, la invierto y la dejo al descubierto.
TEODORA: Mi dinero, te enamoró mi dinero.
RULFO: Sentí el flechazo. Eso es todo.
TEODORA: Te casaste con mi oro. Llevaste al altar mis valores bursátiles.
GISELA: (Derrumbada sobre Casimiro.) Soy fruto de un talón al portador. ¡Ah!
CASIMIRO: Como vuelvan a atentar contra el sentimiento de valer de Gisela, yo...

(Revuelo de notas musicales, y el psicoanalista baila y canta.)

Si estimula en mi novia
complejos en el ego,
le frío el super-ego y
lo echo a los ratones.

PABLO: ¡Novia! Qué dulce frase
brota de tu laringe de
artista de la ciencia.

CORO: Paul Verlaine, cierre
el pico de una vez.

PABLO: ¿Por qué usted es.?

CASIMIRO: Aclamado psicoanalista,
diplomado y homenajeado.

PABLO: Psicoanalista,
cómo vuelan
sílabas igual que
níveas palomas
huyendo de esa
garganta sonora.

(La música se hace ahora casi inaudible, propiciando la cháchara.)

CASIMIRO: ¿Cómo estás, amor mío?
GISELA: Dame una píldora.
CASIMIRO: ¿La del complejo de Electra?
GISELA: ¿No será la del complejo de Edipo?
CASIMIRO: ¿Y tú me lo preguntas?
PABLO: Poesía. ¡soy yo!
TEODORA: No me cabe duda de que es usted Paul Verlaine.
PABLO: Y de no serlo. lo sería contemplándola a usted.
RULFO: No jorobemos que es mi costilla.
PABLO: Es peligroso pensarlo. Podría tostarla a la brasa y devorarla.
TEODORA: Tiene hambre de poeta.
RULFO: ¡Bah! La ciudad está infectada de...

(Sube la música. Bailoteo colectivo.)

Bardos reencarnados
jugando a los dados.

GISELA: Ligones inhibidos
afilando su libido.

PABLO: Trovadores de cuna,
nostálgicos de luna.

CASIMIRO: Paranoicos de amar,
y locos de atar.

RULFO: Libelistas con sueños
de lauireados novelistas.

CASIMIRO. Y rapsodas
de levita.

TEODORA: Y poetas sin
poetisas.

RULFO: Y del verso,
estraperlistas.

GISELA: Fetichistas.

CASIMIRO: Y copleros
sin sombrero.

PABLO: Rimadores.

RULFO: Caballeros
de fortuna
sin un euro que
echar al bote.

GISELA: Sonetistas que
son unos pintas.

CASIMIRO: Y creadores
nacidos por
correspondencia.

(Cesa el ritmo saltarín. Un silencio.)

PABLO: Señores.
TEODORA: Mi poeta particular.

(Toma su mano, la alza y recorre la sala, exhibiéndolo como un caballito de raza.)

PABLO: En nombre del arte, exijo respeto para Paul Verlaine.
CORO: Lo respetamos, saboreando sus obras.

(Comienzan a sentarse por riguroso turno.)

GISELA: Me extasié con su Sagesse.
RULFO: Yo gusté de La buena canción.
CASIMIRO: ¿Y qué decir de Las fiestas galantes?
TEODORA: Jamás olvidaré Romanzas sin palabras.
PABLO: Mantengo y subrayo que nadie ha disfrutado tan íntimamente de un poeta.
RULFO: (Irguiéndose.) Eso puede comprobarse.
PABLO: Mi encantadora dama, vaya al teléfono y cerciórese.
TEODORA: Si me impulsan.
CORO: Es obvio que te impulsamos, Teodora.
TEODORA: Conforme. (Coge el teléfono y marca un número tras otro.) ¿La Cosechera Mayor del Vino Tinto? ¿No? ¿Está ausente? Qué lástima. (Pausa.) ¿La Baronesa del Aceite de Oliva? ¡Ajá! Menos mal. ¿Querida? Teodora. Ja, ja, ja. Qué verde estás hoy. (Pausa.) Oye, ¿tienes por casualidad un poeta en la sopa? ¿Ninguno? (Pausa.) ¿Que por qué un poeta? Intúyelo. No suelto prenda. No, no. ¡Hasta lueguito!
PABLO: ¿Enterados, so enteradillos?
RULFO: Insiste.
CASIMIRO: Insista.
GISELA: Insiste.
TEODORA: Pero...
CORO: ¡Teodora!
TEODORA: (Obedeciendo.) ¿La marquesa del mar.? ¿Sí? ¡Gracias! (Pausa.) ¿Eres tú, querida?. ¡Teodora! (Pausa.) Oye, Marilinda, ¿no tendrás acaso un poeta en la sopa, eh?
PABLO: Pongan la oreja, pongan la oreja.
TEODORA: ¡Oh! ¿Que para qué sirve un poeta?

(Mira con desolación a su alrededor.)

PABLO: ¡Déjemela a mí! (Por el teléfono.) ¿Emperatriz de peces?
TEODORA: De peces humanos.
PABLO: Oiga, sirena: ¿Lo dijo en serio? Pues oiga esta música.

(Juego coreográfico. Música.)

PABLO: Un poeta es algo serio,
si se apagan las mentes
poéticas el mundo será
un contenedor orbital.
Arlequín, ya trabaje con
color, sonido o papel
cebolla es el gran anfitrión
de esta olla de grillos.
Madame, si no quiere
estirar la pata bostezando
exhiba un poeta aunque fuere
maldito y de contrabando.

(Entre dientes.)

A sus pies, soberana de las algas.

RULFO: Que no es lo mismo que
reina de las nalgas.

TEODORA: Y ahora Verlaine pondrá
la moda al día y Marilinda
llegará en su Porsche con sus
greñas de bruja alborotadas.

RULFO: ¿Y ustedes qué hacían
con sus manos vacías?

