El adiós de Elsa
Ópera en
un acto
Libreto:
Eduardo Quiles
Música:
Ángeles López Artiga
Personajes
Elsa
Víctor
Marieta
Salvador
Agente literario
Actor-maniquí
Coro
Acto único
Un café de la bohemia noctámbula. Contertulios y maniquíes ocupan mesas y la barra del local y semejan estar atrapados en el fulgor de un cuadro impresionista. El humo de cigarrillos y el juego de luces cede o resta protagonismo a los personajes, mientras crece el bullicio del local. Unos conversan, otros leen. Vítor, ex amante de Elsa, atildado y con expresión de derrota, ahoga su frustración amorosa ante una botella. En un rincón un agente literario hojea un libro e intercambia miradas de inquietud con el padre de Elsa. En primer término, Marieta, una juvenil pintora, mueve con alegría su lápiz y hace apuntes al natural inspirándose en la galería de personajes que la redean. En un ángulo, a la derecha del café, un pianista, pantalones y tirantes oscuros y tocado con bombín, mira sin ver el piano, inmerso en un sueño de pentagramas imprevisibles. A la derecha del café, bajo una lámpara, destaca un individuo con aspecto de maniquí leyendo el periódico.
Coro:
Sacudid el polvo del tedio,
dejaros, amigos, en la puerta
las zozobras del existir.
Cantad con los duendes
de la cerveza, igual que
Toulouse-Lautrec,
eterno dolor de muelas,
en los cafés de París.
(Elsa franquea el café. Ella tiene los ojos alunados, es menuda y elegante, de tez muy pálida. Usa lentes y luce un sombrero pasado de moda. Sin embargo, se detiene en el centro del proscenio, mira al público y ensaya una sonrisa de ambigüedad. A continuación se borra su sonrisa y, con semblante grave, mira hacia el personaje con aspecto de maniquí, que lee el periódico.)
Elsa:
Si logro serenarme y
dejas de leer el periódico
ocuparé una silla y te diré
el porqué estoy aquí,
en tu cueva literaria.
(Se sienta.)
Esa nota que apareció
debajo de la almohada
me dejó sin aliento.
(Extrae el papel y lo lee.)
O nos vamos los dos
o me voy yo solo...
(Pausa.)
Aquí está la pistola que
dejaste junto al papelito.
(Deposita el arma sobre la mesa.).
Tengo esas letras grabadas en la mente.
(Leyendo.)
O nos vamos los dos
o me voy yo solo...
(Pausa.)
¿Crees que iba a dejarte que
te largaras solo al otro barrio?
¿Acaso lo pensaste?
¿Qué concepto tienes de
esta profesora de literatura?
(Se alza de su mesa Salvador, el padre de Elsa, alto, ejuto, de pelo cano, con un vaso en la mano. Elsa se gira el rostro hacia su padre y se yergue a su vez.)
Salvador:
Elsa, hija, el futuro
de una gota de agua
es colmar su vaso.
(El padre, con una luz de impotencia en los ojos, se sienta. Las luces se vuelve íntimas, los contertulios apenas se vislumbran. Un foco muestra a Víctor. Ella intuye su presencia y va hacia él, pero se detiene al encenderse otro foco y surgir Marieta, quien se cruza ante Víctor.)
Víctor:
Marieta, lo tuyo es la magia
del color. (pausa.) Y eres
muy joven, olvídame.
Marieta:
(Arranca una hoja del cuaderno de dibujo.)
Mi sueño de amor y
y mi fantasía pictórica
van de la mano,
¡Oh, Víctor, no me dejes!
(Él la retira de sí con suavidad. Se apaga el foco de la pintora. Víctor avanza hacia Elsa.)
Elsa:
¿Otra vez tú?
Éste no es tu café.
Víctor
Quiero que olvides
a ese plumífero
con quien te acuestas.
Elsa:
Es mi compañero
de escritura.
Víctor:
¿Y de orgamos?
Elsa:
Saliste de mi vida.
Asúmelo.
Víctor:
Hablé con tu padre.
Elsa:
La relación acabó.
Víctor:
Y hablé con tu
psicoanalista.