CASIMIRO: Iniciábamos un chequeo
de tête à tête.

TEODORA: Que no es lo mismo
que de teta a teta.

CORO: Obviamente.

TEODORA: La labia de Paul Verlaine
Dejó en blanco a Marilinda.

RULFO: ¡Bah!

TEODORA: Verlaine es un lujo romántico
en un siglo técnico y asmático.

RULFO: ¿Un poeta abarata la
vida, anima la economía?
Entonces a qué esa lluvia
de incienso para un tipo
extraviado en el tiempo.

PABLO: Es usted una carambola
de una hora histórica que
los poetas pantomímicos
rifaremos en la tómbola.

(Finaliza el concierto de la bulla festiva, en tanto repicotea el timbre de la puerta.)

GISELA: Z-1, abre puerta, y si es una dama, no le metas mano.

(Una luz anaranjada invade el salón, mientras brota una risotada y suenan pasos inhumanos.)

Fin del primer acto

 

ACTO SEGUNDO

 

Surge Marilinda, altiva, menopáusica, Una luz de inquina enrabieta su rostro. Los tonos de guiñol languidecen, y una luz blanca da realismo al salón de la holganza.

MARILINDA: ¡Obsceno!
TEODORA: Querida.
MARILINDA: Vuestro Z-1 es un obsceno. Como es habitual. dio la palmadita en mi nalga y me exprimió un seno.
CORO: Marquesa Marilinda.
MARILINDA: No empecemos.

(Un rubor tiñe los rostros.)

TEODORA: ¿Y tu marido, Marilinda?
MARILINDA: En el rellano de la escalera.
TEODORA: ¡Ah! Dile que entre.
MARILINDA: Ni hablar del peluquín.
TEODORA: Pero ¿por qué?
MARILINDA: Hoy me llamó puta.

(Pausa asocial.)

TEODORA: ¡Ejem! Te presento a. nuestro poeta.
MARILINDA: ¿Un poeta portátil? ¿Acaso particular?

(Adopta Marilinda una actitud inquisidora y examina con agrio semblante a los anfitriones.)

MARILINDA: ¿De dónde lo sacaste?
TEODORA: De por ahí.

(De repente, el canto y el habla se entremezclan.)
Música.

MARILINDA: Prefiero un concierto
de ranas que un coro
de cantamañanas.

CORO: Esos modales son propios de
una vizcondesa de bares.

MARILINDA: ¡Ah, traidora! Qué callada tenías tu hora de la moda.

CORO: Esos modales son propios de
una vizcondesa de bares.

MARILINDA: Eres una zorra.
¿Dónde salió la moda?
¿De París o Roma?

TEODORA: Yo la luzca,
yo me la coma.

MARILINDA: Déjate de óperas o
harás que monte en mis
caballos de cólera.

RULFO: Saque la mano de
ahí, que le veo.

CASIMIRO: De ahí mi mano no muevo
porque sigue el chequeo.

RULFO: ¿Chequeo o
cachondeo?

MARILINDA: ¡Oh, Teodora,
Soy yo la moda!

RULFO: Y usted, poeta de papel
moneda, ¿qué perpetra?

PABLO: ¿Lo vendo o lo fío?
En la caja fuerte
de mi imaginación
duerme un alejandrino.

(El mentado Verlaine simula gestar un poemario con lápiz y papel.)

TEODORA: Marilinda,
reconcíliate,
resígnate.
lárgate.

MARILINDA: Algo huelo,
intuyo algo,
algo olfateo.

(De sopetón emite un grito de guerra.)

¡Escabeche!

CORO: ¿Escabeche?

MARILINDA: Lo domé,
eclipsé,
entre latas
lo hice puré.

(Otro aullido.)

¡Escabeche!

(Entra el señor Escabeche, famélico, trajeado a rayas, como un prófugo. Bailotea.)

ESCABECHE: Una momia, leré
buscaba un día, leré,
un lacayito, leré,
para holgarse, leré.
Tú serás mi dama, leré
y yo tu alter ego, leré.
y en luna llena, leré
con ventisca y frío, leré
tus sábanas calentaré.

(Tregua coreográfica.)

MARILINDA: Escabeche, he aquí a mi amiga de la infancia y a su bullanguera y monomaníaca familia.

ESCABECHE: ¡Oh!, felicidades, congratulaciones.
CORO: También nosotros, Escabeche, quedamos congratulados
ESCABECHE: Marilinda, retira a tu quijote el kilométrico collar perruno enroscado en mi cuello y preséntame.
CORO: Presentado estás, Escabeche.

(Bajo traviesa musiquilla, Marilinda libera a Escabeche del collar. Pronto las figurones, ensayando pantomímica danza, se agrupan, gesticulan y estrechan la mano de Escabeche, que exhibe una grotesca sonrisa equina.)

TEODORA: Encantada.
RULFO: Encantadísimo.
GISELA: Superencantada.
CASIMIRO: Picoanalíticamente encantado.
PABLO: Lírico-encantado.
MARILINDA: ¡Basta!

(Cesa el protocolo del desmadre.)

ESCABECHE: Pero, Marilinda.
MARILINDA: Por tu noticia, Teodora, sufrí un celoso pataleo.
ESCABECHE: Lo que dice es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
MARILINDA: ¡Muérdete la lengua, majadero! (Iracundo suspiro.) ¿Sabes quién se adueñó de la moda?
ESCABECHE: Tú eres la moda, Marilinda querida.
MARILINDA: Ladra otra vez y te desheredo.
ESCABECHE: (Llorón.) ¿Y qué quieres?
MARILINDA: De París, de Hollywood o de Tanganica acaba de salir la moda, ¡la última!, y no participo de ella. (Rabiosamente histérica.) Y ellos, sí.
ESCABECHE: ¡Ah, bribones! (Pausa de folletín audiovisual.) Pobrecita Marilinda. (Silencio épico.) Dime qué debe hacer tu caballero Escabeche, y de inmediato tú, adorada Marilinda, serás la moda.
MARILINDA: Sube al Alfa Romeo y búscame un poeta.
ESCABECHE: ¡Ahorita mismo, Marilinda!

(Sale como una centella, pero regresa.)

MARILINDA: ¡Galopa, Escabeche!
ESCABECHE: Un poeta. ¿Y para qué quieres un poeta?

(Líneas melódicas se dejan oír.)

Música.

PABLO: Por la vida, Escabeche,
por los trenes sin destino,
Escabeche, por los suburbios,
Escabeche, por dónde crezca
una flor, emerja una estrella,
se oiga el silencio, sueñen
unos amantes, juegue un niño,
busque pan un mendigo, una
mano solidaria un inmigrante,
rasgue la guitarra un ciego, por
cualquier parte, Escabeche.

ESCABECHE: ¿Seguro que por ahí?
PABLO: Más o menos, Escabeche.

RULFO: Esa cancioneta sólo
costará unas pesetas.

PABLO: No es mercancía de encargo,
de modo que se la regalo.

ESCABECHE: (Iluminado de súbito.)

¡Por San Bruno!
Aquí hay uno.

(Concluye la música. El resentimiento provoca un tembleque en Marilinda.)

MARILINDA: Puro cerebro, pura masa gris, Escabeche, ¡Escabeche!
ESCABECHE: (Lloricón.) Parece uno de esos que tú buscas.
MARILINDA: ¡Oh!

(Se retuerce las manos, duda. Lanza, después, una homicida mirada a Escabeche. Por fin, se serena.)

MARILINDA: ¿Dónde puedo sentarme?
CORO: ¡Ah! Qué descorteses fuimos.

(Se observan agobiados por el rubor, se rehacen, recomponen su estampa megalómana y canturrean.)
Música.

TEODORA: Mi mano señala esta silla
del renacimiento italiano.

GISELA: En el sillón
Felipe II.

CASIMIRO: En la silla
Felipe III.

RULFO: En el sillón
Luis XIV.

TEODORA: En la silla
Luis XV.

GISELA: En el sillón
Luis XVI.

TEODORA: En el arcón
rococó.

(La música se vuelve más frenética.)

CASIMIRO: En la consola.

RULFO: En la alfombra.

GISELA: En el excusado.

RULFO: ¡Basta!

(Silencio musical.)

RULFO: Marquesa Marilinda, acomode su simpar trasero donde le plazca. Juré odio eterno a la anarquía.
MARQUESA: ¡Escabeche!

(Relincha Escabeche y se curva como un camello; Marilinda sube a horcajadas.)

ESCABECHE: ¿Dónde?
CORO: El señor se apiade de nosotros.
MARILINDA: A trote corto, al sillón Luis XVI.
CORO: Marquesa, reconsidéralo.

MARILINDA: Mulo simplón,
llévame al sillón.

CORO: Marquesa, reconsidéralo.

MARILINDA: Estoy hasta la azotea
de moscas y mosquitos
de pasarela.
¡Arre, borriquito,
que llegamos tarde!

(Trota Escabeche y conduce a Marilinda al sillón Luis XVI.)

MARILINDA: ¡Soooh!
ESCABECHE: Desmonte, mi ama.

CORO: Si no lo vemos,
no lo creemos.

MARILINDA: ¡Toma! Tu premio.

(Introduce en la boca de Escabeche un billete a modo de pienso; éste se relame y simula devorarlo. De seguido Marilinda se hinca de rodillas ante Teodora.)

CORO: La marquesa Marilinda por los suelos.

(Coreografía.)
Música.

MARILINDA: No te demores más
y véndemelo ya.

CORO: Si no lo oímos, diría
que no lo vimos.

TEODORA: Ilusa, Marilinda
esa transferencia
ya no se usa.

PABLO: De Verlaine no
está en venta ni
la sombra de su pie.

CORO: Todo está a
la venta.

RULFO: ¿Qué es todo?

MARILINDA: Ojivas de misiles
a miles.

CORO: Todo está a
la venta.

PABLO: Poetas
de un día
para lucir,
usar
y tirar.

RULFO: (Imitando a un vendedor callejero.) Vendo aire sin contaminar...

(Las figurillas se desplazan hacia el área escénica donde vocea Rulfo su mercancía.)

UNOS: ¡Eh, oiga!
OTROS: ¿A cómo el kilo?

(Pantomima de compra-venta.)

CASIMIRO: Hay terapia de agrupo a precios de risa.

(Ahora todos corren alocadamente a otro punto escénico, en pos del nuevo vendedor ambulante.)

UNOS: ¡Eh, oiga!
OTROS: ¿A cómo el kilo?

CORO: Oferta y demanda.
Demanda y oferta.

PABLO: Muchachas, lleguen vírgenes al tálamo luego de pasárselo pipa. (Pausa.) El milagrero.

(Nuevo desplazamiento. El grupo avanza agrupado y chasqueando los dedos en dirección a otro punto escénico.)

CORO: Oferta y demanda.
Demanda y oferta.

GISELA: Qué vendedor
más liberador.

MARILINDA: ¡Silencio!

(Instantáneamente, se apaga la música.)

TEODORA: Qué barbaridad. El Globo-Tierra es un hiperpermercado.
MARILINDA: Y para colmo, disfrutar de un Adán servicial cuesta un huevo.
TEODORA: Pero tu Escabeche tiene dos.
CORO: ¡Teodora!
TEODORA: Disculpen, yo pensé.
ESCABECHE: (Cubriendo sus zonas íntimas.)Y pensó bien.
RULFO: El mercado europeo se convirtió en unos grandes almacenes.
TEODORA: A Dios gracias.
MARILINDA: ¿Qué podía adquirir el hombre de las cuevas de Altamira? Alfalfa. Y además, silvestre. (Pausa troglodita.) Teodora.
TEODORA: Marilinda, no jorobemos. Mi poeta doméstico es intransferible.
MARILINDA: A mi me compró.
GISELA: Qué ordinariez.