Elsa:
Gracias por recordar
que tengo cita con él.
Víctor:
Grafomanía
es tu problema.
Elsa:
Olvídme.
Víctor:
Deja de agobiar tu mente.
Elsa:
Me agobias tú.
Víctor:
¡Tanto escribir!
(El coro de contertulios agrupados, compactos, surgen de la penumbra bajo luces cenitales.)
Coro:
Escribir.
Grafomanía,
Esa mente presa
en su jaula de letras.
Elsa:
¡Habló con mi
psicoanalista!
Víctor:
Ese vértigo de
folios en blanco.
Elsa:
Mis delirios son
de mi propiedad.
Víctor:
El arte es tu verdugo.
Elsa:
Y tú mi policía.
Víctor:
Siempre escurriéndote.
Coro:
Elsa y su destino de
amantes y metáforas.
Víctor:
Escribir. Huir. Escribir
Elsa:
¿La huella de mi
alma en el folio?
Víctor:
¡Escribir!
Elsa:
La vivencia de mi
viaje existencial.
Víctor:
Quise guardar tus
escritos en el desván.
Elsa:
¿Ah, sí?
Víctor:
Tu tiempo era mío.
(Se apaga el foco de Víctor.)
Elsa:
Mi tiempo se cotiza en Bolsa.
Coro:
Elsa y su lógica natural.
¿Un hombre por un verso libre?
(El Coro de contertulios se mezcla con los maniquíes por entre las mesas y la barra del café. Elsa permanece repara en el hopmbre del periódico yocupa una mesa junto a él.)
Elsa:
Tantos años juntos,
unidos en nuestras
locuras eróticas,
conviviendo bajo la
atmósfera literaria.
Un estudio, una cama,
Mozart, dos velas,
escritorios.
Escribes tú, medito yo;
te llega una idea, la aplaudo yo;
logro un hallazgo, aplaudes tú.
Me lees, te leo.
Y lo celebrabámos
con champán.
Todo iba viento en popa.
Libro contratado aquí,
libro contratado allá...
Y de pronto, y de pronto
hallo esta nota y el revólver...
O nos vamos los dos
o me voy yo solo...
(Desde la barra Salvador se pone tenso y da un paso agresivo hacia su hija Elsa, justo cuando Marieta se le cruza y le muestra el bloc de notas con dibujos de personajes del café.)
Marieta:
Observe, señor,
siluetas de humo.
Sueños enredados en
la magia de mis ceras.
Un homenaje a gentes
que llenaban sus vasos
con burbujas de quimeras.
(El Padre observa los dibujos, devuelve el bloc de apuntes a Marieta y acorta distancias con respecto a su hija.)
Salvador:
Elsa, hija, huye del guiño
de relojes que esconden
el oro de sus horas.
Que la sangre de tus poemas
no salpique el vestido intacto
de tu alma, Elsa...
(Ocupa el padre una silla al azar, mientras Elsa permanece ensimismada, con la diestra en el mentón, hasta que brota una música, que la sorprende felizmente y la pone en pie.)
Elsa:
¿Qué fue lo que pasó?
Dile a tu paloma que
nubarrón eclipsó
tu sueño de crear.
Aquí estás con tu copa,
con tu lápiz afilado,
a la caza de una idea,
de un verso irisado,
aquí en mi huida está
el compañero de viaje,
el que me da la mano
cuando no la pido,
el que fecunda de sueños
mis noches de insomnio,
ese eres tú, diseño carnal
de mi mejor utopía,
ese eres tú, viajero solitario
de mis travesías, ese eres tú,
sonrisa que no falta,
ese eres tú, aunque
solo seas el espejo donde
nunca asomarán los
fantasmas que me acosan.
(Parece regresar de un largo viaje por el territorio más resbaladizo de ella misma, y va como ensimismada por escena hasta que una luz cenital le muestra a Víctor a su izquierda y al Coro agrupado a su derecha.. Titubea Elsa y un foco pone a Marieta ante ella.)
Marieta:
Eres el imán que
me trae a Víctor.
(Acto seguido la pintora esboza un gesto desdeñoso a Elsa y se encara a Víctor.)