(Escabeche se alza como un solista sin acompañamiento y canta y danza.)
Música.

ESCABECHE: Ella llegó a mi pueblo
y fue al balneario
cuyas aguas termales
desbaratan la libido.
Me vio bajo un sauce
y me dijo al instante:
busco un amante para
llevarlo al altar, y
aunque eres más feo
que picio, un cirujano
de la estética te dejará
echo un lirio.

(Un silencio; hablando y lloriqueando.)

Y se pasa la vida. llamándome Escabeche.

MARILINDA: ¿Y quién te dijo, mal nacido, que divulgues nuestra vida privada en público?
ESCABECHE: Pues.
MARILINDA: ¡Bien! ¿Vendes a Paul Verlaine?
TEODORA: Te gané la baza, marquesa. Acepta tu derrota.
MARILINDA: Me gustaría tanto disecarlo y colocarlo en el recibidor, junto al escudo nobiliario.
TEODORA: ¡Sueños de grandeza!

(Coreografía.)
Música.

MARILINDA: Debe ser un orgasmo
valsear desnuda
con un poeta.

PABLO: Marquesa, es usted
una vampiresa.

MARILINDA: ¡Signore, Escabeche!

ESCABECHE: Amore mío.

MARILINDA: Aunque no en la cama,
tu dama fue injuriada.

ESCABECHE: ¿Ofendió a mi
lozana dama?

MARILINDA: El guante de seda
de mi abuela.

ESCABECHE: Sí, mi amor.

CORO: ¡Qué merengue!
Escabeche extrae un
guante y abofetea a
un clónico de Verlaine
que acaso no sabe ni leer.

(Un silencio.)

PABLO: ¿Qué haces, pendejo?
CORO: ¡Un duelo!
TEODORA: No, no me arriesgaré a perder a...
RULFO: El honor, Teodora, el honor.
CORO: La sangre es el único detergente que puede limpiar, blanco, blanquísimo, el honor.
PABLO: (Con desasosiego.) ¿Hay pistolas? ¿Sables? ¿Puñales de estilo?
CORO: Disfrutamos de todo un arsenal de armas que nos legaron nuestros nobles antepasados.
GISELA: Elijan.
RULFO: ¿Espadas romanas?
CASIMIRO: ¿Espadas griegas?
GISELA: ¿Espadas celtas?
TEODORA: Bastará con un par de espadas diplomáticas del siglo XIX. (Pausa histórica.) Rulfo, descuélgalas.
CORO: ¡Por el honor!
RULFO: Aquí tienen, caballeros, las espadas.
ESCABECHE: Marilinda. ¿a sangre o de infarto?

(Marilinda coloca el pulgar en posición vertical.)

CORO: ¡Oh! ¡A muerte!

(Pablo y Escabeche, luego del ritual del esgrimidor, se baten con fiereza. De inmediato Gisela pasea por entre la concurrencia con una bandeja colgada del cuello, canturreando.)

GISELA: ¿Cigarrillos turcos? ¿Whisky escocés? ¿Papayas del Caribe? ¿Vino tinto? ¿Chicle americano?
TEODORA: ¡Mi Paul Verlaine!

(Corre alocadamente hacia el teléfono.)

TEODORA: Por favor, ¿pompas fúnebres "Cruceros de placer al edén"? ¡Sí! Traigan a todo gas un. ¡Bueno! Usted ya sabe. ¿Qué? ¡Oh! Atrevido. Burlador. Castigador. ¡Ligón!

(Se anima el guateque.)

MARILINDA: A ver ese cigarrillo turco.
CASIMIRO: Y esa papaya del Caribe.
RULFO: Y ese vino tinto.
TEODORA: ¿Que me espera esta noche al otro lado de la tapia, en el césped y bajo un ciprés? ¡Hereje!

(Casimiro extravía su mano por entre los jugosos senos de Gisela.)

RULFO: Esperemos que el bebé salga a los nueve meses luego de los acordes de la marcha nupcial.
GISELA: Papá.
PABLO: ¡Caramba, Escabeche! ¿Quién te enseñó esgrima?
ESCABECHE: Je. Je. Antes de cocinero, fui fraile. Je.Je.
TEODORA: ¡Ja! Seguro que es usted un maníaco sexual.

(Cuelga el teléfono.)
Música.

MARILINDA: Si no cae Paul Verlaine
fulminado como un toro
en la arena, te lo cambio
por un Cadillac rojo.

TEODORA: Eres una ola de envidia,
un pozo ciego de celos.

MARILINDA: Déjate de tangazos y pon
a Verlaine en mis brazos.

(Un foco de amor sobre el trabajador del inconsciente y Gisela, un preludio de Chopin los arrulla.)

CASIMIRO: ¿Qué sientes si el fiero
deseo me lleva al beso?

GISELA: Un lío psicosomático,
un bloqueo emocional
que me impulsa a amar.

CASIMIRO: Oh, lirio del
psicoanálisis,
freudina mía.

GISELA: Huyo de ser en vida
una pájara boba.
Buen mozo, mi cuerpo
es un huerto en flor.

CASIMIRO: Me sentí muy realizado
cuando capté tus traumas
y tus vértigos del alma.

(La escena cobra un matiz más sentimental bajo la música de Chopin.)

GISELA: Estoy sedienta de ti.
CASIMIRO: No me tientes.
GISELA: Mira que me tienes loca.
CASIMIRO: ¡Tú ganas!
GISELA: (Volcada sobre él.) Solamente tuya.
CASIMIRO: Dime tu última pesadilla.
GISELA: ¡Obsceno!

(Se oye una música fúnebre; tal vez un réquiem. Surge una pareja de funerarios, avispados y enlutados. Llevan un ataúd sobre los hombros.)

FUNER. I: ¿El difunto?

(Parálisis colectiva.)

PABLO: El difunto al hoyo y el vivo al.
FUNER. II: ¡Sus huesos!
RULFO: Todavía no está difunto.
FUNERARIO: ¿Ves, compadre? Lo que siempre dije: en esta era de la urgencia hay prisa hasta para dar vivo por muerto.
MARILINDA: Pónganse cómodos y esperen.
FUNER. I: Pues nos sentamos. ¿No, tú?
FUNER. II: ¡Psché!

(Se sientan en sendos divanes, y Teodora se cuelga la bandeja y pregona, paseándose.)

TEODORA: ¿Cigarrillos turcos? ¿Whisky escocés? ¿Papayas del Caribe? ¿Vino tinto? ¿Chicle americano?

FUNER I: ¡Venga ese tintorro! ¿No, tú? (Pausa fúnebre.) ¿Y qué hacen esos quijotes?
TEODORA: Matarse.
PABLO: Escabeche, voy a quitarte el pellejo y, sin embargo, tu jeta me recuerda a alguien.
ESCABECHE: Todos a la hora de liar el petate, recordamos a alguien.
RULFO: ¡Eh!

(Rulfo mira con terror el féretro a sus pies.)

RULFO: ¿No tienen sitio para dejar esa cosa tan horripilante?
FUNER.ll: Compadre, retira la caja, el señor es superticioso.

(El funerario II arrastra el ataúd, observando cómo los personajes se encogen cada vez que el féretro roza sus pies.)

PABLO: Insisto en que tu cráneo me es muy... (Arroja la espada de pronto.) ¡Arturo!
MARILINDA: ¿Qué Arturo.?
PABLO: Tú eres Arturo, de Villaloreto del Pinar.
ESCABECHE: ¡Carajo! Tú eres Pablito, el hijo del zapatero remendón.
PABLO: ¡Arturo!

(Se abrazan.)

MARILINDA: ¡No! Si aún serán viejos amantes.
FUNER. I: Oye, viejo, mi parienta me espera para cenar.
FUNER. II: ¿Y nos vamos a ir sin?
FUNER. I: ¿Qué te parece si atrapamos uno al azar?
FUNER. II: ¿Y si alborota en la caja y arma la de Dios en la fosa?
FUNER. I: Mi costilla ya sabes el genio que se cuece.
FUNER. II: ¡Allá tú!

(Dejan de beber vino y se alzan.)

FUNER. I: Los señores nos van a perdonar, pero unos servidores estamos de servicio.

(Retrocede, horrorizada, la concurrencia, pero a Marilinda se le escapa un grito de inspiración y agrupa a la concurrencia entre cuchicheos y conspiraciones.)

CORO: Pero ¿tú crees?, ¿tú crees?

(Brinca Marilinda a una mesa. Se suelta el moño, se arremanga un brazo y, con una greña danzándole en la cara, bajo mítica actitud mitinera, exclama.)

MARILINDA: Es mejor beber agua mineral de pie que champán de rodillas.
CORO: ¡Marquesa Marilinda!

(El personal tensa el músculo y se prepara para el bailoteo.)
Música.

MARILINDA: En estos vientos que soplan
hay que dar un golpe de mano
para sembrar de utopías el
carril de la vida. Y si el sol
de la alegría es vida, ¿por
qué no iluminar nuestra
abulia a ritmo de tango?

(La coreografía del tango se sucede bajo una atmósfera de viejo café bonarense. Más tarde Rulfo salta a la mesa y desplaza a Marilinda, que se une al jolgorio.)

RULFO: He aquí una hermosa comunicación entre la sociedad encantada y la desencantada. ¿Por algo somos el Primer Mundo, no? (Pausa dialéctica.) Y yo pregunto, ¿qué opina usted, doctor Faus?

(Pausa.)

CASIMIRO: Como no entra el discurso en el campo de la psiquiatría, me inhibo.

(Música, baile y silencio.)

RULFO: ¿Y usted, Paul Verlaine?

PABLO: Mis opiniones sobre el devenir histórico cuestan un riñón, y usted, perdóneme, es más avaro que el avaro de Molière.

(Música, baile y silencio.)

TEODORA: ¡Oídme a mí!

(Teodora ocupa la mesa y de un patadón retira a Rulfo.)

Hoy viví un sueño, un vacío,
una ausencia, faltaba algo,
¿Quizá un tango? De la mano de
Verlaine, llegó Gardel. ¡Vivan
los alegres fantasmas del ayer!

(Música, baile y silencio.)

RULFO: Teodora es una optimista
de las que echan chispas.
Pero mi conciencia me dicta
un homenaje a todo trapo
a dos funerarios que siegan
la mala hierba de un tajo.

CORO: Funerarios que siegan la
mala hierba de un tajo.

(Sigue la música. El colectivo baila hasta reventar. Luego la voluptuosa Gisela pega un grito y extrae un porrón.)

GISELA: ¡El porrón!

(Crece el guirigay. Teodora se dirige al Funerario I)

TEODORA: La popular fiesta
continúa en su
honor, Milord.

(El aludido asiente y da una cabriola.)

FUNER. I: Compadre, no te quedes
a dos velas y observa
las tetas de Gisela.

FUNER. II: Ganas dan de jugar en
el féretro con ellas.

TEODORA: Oídme.

CORO: Te oímos, Teodora
pues tu ciencia
son los rubíes
de la experiencia.

TEODORA: La crisis del globo es fruto de la torpe distribución de la esperanza. De ahí que reivindique la construcción de un inédita plataforma del diálogo solidario y ese puente de entendimiento se llama. ¡Tango!

CORO: ¡Tango de Teodora!