Marieta:
El primer chispazo de color
no fue fruto de mi pincel,
sino de tus labios.
Víctor:
Nacía una flor, eras una niña.
Marieta:
¿Por qué despertar una flor
si no habría un abril de amor
para ella? ¿Por qué?
(La pintora, cabizbaja, vuelve a su mesa, y un jactancioso Víctor se acerca a Elsa.)
Elsa: Mis poemas,
¿en la desván, eh?
Víctor:
Como asesor bursátil te
ofrezco una vida muelle.
Elsa:
Mis poemas a la desván.
Víctor:
Serás el gran rubí de mi vida.
Elsa:
¿Una rutilante esmeralda
doméstica?
Víctor:
¿Y por qué no?
(Else, gesto desabrido, se dirige al coro.)
Elsa:
Contertulios,
mi cretino particular.
Víctor:
Elsa. ¡Elsa!
Elsa: ¡Que te empapelen!
( Se ilumina el café..La luz incorpora a Elsas a otro plano de la relidad. Ella toma de una mesa una copa, pega un trago, queda absorta, suspira, mira de soslayo al hombre del periódico y se dirige hacia él.)
Elsa:
Deja de ocultar la cara
tras el periódico y
dime qué sucedió.
¿Por qué te tienes que ir?
¿Por qué nos tenemos
que largar si la vida
es un carnaval de besos,
poemas y champán?
¿Por qué? ¿Por qué?
¿Tengo yo la culpa?
¿Me leen más que a ti?
¡Oh, cariño! Habla...
(Hace mención de darle un revés al periódico donde se atrinchera él.)
Elsa:
En esta mesa me sedujiste
con un poema de amor...
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Coro:
Sal de la burbuja
que te envuelve.
La realidad te hará
sitio en su regazo
Víctor:
Eras el mejor de mis sueños,
y un bardo del markting
te distanció de mi lado.
¡Oh, Elsa, no te fascines
por el ballet complaciente
de peonzas de azar!
Agente:
Huye del viento fugaz del halago
que sopla sin dejar rastro.
Elsa:
¿Qué fue lo que pasó?
Dile a tu paloma
que nubarrón eclipsó
tu sueño de crear?
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Víctor:
Eras el mejor de mis sueños. Elsa...
Agente:
Huye, Elsa...
(Ella hace oídos sordos a cuanto sucede a su alrededor y, vehemente, se dirige al manqiuí del periódico.)
Elsa:
Somos dos luciérnagas
sin cerillas bajo un bosque
de hojas impresas.
A veces soy un libro
en blanco y tú una
pluma zigzagueante
y su tinta me embriaga
y fecunda y me hace
alumbrar versos
delgados como hilos.
Si te desmoronas
no hay alondra que vuele
ni aurora que relumbre
en las espaldas del mar.
Agente:
Abandónalo, contamina
tu estilo, abandónalo,
cae en picado la venta
de tus libros.
(Ella ofrece al hombre del periódico un clavel de tallo largo, en tanto comienzan a disminuir las luces y se emborronan las siluetas de los maniquíes y contertulios.)
Elsa:
Toma, toma.
(Pausa.)
Es una situación muy
fuerte la que has creado.
Nos están dejando solos,
(Luces cenitales iluminan a la pareja, el perfil colectivo del resto de personajes apenas ya se vislumbra.)
sí, ya apenas queda
alguien en el café.
¡Casi nadie!
De modo que ahora
podemos hablar.
¡Puerco! Sí. Puerco.
Y ya no aguanto más.
Una mierda de poetas
es lo que somos.
(Pausa.) ¿Posmodernos?,
¿minimalistas?, ¿miniaturistas?
(Suena una música que invita a danzar y varios parroquianos del café se ponen a bailar.)
Ballet.
(Concluye el baile. Con el café a media luz y merced a la luz cenital destacan el Coro, Víctor, el cliente inmutable del periódico y Elsa, que se dirige a él.)
Elsa:
Hemos publicado poco y mal
y en nuestro fantástico nido
de amor sólo hay ¡éso!,
basura de versos vacíos.