(Se dispara una jubilosa coreografía milonguera. de tal guisa, el tango opaca a ese astro de la moda que simboliza ser Paul Verlaine. Y luego del tango, Rulfo exclama.)

RULFO: Echate a un lado, Teodora.

(Se encarama a la mesa y, ebrio de vino, gesticula y medio canta.)

Como hombre de mi tiempo,
propongo otro homenaje a estas dos
simpáticas hormigas al ritmo
cordial y popular de la jotísima ¡jota!

(Gisela emite un gritito y vuela hacia la pianola. Pronto el salón se inunda de música de guitarras, bandurrias y acompañamiento rítmico de castañuelas. El Funerario I, con voz de barítono, entona una copla. Se desata el júbilo. Los monigotes bailan.)

Música.

FUNER. I: Paice que tiene duende
el número de tu fosa,
por abajo paice un seis,
por arriba paice un nueve.

(Se para momentáneamente la danza de la jota y Teodora retoma la palabra.)

TEODORA: Damas y caballeros, la senil Europa debiera saber que es madre de todos sus hijos, pequeños y grandes, de primera y tercera velocidad: todo lo demás es injusto y al pulpo de la injusticia le sale al paso un porrón de sangría.

(Aplausos. Corre el porrón de mano en mano. En medio del vibrar de la jota, Gisela se encarama a la mesa y, a trago limpio, un tanto ebria, exclama.)

PABLO: La senil Europa debiera saber
que todo inmigrante es hermano
ya venga en patera o a nado.

GISELA: Y ahora propongo, ¡hip!, cerrar el popular homenaje, ¡hip!, llevándose cada cual, ¡hip!, un funerario a su cueva, ¡hip!

(El Funerario I alza a Gisela en volandas y se la lleva hacia una alcoba íntima; pero le cierran el paso.)

CORO: Si frivolizamos
¿qué saldo moral
quedará en nuestra
cuenta corriente?

CASIMIRO: Si palpa las tetillas de Gisela
complejos y traumas le revelo,
profesional de calaveras.

(Recupera a Gisela.)

TEODORA: Aunque fuera de tiempo
venga esa imagen de comuna
que el viento un día se llevó.

(Se agrupan el colectivo ante la cámara de fotografiar. Teodora retrocede buscando un plano óptimo, en tanto el grupo, unos en cuclillas y otros de pie, mantienen desigual lucha por desplazar al del lado y protagonizar, tambaleantes, la foto protagónica.)

TEODORA: Unos pasitos hacia delante. (El grupo avanza entre zigzagueante y compacto.) Hacia la izquierda. ¡Más. ¡A la derecha! (Se derrumba el grupo como castillo de naipes.) ¡Otra vez! (Pausa.) Sonrían. (Pausa.) Hacia atrás. ¡Más.! (Pierden el equilibrio y se desmoronan unos encima de otros.) Empecemos de nuevo. (Se ponen en pose, avanzan, retroceden, caen una y otra vez bajo exhibición dental. Teodora pierde la paciencia, dispara, foto al canto y jolgorio a granel.)

FUNER. I: Nos van a disculpar, pero ya dijimos que estamos de servicio.
FUNER. II: Y cobramos una ridícula comisión por difunto.
FUNER. I: Para mal de males, el índice de mortalidad disminuye.
FUNER. II: Luchamos contra el mapa genético.
FUNER. I: Luchamos contra la razón.
FUNERARIOS: ¡Estamos a dos velas!
FUNER. I: Todo hijo de vecino quiere vivir.
FUNERARIOS. ¡Vividores!
FUNER. II: Nadie quiere irse a fosa.
FUNERARIOS. ¡Antifósiles!

(Se cargan el ataúd al hombro y danzan.)
Música.

Somos funerarios
sin porvenir.
Lo óptimo y cuerdo
es dimitir.
Arrojar el luto
del vestir.
Y marchar a soñar
otro mayo del 68
en París.
Se veía venir
entre tanto pan y
circo audivisual
seríamos sombras
de andén mientras silba
a nuestro paso
el tren del porvenir.

CORO: ¡Bravo! Muy bien. ¡Bravísimo!

(Dejan los Funerarios el féretro en el suelo, y saludan.)

FUNER. I: ¡Gracias! Muy agradecidos. ¡Gracias! (Pausa.) Saluda.
FUNER. II: (Saludando.) Nos ruborizan, nos abruman.
FUNER. I: Pero es el caso.
FUNER. II: Que vinimos a por uno de ustedes.

(Mortal palidez en los rostros.)

FUNER. I: Y el ataúd pesa lo suyo.
FUNER. II: Y no vamos a irnos con la caja vacía.
RULFO: ¡Fuera de aquí!
TEODORA: O les echaremos a los perros.
MARILINDA: Avisa al coche patrulla, Gisela, muñeca.
FUNERARIOS: Dijeron. ¿Policía?

(Se miran de hito en hito.)

FUNER. I: Un poco de formalidad con los funerarios.
FUNER. II: Que nosotros respetamos a la gente guapa.
FUNER. I: Pero una cosa es respetar y otra jorobar.
FUNERARIOS: Exigimos solidaridad.

(Hay un ligero desconcierto. Marilinda es la primera en reaccionar bajo un suave ritmo.)

Música.

MARILINDA: A estas hormigas,
Marilinda sabe oírlas.
¡Ele! Estoy con ustedes.

FUNER. I: ¡Gracias, guapetona!
FUNER. II: Te hacemos un sitio.

PABLO: La poesía es flor
pública cuando es
la institutriz de
una causa justa.

(Se une a Marilinda, quien junto a los funerarios, mueve las caderas imprimiendo nervio a la coreografía.)

RULFO: ¿Qué milonga es ésta?
¿En vez de masa gris
mi cráneo almacena serrín?

(Se cambia la chaqueta y se integra al grupo de los amotinados.)