Un lecho, dos escritorios,
Mozart, velas, champán...
Cuánta energía de ficción
malgastada.
Coro:
Un estudio, una cama,
dos poetas, Elsa,
hormiga de matáforas,
no estés inquieta.
Víctor:
Eras el mejor de mis sueños
y un bardo te distanció de mi lado.
¡Oh, Elsa! No te fascines
por el ballet complaciente
de peonzas de azar.
Elsa:
Siempre me pareció
que tus garabatos
tendrían más utilidad
como papel higiénico.
Además chupabas de mí.
No podía contarte una idea,
un proyecto porque al día
siguiente ya lo habías
materializado.
(Coge la botella, se sirve una copa y se alza.)
Elsa:
Damas y caballeros,
les presento al plagiador...
(Se sienta.)
En mi cama tenía a un
delicuente de las letras,
hacía el amor con un
contrabandista del verso.
(Bebe.)
---------------------------------------
llave Coro-Elsa
Coro:
El plagiador, copia va
copia viene, el plagiador
con dientes de ratón
roe pamelas a mis
hijas de ficción.
Elsa:
Acepto que no salía de
mi crisis y pensé que
mi odio quizá sirviera
de válvula de escape.
(Bebe.)
Odio y amor son fuentes
de energía, pero eres el
Don Bobo de la Modernidad.
Ni odiándote saco algo de ti.
----------------------------------------- cerrar llave
(Bebe.)
¿Quieres dara la cara?
No, no tienes valor.
Te voy a...
(Relee la nota.)
O nos vamos los dos o me
voy yo solo... ¡Hijo de puta!
¿Cómo se te ocurrió escribir
esa porquería y dejar una
arma de fuego al lado...?
(Solloza. Pausa. Asombrada.)
Ahora que caigo,
perpetrabas un crimen.
Estamos ante un proyecto
de crimen perfecto.
(Se sienta.)
¡Asesino! Ahora veo
tu lógica criminal. Pensaste:
ésta es capaz de picar en el
anzuelo y pegarse un tiro,
¡siempre fue una excéntrica!
Coro:
Elsa, que nadie imprima
en tu cuerpo la huella
del crimen perfecto.
Elsa:
Ahora mismo telefoneo a la policía...
(Toma el tléfono, va a marcar, pero detiene el gesto y mira al maniquí del periódico, observa al pública, marca un número.)
¿Jefatura?
Un mercachifle de las artes
ensaya un crimen?
(Cuelga.)
¡Saca los ojos de ahí!
(Enciende un cigarrillo.)
A lo mejor... leí mal...
(Se calza lentes y lee.)
O nos vamos los dos
o me voy yo solo...
No, no, esto no puede ser,
no puede ser...
(Recorre las líneas con el bolígrafo.)
Veamos, sujeto los dos....
Estamos ante dos oraciones...
¡Estamos ante una felonía
que hay que castigar...!
(Toma la pistola, encañona al hombre del periódico y dispara; éste se desploma hacia adelante, sin caer de la silla, con los brazos caídos y las manos rozando el suelo. Un silencio. Luces íntimas. Más tarde suena el timbre del teléfono, ella duda, mira, inquieta, en torno suyo y lo descuelga.)
Elsa:
¿Eres tú, amor..?
¿Qué tal el día...?
¿Una óptima cosecha?
Sí, sí, salgo en un taxi
para casa y me lees tus
nuevos poemas...
(Se endurece su faz y se alza, recoge sus pertenencias, se ciñe el sobrero, da unos pasos, reflexiona, observa al maniquí, camina hacia él, mientras extrae unos billetes del bolso y los arroja sobre la víctima, mientras dice.)
Elsa:
Hoy no le puedo dar más,
gracias, hasta la próxima.
¡Sí! Hasta la próxima.
Y ahora, adiós, adiós…
(La mujer sale del café, mientras la víctima endereza el busto, recoge los billetes, los cuenta minuciosamente, esboza una mueca de resignada conformidad y se los guarda en la cartera. Y el hombre vuelve a ser el maniquí del principio, ocultando su rostro tras las páginas entreabiertas del periódico.)
Oscuridad