TEODORA: En el jardín de la
solidaridad siempre
cultivé la flor de la verdad.

(Pausa, hablando.)

Sitio, por favor.

(Le hacen un hueco.)

GISELA: ¿Soy una pepona fútil
olvidada en el desván
de lo inútil?

(Se integra en la mayoría agrupada.)

CASIMIRO: Gisela, si me dejas,
¿quién interpretará
tus sueños?

CORO: Doctor, ¿con quién estás?

CASIMIRO: En el plano de la ciencia,
estoy con mi conciencia.

GISELA: Casimiro, Casimirón,
no te hagas el remolón.

CASIMIRO: Racionalmente, sólo
regalo un lirio
a la dama por quien
desvarío.

(Silencio musical. Las miradas se clavan en Escabeche, que se quedó aislado.)

ESCABECHE: ¡Ah! Yo estoy.
MARILINDA: ¡No! Tú no puedes estar.
ESCABECHE: Marilinda, amita mía.
MARILINDA: Alguien debe ser el culpable, la víctima o el fiambre. Qué más da.
ESCABECHE: Pero si soy un transeúnte de a pie.
CORO: Eso se tendría que ver.
ESCABECHE: Pero si soy de Villaloreto del Pinar.
CORO: Eso se tendría que examinar.
ESCABECHE: ¿No ven mis flacas piernas? ¿Mi joroba? ¿Mi raquitismo?
CORO: Eso es puro quijotismo.
MARILINDA: Señores, la mercancía es suya.

(Acondicionan los Funerarios el ataúd.)

ESCABECHE: Tanta hambre pasé que me clareo.
MARILINDA: Descálcenlo. sus zapatos de cocodrilo me costaron un ojo de la cara.

(Retrocede Escabeche; dos siluetas fantasmales lo cercan.)

ESCABECHE: ¡No enterrarán mi esqueleto! ¿Oyeron?
PABLO: ¡Oh, Escabeche! Gracias a tus funerales obtendré una fuente de réquiems.
CORO: Agoniza en paz.
ESCABECHE: No colaréis a un vivo en el féretro.

(Huye. Los Funerarios lo cazan y lo introducen en la caja.)

FUNER. I: Distinguidos clientes: ¿Alguna dedicatoria en especial?
MARILINDA: ¡Poeta!

(Pablo adelanta un pie hacia el ataúd.)

PABLO: Aquí yace un héroe popular; Arturo, oriundo de Villaloreto del Pinar, y cuyo nombre de guerra era Escabeche.

(Un sinfín de pañuelos flamean en el aire.)

MARILINDA: Adiós, hasta más ver,
y que la nueva vida te
aproveche, Escabeche.

(Se insinúa la coreografía.)
Música.

CORO: Fue un tipo raro
y eróticamente
la deja en el paro.

TEODORA: Pues a mí tal
semental no
me caía mal.

MARILINDA: Más epitafio,
que yo pago

PABLO: ¿En billetes de mil
o de cinco mil?

MARILINDA: Este sepelio es
una paranoia,
pero pagaré en
joyas.

PABLO: ¿Y por qué no en
cheques gasolina?

MARILINDA: Pagaré con un
aguafuerte de
Goya.

PABLO: Prefiero una
miniatura
de Sorolla.

CORO: Era un tipo raro
y eróticamente
la deja en el paro.

MARILINDA: Cederé un solar
ubicado en el
casco urbano.

ESCABECHE: ¡Hijos de la demagogia!

PABLO: Cobraré en
un cheque
al portador.

MARILINDA: Pagaré en papel,
moneda, señor.

ESCABECHE: ¡Piratas posmodernos!

PABLO: Para rendir culto a Eros,
necesito oro negro.

MARILINDA: Le pagaré con una
colección de sellos
de correos.

ESCABECHE. ¡Socorro!

MARILINDA: ¿Verlaine llora?
Abonaré una sepultura
de última hora.

PABLO: Polvo fue y polvo es
y su ser dejó de ser.

CORO: Era un tipo raro
y eróticamente
la deja en el paro.

FUNER. II: ¿Y en la cinta de la corona?

TEODORA: Hable, Paul Verlaine.

PABLO: La mayoría silenciosa
deja una flor en tu fosa.

ESCABECHE: ¡Socorro!

(Los Funerarios desfilan con Escabeche dentro del ataúd.)

MARILINDA: Se llevan a mi Escabeche
enlatado como un pescado.
¡Hijo de mi corazón!

FUNER. I: ¿Algo más?

CORO: ¡Descansa
en paz!

(Silencio musical.)

MARILINDA: Fue un ciudadano ejemplar.
RULFO: Se van los mejores.
MARILINDA: ¡Ay! Ya estoy atrapada en las redes de la viudez. Y ahora, ¿qué? ¿Al convento o a Acapulco?
TEODORA: En el medievo, con tanta catedralota gótica, yo te diría: Marquesa Marilinda, reclúyete en una celda de clausura.
RULFO: ¿Y en esta época de ordenadores y trasplantes de riñón?
TEODORA: Vete a Acapulco, hija, ¡vete a México!
MARILINDA: Quebrada por el dolor, rota el alma y el espíritu, parto a las tropicales playas de Acapulco. (Saludando con el pañuelo.) Arrivederci.
GISELA: ¡Adiós, marquesa!
MARILINDA: Arrivederci.
RULFO: Buen viaje, linda Marilinda.
MARILINDA: Arrivederci.
CORO: Feliz y refrescante crucero.
TEODORA: Cuando pises con tus delicados pies las playas de fuego de Acapulco, envía una postal redactada y rubricada con tus lindos dedos.

(Sale Marilinda.)

GISELA: Se va con la cruz de la viudez a cuestas.
TEODORA: ¡Bah! No había ni una chispa de tragedia en su tez de alcahueta.
MARILINDA: (Entrando.)Teodora, ¿Cuánto pides por esto..?
TEODORA: ¿Por Paul Verlaine?
MARILINDA: Me sentiría menos desamparada en Acapulco.
TEODORA: ¡Ja! La moda es mía este año. Me pertenece.
MARILINDA: Soltaría un millón.

(Trota por el escenario un silencio bancario.)

TEODORA: Paul Verlaine, en la bahía de Acapulco quiero oír tu lira.
MARILINDA: (Firmando un cheque.) ¡Queridaaa!
TEODORA: (Camuflando el talón entre sus abultados senos.) Marilinda, tuyo es el totem del año.
PABLO: ¿Qué diría el arte y la cultura si yo.
MARILINDA: (Colgándose de su brazo.) Sin remordimientos, Paul Verlaine. Un crucero por el Pacífico endulzará tu canto.

(Un clarinete despide a Marilinda, que arrastra al fantasma de Verlaine hacia la salida. A continuación entra en juego el lenguaje coreográfico.)
Música.

RULFO: Es mejor así, amor.
Hoy la lengua de un
poeta es algo más
que una tempestad
en una botella.

TEODORA: Se fue mi doncel.

GISELA: Casimiro.

CASIMIRO: La frustración
pone alerta a los
guardianes del yo.

GISELA: Mamá.

TEODORA: Y un vil papel me
birló a Verlaine.

RULFO: Y eso que el pive
voló al trópico del
ligue, si no conmigo
riñe y a él lo sigue.

TEODORA: (Ofreciendo el cheque a Rulfo.)
Ingrésalo en el banco y
ojo con el despilfarro
porque te dejo manco.

(Hablando.)
¡Oh, rozo la rima! (Transfigurada.) Marilinda, te lo mereciste, en tu árbol genealógico no hay un duque.

RULFO: ¿Y el abolengo
de tu abuelo?

TEODORA: No nombres a mi abuelo
que fue chatarrero.

GISELA: ¡Ay! No puedo
creerlo.

TEODORA: Fue el rey de la chatarra
y en la lucha por la vida
exhibió dos colosales
(en un murmullo.)
Cucharas.

CASIMIRO: ¿Y ese escudo de armas
que habla en la pared
de gloria y fama?

TEODORA: Rulfo lo compró a una
duquesa algo acartonada
y un tanto arruinada.

CASIMIRO: ¿Qué lema tienen ustedes:
Un engaño por año? Y tú,
Gisela, ¿por qué ocultaste
que eras chatarrera?

GISELA: Tuyo es mi complejo de
Electra si no me dejas.

CASIMIRO: Tal regalo cambia
el tinglado.

(Se besan cerrando el número coreográfico.)

TEODORA: ¡No hay mal que por bien no venga! Y un titulillo cayó en nuestra faltriquera.
CASIMIRO: (Yendo hacia la puerta.) Vuelo a analizar a un tipo que pregona que para liberarse hay que fugarse todos los días a una estrella fugaz.

(Sale acompañado de Gisela.)

TEODORA: Qué época tan extraña.
RULFO: ¡No jorobes, que la fabricamos nosotros!

(Se oye a Gisela emitir grititos eróticos.)

GISELA: Z-1, si de verdad eres un robot de lujo, no te pases. que
sólo te pedí un masaje.
TEODORA: Sientonostalgia.
RULFO: Los náufragos del asfalto nos acechan.

(Otra vez los invisibles personajillos surgen y hacen de las suyas sobre el escenario: El Color Gris, el Sopor y el Sueño dan un toque surreal a la escena. Luego crece una fulgurante luz, y Rulfo y Teodora se abanican y balancean en sus níveas mecedoras.)

TEODORA: ¿Qué es nuestra vida?
RULFO: Vaya interrogante.
TEODORA: ¿Cuál es nuestra realidad?
RULFO: Vaya cuestión.
TEODORA: (Sobrecogida.)
¡Rulfo!
RULFO: Teodorita.
TEODORA: Oí un rumor, tal vez ronquidos. A lo mejor, Rulfo, hay un
vagabundo roncando en el césped del jardín.
RULFO: Teodora.
TEODORA: ¡Sal al jardín, por favor!
RULFO: Eres una fantasía de salón rococó.
TEODORA: Sal al jardín.
RULFO: Tu cabecita es un horno de escenas galantes del XIX.
TEODORA: ¡Sal al jardín!
RULFO: Bien, tu ganas. Salgo.

(Rulfo desaparece, mientras una juguetona y desvestida Gisela
surge como un rayo perseguida de cerca por Z-I.)

GISELA: ¡Ja. Ja. Ja! Z-I, te desenmascaré. Tú no eres un hijo de la robótica, sino de la picaresca. Ja. Ja. Ja. Pillo, no me cogerás. No me cogerás.

(Se cuelan en una habitación entre risas de Gisela.)

TEODORA: Estoy persuadida de que un desconocido duerme en el jardín.

(Aparece Rulfo con cara de circunstancias.)

RULFO: Ni un alma, Teodorita.
TEODORA: Estoy como aletargada, tal vez una música. un vals me centraría. Sí. ¡Eso es! un vals, Strauss, por favor.

(Teodora se dirige al equipo de sonido y pone un disco. Luego la pareja se abraza para bailar mientras se insinúa el ritmo de un tango.)

TEODORA: ¡Oh, alguien manipuló los discos!

(Se dispone a variar de música.)

RULFO: ¡Espera! Debió ser Paul Verlaine.
TEODORA: ¿Y?

(La pareja se observa con estupor.)

RULFO: Los bardos y el futuro casi siempre suelen ir de la mano.
TEODORA: Siendo así.

(Rulfo y Teodora se dejan llevar por el ritmo del tango, que bailan con cierto virtuosismo, mientras declinan sin prisas, orquestadas, las luces del salón.)

 

OSCURIDAD FINAL